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Las economías del Sudeste Asiático tendrán que gastar unos US$2,8 billones en proyectos como carreteras, puentes, puertos y ferrovías entre 2016 y 2030 para mantener el crecimiento económico y reducir la pobreza, calcula el Banco Asiático de Desarrollo.
Y aunque China intervino para financiar algunas de esas inversiones con su iniciativa Belt and Road, de casi US$1 billón, los gobiernos del Sudeste Asiático están encontrando soluciones caseras para atraer inversionistas, en tanto evalúan los riesgos de apoyarse demasiado en la segunda potencia económica del mundo.
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El 5 de abril, cuando los líderes de las finanzas de nueve economías de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) se reunieron en Singapur para hacer dos horas de paneles y reflexionar sobre las necesidades de infraestructura de la región, la palabra “China” se pronunció sólo dos veces.
En vez de eso, la discusión, patrocinada por el Banco Mundial presentó una lista de medidas e ideas para atraer financiamiento externo:
-Myanmar creará tres zonas económicas especiales y busca expandir la emisión de bonos soberanos.
-Indonesia exigía a las empresas de seguros y los fondos de pensiones que tuvieran 30 por ciento en bonos soberanos; ahora, puede ser eso o valores relacionados con la infraestructura.
-Vietnam, cuyo mercado bursátil ya equivale a más del 70 por ciento de su PIB, apunta a un mercado de bonos verdes.
-Singapur, un centro global de servicios financieros, está dotando de personal una nueva oficina pública de infraestructura con la intención de convertirla en un centro regional para el financiamiento innovador de proyectos.
El Sudeste Asiático ya se está beneficiando con el dinero japonés. Datos de BMI Research muestran que las inversiones japonesas en infraestructura regional hechas desde la década pasada —tanto concluidas como en marcha— ascendieron a unos US$230.000 millones, mientras que las de China alcanzaron cerca de US$155.000 millones.
Además, la campaña de infraestructura de China presenta desafíos que los Gobiernos de ASEAN preferirían evitar. Suele mencionarse el caso del puerto de Hambantota en Sri Lanka como advertencia sobre una economía que se endeuda mucho firmando acuerdos de préstamo y perdiendo el derecho sobre activos a manos de China.
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La directora del FMI, Christine Lagarde, subrayó algunos de los riesgos en un discurso pronunciado en Pekín el 12 de abril. Mencionó el desafío de “asegurarse de que Belt and Road vaya sólo adonde se la necesite” y advirtió acerca de la posibilidad de que fracasen los proyectos y se malversen los fondos.
El 5 de marzo, el Center for Global Development, con sede en Washington, publicó un informe en el que destacó a ocho países que podrían “sufrir problemas con su deuda debido al financiamiento relacionado con Belt and Road”, en tanto todos tienen razones entre deuda y PBI peligrosamente elevadas y a China como principal acreedora. Uno de esos ocho es Laos, cuya deuda bruta para este año es estimada por esta institución en 70,3 %, tras registrar 69 % en 2017.