María Isabel Urrutia: “Bogotá será la potencia de pesas en Colombia”

La vallecaucana, entrenadora del equipo capitalino de halterofilia en los Juegos Nacionales del Bicentenario, habló con El Espectador de las justas que finalizan este sábado en Cartagena.

Camilo Amaya
30 de noviembre de 2019 - 04:00 p. m.
La medallista olímpica María Isabel Urrutia es ahora entrenadora del equipo bogotano de pesas. / IDRD
La medallista olímpica María Isabel Urrutia es ahora entrenadora del equipo bogotano de pesas. / IDRD

María Isabel Urrutia tiene un gran poder de seducción cuando habla, también cuando mira. Y calidez a la hora de expresarse. Y aunque su postura rígida haga creer que es una persona seria, incluso cortante, solo hay que entablar conversación para que aparezcan sonrisas de complicidad y broten los recuerdos.

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Porque la primera atleta en lograr un oro olímpico para Colombia tiene una memoria diáfana y con esa claridad habla de su paso efímero por el lanzamiento de disco, de los meses que vivió en Madrid y de las noches que durmió en el metro de esa ciudad en una colchoneta porque no había dinero para más, pues “así tocaba si quería seguir entrenando con los mejores del mundo”.

Urrutia no se rindió con el objetivo de demostrar que en nuestro país las mujeres también podían levantar pesas y así, durante meses, no quiso regresar, y aprendió de la halterofilia mientras la vida misma la entrenaba en el arte de sobrevivir.

Y saltó de España a Berlín, y gracias a los convenios de Coldeportes vivió una peregrinación que combinó las ganas de perfeccionar su técnica con la recursividad necesaria para no desfallecer tan lejos de casa y de los suyos, del barrio Mariano Ramos, de Cali, de la crianza bailando salsa. “Fue duro, más que levantar un montón de kilos”.

A Urrutia le recuerdan a cada instante el oro en los Olímpicos de Sídney 2000 en la categoría de los 75 kilogramos, los 100 kg que hizo en el arranque y los 135 en envión. Y el empate con la nigeriana Ruth Ogbeifo y con la taiwanesa Kuo Yi-Hang, igualdad que la favoreció por su menor peso corporal (73,28 kg).

“María Isabel, yo no te vi, pero escuché todo por radio. Y al otro día te conocí por las portadas de los periódicos. ¡Qué grande eres, María Isabel!”, le dice un hombre bajito, que junto a ella se ve aún más diminuto y que la hace firmar un papel amarillento, seguramente por el paso de tiempo, en el que también tiene los autógrafos de los boxeadores Miguel Lora, Prudencio Cardona y Bernardo Caraballo. 

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Antes de despedirse, el personaje, que lleva una camiseta de Real Cartagena, observa a la vallecaucana con rigor de cirujano y le arroja una frase. “María Isabel, ¿cierto que tú no usas lentes de contacto?”. Urrutia, la mujer de los ojos azulados, suelta una risita cómplice y le responde: “Son naturales”.

La entrenadora de la selección de pesas de Bogotá habló con El Espectador en el Coliseo Chico de Hierro de Cartagena, donde se llevaron a cabo las competencias de esta modalidad de los Juegos Nacionales, un escenario caluroso y asfixiante en el que la humedad desgasta y agota, en el que Urrutia sigue siendo la máxima figura, así lleve años sin subirse a la plataforma.

¿Es verdad que en sus comienzos tenía que caminar hora y media para poder entrenar en el estadio San Fernando, de Cali?

¡Y a veces más! Daniel Balanta me dijo que tenía la contextura para ser lanzadora de bala y por eso comencé a ir a los entrenamientos. Pero el camino sí que era largo, de ida un buen tiempo, de vuelta otro. Aunque cuando usted es niño disfruta todas esas cosas y las ganas de salir adelante hacen olvidar los sacrificios que va haciendo.

¿Qué recuerda de los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988?

Que no me fue bien. Creo que terminé de 14 y no clasifiqué a las finales.

Y al año siguiente aparece Gancho Karouchkov, el entrenador húngaro de pesas, y la convence de cambiarse de deporte.

Me observaba mucho en la pista. Y se me acercó y me dijo que lo mío no era el atletismo, que me veía futuro en las pesas. Dos años antes la Federación Mundial ya había dado el aval para que las mujeres compitieran a nivel olímpico.

Pocas personas saben que usted trabajó en un “call center” y que incluso es licenciada en Educación física.

Sí, durante muchos años en las Empresas Municipales de Cali. Y sí, soy graduada de la Corporación Universitaria Adventista en Medellín.

¿Medellín?

Viajé muchos fines de semana para culminar mis estudios y lo logré.

Y no muchos recuerdan que estuvo en el Congreso. ¿Qué le dejó su paso por la Cámara de Representantes?

La autoría de la ley de no discriminación, la del no maltrato a la mujer y la de educación física para defender y promover los hábitos deportivos de los niños en todos los municipios de Colombia. Creo que trabajamos bien, para la gente y en pro de los atletas de nuestro país.

Ahora, como entrenadora, ¿qué cree que tiene usted de Karouchkov?

Soy muy disciplinada y quiero que mis muchachos lo sean. Además de la mentalidad ganadora, de pensar que con trabajo todo es posible.

Pero a simple vista se nota que usted es maternalista y él era todo lo contrario.

Sí, por eso salto y disfruto cuando cumplen en competencia con lo que se ha venido haciendo en los entrenamientos. Eso no quiere decir que no les exija. Pienso que si hay una buena relación, si hay lazos fraternales, las cosas se hacen mejor. Por eso los veo como mis hijos, unos jóvenes a los que hay que mostrarles un camino que solo ellos pueden recorrer. Yo ya pasé por ahí.

¿Se sigue levantando a las 4:00 a.m.?

Incluso a las 3:00 a.m., para preparar y ultimar los detalles del plan de entrenamiento del día. Me gusta que todo marche como lo he planeado. Además, me cuesta dormir muchas horas, prefiero sacarle provecho al tiempo.

¿Cuáles son las proyecciones que tiene con Bogotá en el levantamiento de pesas y cómo hacer para romper la hegemonía del Valle del Cauca?

Tengo algo muy claro: todo lo que estoy haciendo es para que pronto seamos la primera potencia en la halterofilia de nuestro país. Ya son cinco años trabajando, de manera concisa, y eso se ha visto en Cartagena. Antes, Bogotá aparecía muy poco en el medallero de las pesas. Ahora estamos a la altura de delegaciones que tienen más trayectoria. Y vamos a seguir creciendo.

Por Camilo Amaya

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