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“China debería ser un socio estratégico de Colombia a un nivel más alto”: Puyana

Guillermo Puyana Ramos, presidente de la Asociación de la Amistad Colombo-China explica las oportunidades que se le abren al país en el actual escenario internacional.

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Nelson Fredy  Padilla
27 de abril de 2025 - 03:00 p. m.
Guillermo Puyana Ramos, presidente de la Asociación de la Amistad Colombo-China.
Guillermo Puyana Ramos, presidente de la Asociación de la Amistad Colombo-China.
Foto: Richard Alberto León Muñoz
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Esta semana charlé con el abogado Guillermo Puyana Ramos, reconocido en el mundo del derecho penal y la criminología, a quien conozco hace 25 años porque era nuestro asesor jurídico en la revista Cambio. Es egresado de la Universidad de Los Andes, fue conjuez de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, es profesor, conferencista y columnista. Es experto en la historia y la cultura de China y desde 2020 es el presidente de la Asociación de la Amistad Colombo-China, de la que ya había sido secretario general y vicepresidente.

¿Por qué se creó desde 1977 la Asociación Colombo-China?

Porque se reunieron personalidades colombianas a las que las unía el interés por China, una afinidad cultural más que la ideológica, y porque entendían que no era posible que nuestro país tuviera una política exterior viable sin tener relaciones con el país más influyente de Asia. Entre los fundadores estuvieron el exministro Guillermo Perry Rubio, Jorge Cárdenas Gutiérrez (expresidente de la Federación Nacional de Cafeteros, que acaba de fallecer), José María Gómez Osorio, Luis Villar Borda (fue embajador de Colombia en China), José María Gómez (también fue embajador en China), Francisco Ortega (fue gerente del Banco de la República); Daniel Samper Pizano, Lia de Ganitsky, Salomón Ganitsky, Jaime Moreno, Graciela Gómez, Joaquín Vélez y mi papá Guillermo Puyana Mutis (fue ministro consejero y encargado de negocios de la embajada de Colombia en China). Ellos formaron la asociación abriendo relaciones con China y la asociación ha permanecido como la única de ese tipo América Latina con una historia de casi 50 años.

A nivel gubernamental, en 2025 se cumplen 45 años de relaciones diplomáticas con China. ¿Eso qué significa hoy?

Tiene un significado muy especial porque Colombia no llegó temprano a estas relaciones en el contexto de América Latina, a pesar de que somos un país del Pacífico y que se venía hablando de la importancia de Asia desde el gobierno de Alfonso López Michelsen. Primero lo hicieron Perú, Chile, México, Argentina, obviamente Cuba. Nosotros llegamos cuando ya se había dado el restablecimiento de la República Popular China en las Naciones Unidas. Eso fue en 1971. Ya se había producido la visita del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon a China en 1972 y ya se habían normalizado las relaciones entre China y EE. UU., en 1979. Todas esas señales positivas se esperaron y maduraron para que en 1980 el presidente Julio César Turbay tomara la decisión de establecer relaciones con China.

Desde hace 25 años lo he oído hablar de China en distintos escenarios. Cuente por qué se apasionó con ese país y se volvió experto en su historia y economía.

Fui a China la primera vez aún a punto de nacer, porque mi mamá viajó con mi papá. Yo no tengo un día en la vida que no recuerde que se haya hablado de China y de los chinos en mi casa. Cuando mi papá era diplomático de Colombia allá, coincidió con que terminé mis estudios universitarios y decido irme a vivir a China en 1990, también por recomendación del profesor Eduardo Álvarez Correa, que era mi mentor en la Universidad de los Andes. Viví un año, regresé en viajes personales unas seis veces hasta 2009. Y volví varias veces desde 2023, cuando los chinos reabrieron el turismo después de la pandemia, la última vez en febrero pasado.

Hace poco lo vi en la Universidad Nacional en un seminario sobre China y usted insistió en que había que estar atentos porque “el sueño chino” es una realidad a la que el mundo no puede ser indiferente, refiriéndose a la impresionante recuperación económica que ha tenido ese país de 1.408 millones de habitantes, el cuarto en extensión después de Rusia, Estados Unidos y Canadá. ¿Por qué?

Porque el sueño chino, que no es un sueño del Partido Comunista, es el sueño de los chinos que después del llamado ciclo de la humillación, entre 1842 y 1949, identifican una senda para restablecer el vigor cultural y económico de una China poderosa, unificada, que hace un aporte importante al mundo con una experiencia única en relación con cualquier otro país grande del planeta, porque es la civilización viva más antigua. Le ha hecho aportes muy importantes a la humanidad y tuvo un proceso de declive inexplicable, hasta llegar a un punto inconcebible por el que los chinos durante 100 años se dedicaron a buscar una solución a eso basados en una historia tan esplendorosa. Lograron la unidad en 1949, pero con más énfasis desde 1980 y luego desde el 2013 para ir recuperando su soberanía política y económica, la dirección de su país y el objetivo de lograr la prosperidad común como una clave para poder volver a ser un país que le hace un gran aporte al desarrollo de la humanidad.

Ahora estamos hablando del principal exportador del mundo, de la segunda economía global.

De la segunda depende cómo lo tome, porque es la economía más grande en términos manufactureros, en términos industriales. La segunda en términos globales. Pero si uno toma el ingreso per cápita de China relacionado con Estados Unidos está bastante atrás. Entonces, para unas cosas, China es una gran potencia económica, comercial e industrial, pero para otras todavía es un país que tiene unas necesidades para lograr el desarrollo económico integral de su población y ese es el actual foco del trabajo del gobierno y del Estado chino.

Sí. Produce el 30% de la manufactura mundial. ¿Es el éxito de un modelo socialista que no terminamos de entender y valorar desde este lado del mundo?

En términos chinos podría definirse de esa manera: es el éxito del modelo socialista con características chinas, pero no es el éxito del Partido Comunista en términos de que sea el modelo que ellos quieren o pretenden que sea asimilable en todo el mundo. Al contrario, en términos de política exterior, incluyendo la cooperación internacional para el desarrollo y las relaciones económicas con los otros países, China parte del principio del respeto a las identidades nacionales y a las autonomías de los países. Estos resultados hacen parte del proceso de explorar, ensayar, corregir y perfeccionar el modelo chino pensando en la prosperidad de su gente.

Reconociendo su importancia como potencia mundial y el panorama que ha causado la política de Donald Trump desde Estados Unidos, ¿es urgente que Colombia revise e intensifique sus relaciones con China para sacarles más provecho?

Esa es la pregunta que se hace ahorita, no solo en Colombia, sino en muchos países del mundo. ¿Qué oportunidades se abren con China en medio de la crisis con EE. UU.? Indudablemente, como dicen los chinos, en toda crisis hay una oportunidad. Pero las posibilidades de expandir nuestra relación con ese país en términos de comercio, no debería depender de que estemos o no en una situación crítica con Estados Unidos, debería depender del desarrollo mismo de China, como ha pasado en otros países de América Latina. La presencia de China en nuestra región no se explica porque Estados Unidos la haya permitido. Se explica porque China fue configurando el mercado más grande del mundo. Debemos entender por qué otros países de América Latina han tenido una relación comercial tan positiva con China. No es el caso de Colombia. Nuestro problema de exportación a China no se va a mejorar en unos meses si no atendemos los mensajes que lanza esa economía sobre dónde están las oportunidades y si no mejoramos nosotros internamente para ser capaces de integrarnos más a un mercado en el que tenemos como exportadores una inserción absolutamente marginal. En este momento, menos del 4% de las exportaciones colombianas van a China

¿Qué exportamos hacia allá, para que la gente entienda?

Básicamente petróleo y carbón. Eso absorbe el 82%. Después siguen materiales de desecho de cobre y aluminio, después café y otros productos. Eso ni siquiera representa cómo exporta Colombia al mundo, porque exportamos cerca del 40% en agricultura. Es muy desbalanceado.

Por eso tenemos un déficit de 14 mil millones de dólares. ¿Cómo equilibrarlo?

Hay que dinamizar la agricultura pensando en el mercado chino y también mejorar la exportación de servicios como el turismo para captar a los chinos que viajan a Estados Unidos o a firmas consultoras chinas que hay en EE. UU. Todo eso depende de que entendamos cómo es la sociedad china, cómo son las familias, cómo son sus regiones en el contexto de la China que se está reconfigurando aceleradamente.

¿Luego de la pandemia mejoró el intercambio comercial?

Los índices de prestación de servicios no. Veníamos del pico de exportaciones colombianas a China, que llegó a los 6 mil millones de dólares hacia el 2014. Después cayeron como resultado de la “crisis de las commodities”, después se reactivaron y antes de la pandemia estaban por encima de los 4 mil millones de dólares. Vino la pandemia y apenas se restablecieron hacia los 3.600 millones de dólares. Hay una incapacidad de Colombia de insertarse con una política y con una oferta exportable interesante y sostenida para China. Revisar el tema de los volúmenes y la capacidad de sostener ofertas exportables en el largo plazo es un factor crítico para Colombia, además de los problemas de infraestructura y estabilidad legal que tenemos.

Deme un ejemplo exportable del sector de prestación de servicios.

En la medida en que la población china se envejece, surgen necesidades de atención de la población mayor. Los chinos llamaron al mundo a que se hiciera esa inversión en el 2013. Los países que entendieron el mensaje, no Colombia, han aprovechado las oportunidades. Nuestro país tiene que identificarlas, estructurarlas y articularlas en una política ambiciosa de largo plazo que no dependa de los vaivenes de nuestra relación con ningún otro país.

China debiera ser uno de nuestros principales aliados comerciales.

Es obvio que debiera ser un aliado comercial más significativo. Es obvio que China debería ser un socio estratégico de Colombia a un nivel más alto, porque los chinos, en el vocablo de su política exterior, el término aliado lo desaparecieron hace muchísimo. Ellos hablan más en términos de asociación, de asociaciones estratégicas integrales de nueva era.

En todo caso, uno oye de inversiones chinas en Colombia, como en el Metro de Bogotá, la mina de oro más grande en Antioquia, hidroeléctricas, etc. ¿Qué más viene que no sepamos?

Más bien qué debería venir que no estemos trayendo, porque esas son inversiones que se han consolidado desde años anteriores. Si uno le pregunta a la gente que ha ido qué caracteriza a la China de hoy, le van a decir que el orden urbano de sus ciudades, la calidad de su infraestructura y la calidad de su tecnología. El que ya sabe un poco más va a entender la transición la hacia la economía sostenible ambiental, a pesar de que la idea en Occidente sigue siendo la contraria. China tiene mucho que aportarle aún a Colombia en términos de desarrollo infraestructural. Tenemos que ver en dónde son más exitosos y dónde hay más oportunidades aparte de las megaobras. Por ejemplo, en septiembre del año pasado los chinos sacaron un documento sobre vías terciarias que es interesantísimo. Uno lee el estudio y ve reflejada a Colombia ahí en términos de las necesidades y uno diría qué bueno sería que el gobierno colombiano pudiera articular una política para atraer la tecnología, la inversión y la experiencia china, desde la planeación hasta el mantenimiento final de las vías.

¿Cómo dar esos pasos teniendo en cuenta la presión de la política estadounidense?

Reaccionando. La experiencia de los países de América Latina es que todos han podido desarrollar relaciones muy profundas con China, manteniendo una relación bastante balanceada con los Estados Unidos así eventualmente protesten por casi cualquier cosa que se haga en ese sentido. No deberíamos definir nuestra relación con China vis a vis con EE. UU., sino nuestra relación con China frente a las necesidades de desarrollo de Colombia. Hay que mantenerla como un activo de la política exterior colombiana. No es imposible, no es un callejón sin salida. Los norteamericanos tampoco nos han puesto a nosotros en un callejón sin salida con China y los chinos.

Hace poco usted escribió una columna en “El Espectador” donde dijo: “Bloquear, contener o aislar es una tontería sin sentido que ignora el poder, la relevancia y el tamaño de China en cualquier asunto mundial”. ¿No exageró?

No. Lo que pasa es que cuando a mí me dicen que China ahora es importante digo: pero cuando ha dejado de ser importante. Cuando Nixon y Mao se encontraron en el 72, China era absolutamente pobre, pero se rompió el equilibrio de la Guerra Fría cuando China venció el subdesarrollo y sacó 800 millones de personas de la pobreza, haciendo una contribución del 60% a la derrota de la pobreza en el mundo. Lo mismo cuando China, a raíz de la pandemia, hizo el experimento de educación a distancia más importante de la humanidad. Sí, en China se está produciendo la mayor emisión de carbono, pero es la más baja per cápita entre los países industrializados y pretende resolver un problema global de medio ambiente con transición energética, migración y estabilidad económica.

Entonces, ¿hoy más que nunca es la única potencia capaz de enfrentarse a Estados Unidos, más que Rusia?

Es cierto políticamente que Rusia no tiene el nivel de integración global que tiene China y China no tiene las pretensiones de ejercicio del poder militar que tiene Rusia.

Pero se habla de un inminente ataque de China contra Taiwán como Rusia hizo con Ucrania.

El único riesgo geopolítico que China considera que podría implicar un despliegue de fuerza militar es un riesgo a la soberanía por Taiwán. Eso requeriría una cantidad de circunstancias que hoy no existen, como que a Taiwán lo invadan, que haya presencia de tropas extranjeras o que se declare independiente. Pero, en la historia china uno no encuentra un antecedente de acción militar para expandir el poder territorial de China más allá de sus fronteras naturales. Es el único país miembro del Consejo Permanente de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que no se ha visto involucrado en un conflicto militar fronterizo ni exterior desde 1980. El último enfrentamiento que tuvo la característica de guerra fronteriza fue con Vietnam y se resolvió. Entonces confundir el poderío militar de China, que es un requisito para mantener su soberanía y su independencia económica, con la idea de un expansionismo militar de China, pues no tiene sustento en la historia milenaria de China, ni tiene sustento en la historia contemporánea de China.

Esperemos que se mantenga así. La Asociación de Amistad Colombo China que usted preside mantiene programas de educación sobre China en Colombia, en especial en universidades de las regiones. ¿Por qué?

Después de la pandemia nos hemos dedicado mucho a la actividad regional, porque en las regiones hay unas necesidades de conocer China muy importantes y porque en Bogotá hay muchas entidades que ya trabajan con China. Desde este año restablecimos el programa de viajes que llevamos haciendo desde los años 80. Somos la entidad que más ha promovido viajes de conocimiento a China. Los colombianos van al menos a seis ciudades y todos llegan con una idea bastante transformada en relación con el concepto prevenido que tenían. Nada supera la experiencia directa de estar en China y ver la impresionante transformación.

¿Qué es lo que más lo impacta a usted ahora?

La calidad de vida de la gente es una de las cosas que más impresionan. En ciudades que tienen tres veces el tamaño de Bogotá en área y en población y no tienen basuras, no tienen desorden en su tráfico vehicular, inclusive en las horas pico. Es que China, no nos olvidemos, en 1980 estaba más atrasada que Colombia. Entonces, verla desde la perspectiva de un país subdesarrollado como el nuestro y ver que eso ha pasado nos muestra que es posible superar los problemas de la pobreza, llegar a la economía calificada, a la prosperidad común y a una estabilidad económica general para la sociedad.

¿Es buen momento para un “Viaje al oeste”, como el título de la famosa novela clásica china?

Claro, porque la inflación en China es muy baja y la oferta hotelera muy amplia, lo que hace que sea más barato. Un hotel de alta categoría en Colombia, de una cadena internacional muy importante, puede ser cuatro veces más costoso que un hotel de una categoría superior de esa misma cadena allá.

Otra forma de acercarse a China es a través de la literatura. En 2015 tuvimos el honor de conocer aquí en Bogotá al Premio Nobel de Literatura 2012, el chino Mo Yan, que estuvo en la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Central, y nos dijo que veía muchos puntos de convergencia con Colombia, empezando por Macondo, el universo de las novelas de García Márquez.

No somos tan disímiles en unas cosas y en otras tal vez sí, pero si a mí me ponen a comparar un chino con un colombiano, yo diría que se parecen en la indeclinable capacidad de optimismo, que para los colombianos es un poco más problemática. Los chinos no podrían haber llegado a este punto si no tuvieran una gran fe. La amabilidad de los colombianos, esa voluntad de ayudar, es similar en China. La gente es curiosa y se ha vuelto muy receptiva al extranjero. Yo todo lo que voy diciendo en el poco chino que sé lo voy diciendo mal, pero nunca me ha pasado algo contrario a lo que buscaba.

Entrevisté a Fan Ye, traductor oficial de García Márquez en China. Él es profesor en la Universidad de Pekín y me dijo que cada vez tiene más estudiantes de la obra del Premio Nobel de Literatura colombiano. Eso impresiona.

Impresiona, sobre todo porque el esfuerzo de traducir textos al chino es muy difícil, sobre todo en valores abstractos como lo sagrado, absoluto, eterno. Impresionante verlos tratar de reproducir la riqueza y la vitalidad del lenguaje de García Márquez. Es uno de los desafíos culturales más interesantes que hay, incluida la traducción de textos chinos a español o a cualquier otro idioma. Que un escritor como Mo Yan represente el realismo mágico de China es una referencia cultural muy poderosa para que la tengamos en cuenta, que habla muy bien de la apreciación que tienen los chinos sobre nosotros. Todo eso nos pone en contacto.

Nelson Fredy  Padilla

Por Nelson Fredy Padilla

Periodista desde 1989, magíster en escrituras creativas, autor de cinco libros, catedrático de periodismo y literatura desde 1995, y profesor de la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional, del Instituto de Prensa de la SIP y de la Escuela Global de Dejusticia.@NelsonFredyPadinpadilla@elespectador.com
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