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El Gobierno enfrenta una diferencia inusual entre dos de sus ministerios, normalmente alineados.
Comercio defiende un decreto que reduce a cero los aranceles de importación para diez insumos clave de la industria textil, confecciones y calzado; mientras que Agricultura, sin oponerse, ha presentado observaciones técnicas para evitar que la medida termine debilitando la cadena algodonera nacional.
No hay fractura de carteras, pero sí un dilema estructural: cómo impulsar la competitividad industrial sin erosionar la base agroproductiva que la sostiene.
Los números detrás del debate
- 490.000 empleos dependen de la cadena hilados-textiles-confecciones.
- 406.000 personas trabajan directamente en confección de prendas.
- 82,9 % del empleo está en esa fase final, no en la producción primaria.
- 1 año duraría el beneficio arancelario, según el decreto.
La urgencia de Comercio
El Ministerio de Comercio plantea un argumento pragmático: la industria de confecciones está asfixiada por los costos de insumos. En su diagnóstico, existe un “desabastecimiento coyuntural” de materias primas (como hilos de algodón, fibras sintéticas y filamentos artificiales) que amenaza la operación de cientos de talleres y fábricas.
Su salida es permitir, durante un año, la importación sin aranceles de diez subpartidas específicas provenientes de países sin acuerdos comerciales vigentes con Colombia.
La lógica se aplica de este modo: si una fábrica no consigue hilo a precio competitivo, cierra y despide trabajadores. Mejor importar temporalmente que perder la empresa.
La cautela de Agricultura
El Ministerio de Agricultura, en cambio, ha optado por una respuesta técnica y preventiva. No se opone al decreto ni a la política de reindustrialización (de hecho, en su comunicado reafirma su respaldo a esa agenda), pero advierte que abrir sin condiciones el mercado de hilos importados puede debilitar una cadena productiva que el país lleva años intentando reconstruir.
Su postura se centra en proteger la capacidad productiva local de algodón e hilatura, una cadena que conecta campo e industria y que genera empleo rural y urbano. Además, el algodón es estratégico para la sostenibilidad agrícola (por su rotación con maíz, soya y arroz) y para cumplir con las reglas de origen de los tratados comerciales.
El ministerio liderado por Martha Carvajalino plantea condiciones concretas para mitigar los riesgos:
- Controles a la subvaloración, para evitar que los importadores declaren precios artificialmente bajos.
- Verificación de origen, que garantice trazabilidad y evite competencia desleal.
- Mecanismos anti-elusión, para prevenir triangulaciones comerciales.
Lo que está en juego es el tipo de desarrollo que el país quiere consolidar: uno basado en la apertura y la eficiencia de corto plazo, o uno que priorice la articulación entre el agro y la industria.
La verdadera prueba será si esta tensión produce un equilibrio inteligente o termina sacrificando un eslabón de la cadena.
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