¿Cómo va la reactivación económica?

Es un proceso que puede ser dispendioso, sobre todo para empresas pequeñas, y que viene con costos extras para prácticamente todos los sectores. Empresarios continúan pidiendo más apoyo del Gobierno.

Lucety Carreño Rojas - @LucetyC - lcarreno@elespectador.com
18 de mayo de 2020 - 02:00 a. m.
La compañía textil Nunk, que cuenta con 100 empleados directos, afronta dificultades porque el comercio está cerrado y no tienen a quién venderle.   / Cortesía Grupo NK
La compañía textil Nunk, que cuenta con 100 empleados directos, afronta dificultades porque el comercio está cerrado y no tienen a quién venderle. / Cortesía Grupo NK

Este lunes marca una semana de la segunda reactivación económica autorizada por el Gobierno, en la que entraron (además de construcción y ocho subsectores de manufacturas que ya estaban operando) una serie de actividades que van desde fabricación de muebles y automotores hasta comercio al por mayor de prendas de vestir.

Las actividades permitidas para reactivarse deben recibir autorizaciones de las autoridades locales, que se otorgan si cumplen protocolos de bioseguridad para mitigar el contagio del COVID-19.

El diseño de los protocolos, que han sido concertados con gremios económicos, están en cabeza del Ministerio de Salud, que establece acciones generales como la coordinación con entidades y empresas prestadoras de salud para la prevención, detección y seguimiento al estado de salud de los trabajadores. La entidad publicó un documento en el que aclara los protocolos específicos para cada industria.

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De acuerdo con José Manuel Restrepo, ministro de Comercio, Industria y Turismo, durante los primeros tres días del segundo grupo autorizado para reanudar actividades, 33.000 empresas de 21 departamentos del país solicitaron la verificación de sus protocolos de bioseguridad, de ellas 23.000 han sido validadas. Con las autorizaciones anteriores, ya son 45.000 las autorizadas para trabajar.

“Hemos cumplido el compromiso de responsabilidad y trabajo de la mano de los alcaldes locales, quienes llevan la llave de la gradualidad. Haremos seguimiento semanal”, aseguró Restrepo durante el programa diario del presidente Duque.

Según las cifras de la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico de Bogotá, con corte a 15 de mayo, 26.654 empresas han sido aprobadas: de ellas, 25.081 pertenecen a manufacturas y microempresas; 1.462, a edificación, y 111, obras públicas. En el caso de Medellín, según las cifras oficiales de la ciudad, hay 1’199.339 empleados autorizados para trabajar de nuevo.

Conversamos con algunos empresarios para conocer los costos, tiempos y procesos que tuvieron que cumplir para volver a operar. Primero hablamos con los de manufacturas y construcción, que para los tiempos actuales son una especie de veteranos en la reactivación.

¿Cómo va la manufactura?

Alejandro Ramos, gerente general de la compañía de confección Grupo NK, que cuenta con 100 empleados directos, dice que la situación ha sido compleja, porque el comercio está cerrado y no tienen a quién venderle.

Así que tuvieron que fabricar tapabocas para empresas grandes para poder pagar las nóminas. Ramos les prestó las máquinas de coser a sus operarias para que desde sus casas hicieran las mascarillas protectoras.

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La empresa está en la zona industrial de Bogotá. Para volver a operar llenaron los requisitos que pedía la Alcaldía de la capital y tardaron 15 días en el proceso. “Tuvimos que hacer un esfuerzo para abrir. Implementar rutas para que los trabajadores no usen el transporte público, poner tres turnos, dotarlos de uniformes, tapabocas y geles”, dijo Ramos.

De acuerdo con el empresario, las rutas que tuvo que implementar le cuestan $3’500.000 semanales, es decir, $14’000.000 al mes. Sin embargo, asegura que con esto apoya a los transportadores escolares, otro sector afectado por la crisis del nuevo coronavirus. Además, compró bicicletas para que otro grupo de trabajadores se movilicen. En cuanto a los desinfectantes, señala que se utiliza alrededor de caneca y media de alcohol a la semana. Los costos extras, como sucede en prácticamente todos los sectores, son razón para que este empresario, al igual que otros, siga pidiendo más apoyo del Gobierno para la industria nacional.

El diseñador Diego Guarnizo tiene un taller de confección en el que trabajan 20 personas. Cuenta que volvieron a operar tras crear un protocolo y enviarlo a la Alcaldía de Bogotá para que lo aprobara. “Nos emitieron el permiso para abrir desde el 1° de mayo con un horario de 10:00 a.m. a 7:00 p.m., pero empezamos una semana después. En los talleres, como se manipula tanta ropa, nos toca lavarnos las manos cada hora. Los empleados tienen la indumentaria antifluidos, tapabocas y caretas creadas por nosotros y solo podemos trabajar máximo siete personas por turno”.

Aunque el taller era especialmente para vestuario de televisión y moda, Guarnizo empezó a ofrecer el espacio para los interesados en confeccionar elementos de protección y para los diseñadores que los requieran como satélites o maquilas. También se acogió a las ayudas del Gobierno para las pymes.

“La reapertura requiere una inversión importante que vale la pena porque obramos bajo los principios de cuidar la vida y activarnos económicamente. Es un esfuerzo que estamos haciendo muchos diseñadores para sobrevivir y salir de la crisis”, agrega el diseñador.

El panorama de la construcción

De acuerdo con Sandra Forero, presidenta de la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol), el sector mueve inversiones mensuales equivalentes a $7,5 billones, tanto en proyectos de vivienda como en actividad no residencial. “Eso implica que, frente al cese de actividades durante la etapa de confinamiento y el retorno gradual, la inversión sectorial se redujo en cerca de $15 billones”.

El sector construcción de edificaciones representa nueve puntos porcentuales del PIB. Además, tiene 54 % del aparato productivo del país y absorbe, de manera directa e indirecta, un 14 % de la mano de obra, según Camacol. El sector fue el más golpeado en los más recientes datos del PIB publicados por el DANE, con una contracción anual para el primer trimestre del 9,2 %.

Amarilo es una de las compañías del sector que ya se reactivaron. Roberto Moreno, presidente de la compañía, aseguró que “prepararnos para la reactivación fue un arduo trabajo de varias semanas que ha requerido un proceso de adaptación y cambio. A través de Camacol participamos activamente en la construcción de los protocolos para el sector y una vez el Gobierno autorizó la reanudación comenzamos una labor intensa y responsable”.

En cuanto a los costos de implementación, Moreno dijo que varían de una obra a otra dependiendo de su tamaño. “En general, los costos están asociados a la dotación de tapabocas, geles antibacteriales, baterías de lavamanos, etc. Igualmente, estimamos que estos costos sean marginales dentro de los presupuestos de las obras y estamos comprometidos a mantener los más altos estándares de seguridad para nuestros colaboradores”.

A la fecha han logrado implementar los protocolos en 90 % de sus proyectos y reanudar actividades en 27 obras ubicadas en Barranquilla, Cartagena, Villavicencio, Madrid, Cota y Medellín. Tienen otras 34 proyectos en proceso de reactivación.

Otra de las compañías que empezó a operar fue Prodesa y Cía, que tiene 29 años en el sector y 455 empleados directos y temporales, además de 1.738 contratistas. Cumpliendo los protocolos de bioseguridad ante cada autoridad local en la que tienen presencia, han logrado reanudar 20 obras en Bogotá, Cartagena, Barranquilla, Soledad e Ibagué.

“Nuestra gran preocupación es la salud y el bienestar de las personas que trabajan con nosotros, por eso consideramos que cualquier inversión que realicemos para implementar los protocolos de bioseguridad será pequeña. Hemos venido trabajando en las adecuaciones físicas necesarias en las obras y en la adquisición de los elementos de protección personal para el cumplimiento seguro de las actividades de reanudación”, dijeron en la compañía.

A pesar de la reducción por parte de los colombianos en adquirir vivienda, la empresa dice que trabaja para brindar planes de compra y facilidades de pago con el fin de dinamizar al sector.

Según datos de varias empresas de construcción, se puede estimar que, por cada trabajador, la implementación de los protocolos representa un costo adicional que oscila entre $200.000 y $300.000, en promedio.

Sector automotor

Oliverio García, presidente de la Asociación Nacional de Movilidad Sostenible (Andemos), comentó que es satisfactorio que le hayan dado luz verde al sector automotor, porque son un eje de apoyo transversal para garantizar la movilidad y ahora están enfocados en el proceso de recuperación.

“Se aplicaron los protocolos, algunos siguiendo prácticas internacionales, cumpliendo las exigencias del Gobierno Nacional y de las autoridades distritales de cada ciudad. Son costos implícitos que dependen del tamaño de la organización y el número de empresas. Son varios millones, pero no tengo estimado”.

García también menciona que los vehículos particulares sirven para implementar testeos, por ejemplo, al ingreso de los centros comerciales, para mitigar las congestiones y el distanciamiento social.

Sector mobiliario

Perceptual es una empresa de diseño fundada en 2008, dedicada a la fabricación de mobiliario del hogar, comercial y oficinas. Venden en ocho países, tiene 97 empleados, oficinas y fábricas en Medellín.

Rafael Restrepo, su director comercial, cuenta que antes de la cuarentena estaban preparados para la emergencia, aprovisionados con tapabocas N95 y gafas de seguridad, gracias a que tienen proveedores en China, quienes además les compartieron los protocolos que implementaron en el país asiático.

“Recopilamos datos de ocho empresas que nos enviaron los documentos en chino y los tradujimos entre enero y febrero. Decidimos salir a cuarentena voluntaria en abril”, dice Esteban Aristizábal, gerente general. Además, conocer la situación de sus proveedores en China les permitió aprovisionarse con los precios que tenían los productos antes de la cuarentena.

También se metieron al sector de la salud con la fabricación de tapabocas y muebles hospitalarios, lo que les permitió activarse más rápido, pues el renglón de fabricación de mobiliario está disminuido. “El sector salud se va a tener que fortalecer y nosotros tenemos toda la infraestructura. Así que diseñamos una línea hospitalaria llamada Human que cuenta con camillas, carritos de apoyo, etc, para apoyar la emergencia social y mantener los empleos”, explica Restrepo.

Además, lanzaron una línea de lavamanos portátiles y están trabajando en el desarrollo de contenedores para cremación de cuerpos con COVID-19. La empresa se inscribió en la plataforma Medellín me Cuida y con los videos, fotos y documentos que enviaron en los que se evidenciaban los estrictos protocolos que implementaron, los tomaron como referencias para otras empresas, cuentan los empresarios.

Ahora bien, pese a los esfuerzos de los diferentes sectores por reactivarse, hace falta ver cómo se verán retribuidos en términos de consumo, más aún cuando se comienza a vislumbrar el efecto de las medidas de aislamiento en el grueso de la economía: 11 días de cuarentena en marzo hicieron que el PIB de ese mes se hundiera hasta -4,9 %. Tampoco resulta claro quién terminará asumiendo los costos extras de los protocolos, pues si bien algunas compañías afirman que pueden asumirlos en presupuestos más abultados, hay empresas micro y pequeñas que probablemente tengan que transferirlo al consumidor.

Con todo, la reactivación es un proceso que tomará tiempo y cierta paciencia de todos los actores del ciclo económico para encontrar nuevas oportunidades en el mercado, a la par que se sigue manteniendo la vida como el valor indispensable en la conversación económica.

Por Lucety Carreño Rojas - @LucetyC - lcarreno@elespectador.com

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