“El problema del ser humano es su dificultad para gestionar su ego”: Mario Alonso Puig 

El cirujano y especialista en neuroliderazgo habló con El Espectador sobre el impacto de las emociones en la salud humana y el rendimiento empresarial. Fue uno de los conferencistas más aplaudidos del World Business Forum

Redacción Economía.
07 de junio de 2019 - 01:06 a. m.
Durante su conferencia, Puig destacó la importancia de tener hábitos saludables y procesos mentales conscientes para ejercer un buen liderazgo.  / Valeria Cortés.
Durante su conferencia, Puig destacó la importancia de tener hábitos saludables y procesos mentales conscientes para ejercer un buen liderazgo. / Valeria Cortés.

Mario Alonso Puig, médico cirujano español y quien ha dedicado gran parte de su vida a explorar la relación entre la mente, las emociones y la salud humana, fue uno de los participantes del World Business Forum que finalizó hoy en Bogotá. En entrevista con El Espectador, Puig indicó cuáles actitudes llevan al deterioro de la salud y al bajo rendimiento empresarial, así como también dio una serie de recomendaciones para potenciar sentimientos positivos a diario. 

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¿Cómo nació su interés por buscar el origen de ciertos problemas de salud en la mente y las emociones humanas? 

Es algo que me ha acompañado desde siempre. Parte de la lectura un libro sobre la historia de la medicina en el que se describía que hace 2.500 años médicos griegos habían descubierto que se podía curar con las palabras y que la conexión con los enfermos era clave. Empecé a buscar si había realmente una raíz médica que explicara una conexión entre la mente y el cuerpo, pero en aquella época no se publicaba nada sobre esto.

Vi cómo los enfermos y sus cuerpos reaccionaban de forma diferente dependiendo de la situación emocional de la persona. Y conforme hubo más investigación, noté que efectivamente existía una clarísima conexión entre la mente y el cuerpo, cosa que nadie discute hoy. Empecé a aplicar métodos con mis enfermos y empezaron a decir que notaron cambios importantes no solo en su salud sino en toda su vida. Eso me llevó a expandirlo más allá de las paredes de un hospital. 

¿Qué veía en sus pacientes? 

Desde el siglo XVII creemos que los procesos mentales racionales y los corporales están desconectados, pero la verdad es que un enfermo experimenta muchos cambios emocionales: miedo, ansiedad, momentos de desesperanza, frustración y amargura. Y todo esto tiene un impacto a nivel biológico. De ahí en adelante busqué identificar no solo la parte visible de las enfermedades en mis pacientes, sino también intentar reducir su nivel de angustia intentando comprender su situación.

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Observé que había cambios muy profundos en personas que llevaban mucho tiempo en tratamientos. Con ciertas pautas de acción comenzaban a verse de otra forma. La ansiedad, la desesperanza, la sensación de impotencia son sentimientos muy disfuncionales y hoy se sabe con gran precisión cuáles son los órganos que daña y los sistemas que afecta. Por eso todo lo que acompaña a la enfermedad desde la parte mental nos debe incumbir a todas las personas en cualquier entorno.

¿Es posible hacer “nuevas conexiones” a nivel neuronal para conseguir efectos más positivos en la salud? 

Por supuesto. Si imaginamos el cerebro como un complejísimo ordenador, no tenemos un problema fundamental a nivel físico. Pero sí tenemos un desafío con lo que sería el software, con el proceso mental. Hay procesos que por sí solos pueden llevar a una persona a enfermarse gravemente. Si se consigue cambiar la forma de percibir la realidad y la situación afectiva de una persona, se ha demostrado que hay un impacto a nivel físico. La ciencia ya lleva años respaldando la idea de que la mente y el cuerpo son dos realidades que no se pueden separar. Son como el dorso y la palma de una mano. Este concepto integral en la medicina es clave y el núcleo de la forma de ejercer de algunos de los centros más avanzados del mundo. 

¿Por qué es importante que los líderes de organizaciones, empresas o comunidades generen espacios que potencien la salud emocional y mental de la gente?

Si hablamos de que hay programas mentales que son capaces de inducir o empeorar enfermedades, también podemos afirmar que esos mismos programas reducen la eficiencia de las personas, reducen su capacidad de tomar buenas decisiones, aprender, ser creativos y emprender. Si el directivo de una empresa no lo hace por un tema de salud ocupacional, que lo haga entonces por un tema de eficiencia. Cuando una persona está apasionada con lo que hace y se siente apoyada, mejora su eficiencia y su capacidad de añadir valor a esa empresa. Cuando pensemos en la felicidad de un ser humano, no pensemos que es algo azucarado, estamos pensando también en cómo mejorar la eficiencia de las organizaciones. A veces me sorprendo de lo ciegos que estamos ante esta realidad.

¿Cree que ahora se habla más de estos temas que en el pasado?

Muchísimo más. Yo empecé a hablar de esto hace 23 años, hoy en día es una conversación muy habitual, afortunadamente. Esto nos debe llenar de optimismo y confianza, porque creo que se está generando un despertar. Nos estamos dando cuenta de que hay que volver al humanismo, de que el dinero no puede estar en el centro de la vida. Es volver a reconocer el valor fundamental de la persona y demostrar que es una realidad, que no se queda en algo “de boquilla” (falso). 

¿Qué acciones se podrían implementar a diario para reorientar nuestra actitud y forma de pensar hacia este camino? 

Yo he llegado a la conclusión de que el único problema que tiene el ser humano es su dificultad para gestionar su propio ego. Por eso, lo primero es la gratitud. Hay cosas que a diario damos por supuesto: tener un desayuno, una cama, tener a alguien que nos quiera, todo eso nos parece normal, pero para mucha gente es anormal. 

En segundo lugar, la responsabilidad de hacer de cada día un día extraordinario. Y eso no se puede hacer desde la queja y desde la culpa. Quejarme o culpar a otros por lo que que no tengo. 

En tercer lugar, buscar hacer algo para ayudar a una persona. Hay montones de ocasiones para hacerlo. Y esto tiene una fuerza brutal porque va más allá del ego humano. El ego no es agradecido, culpa, se queja y no se importa por los demás. Sí hacemos estas tres cosas y las incorporamos en nuestras vidas, empezaríamos a vivir de una manera distinta. Ya decía Oscar Wilde que lo más raro de este mundo es encontrar personas que vivan, pues la mayoría solo nos limitamos a existir.

Por Redacción Economía.

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