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Crecí en un entorno que no esperaba la quincena o el final de mes. Mi papá, sin ser un hombre con cartones y títulos universitarios, tenía muy claro cómo construir capital y aunque siempre lo hizo con labores intensivas en mano de obra, de manera empírica, poco a poco nos fue enseñando que todos en la casa estábamos en la capacidad de crear un valor económico. De mi mamá, que fue la que terminó renunciando a su desarrollo profesional para convertirse en la guía de un hogar con cuatro hijos hombres, aprendí probablemente las mejores clases de negociación que ni siquiera conseguí pasados mis 30 años en las clases de mi MBA en una de las mejores escuelas de negocios de Colombia. La vi en acción toda mi vida comprando el mercado, “la ropa para este batallón”, decía; los útiles escolares, los arreglos de la casa. Siempre conseguía que los vendedores bajaran incluso a la mitad sus precios. Ella manejaba nuestra vivienda y sus números mejor que cualquier ingeniero industrial dueño de un programa de finanzas personales. Siempre llegaba al final de mes con algo de plata.
Pero en el colegio y en la universidad nunca me enseñaron a emprender. Al contrario, fui de las generaciones uniformadas a las que siempre nos metieron en la cabeza que había que conseguir un empleo, cuidarlo, hacer más de lo que pedían en la oficina, quedarse hasta tarde, trabajar el fin de semana, hacer un poquito más y, con mucha disciplina, conseguir un contrato, ascender y ponerse como objetivo llegar a lo más alto de esa organización. Eso que todavía llaman una carrera empresarial o corporativa.
Sin embargo, y con la fortuna que trae el periodismo, esa de abrir la cabeza y pensar más allá de lo que se tiene en frente, he conocido el ancho y el hondo del emprendimiento, tanto que por esa razón nació este espacio de Emprendimiento y Liderazgo en El Espectador. Y, tras muchas conversaciones con amigos y amigas, colegas, emprendedores de pequeña escala, en las ferias de barrio o de centro comercial, pero también con aquellas que ya la sacaron del estadio con sus startups de millones de dólares, siempre me quedaba una pregunta en la punta de la lengua: ¿Cómo incentivar el emprendimiento desde el colegio y la universidad?
Así que, tras hacerle esa pregunta a, precisamente, cuatro personas que están en el sector de la educación, les quiero dejar a continuación sus reflexiones, pero antes, en medio de la reportería para escribir este texto, varias personas me recomendaron que viera la charla TED de Cameron Herold, y por eso comparto unos cuantos mensajes que de él me quedaron ya grabados en mi cabeza:
“Los niños, cuando crecemos, tenemos sueños, pasiones y visiones, y de algún modo esas cosas se nos aplastan, y se nos dice que tenemos que estudiar más, concentrarnos más, y conseguir un tutor. Mis padres me consiguieron un tutor de francés y todavía soy malo en francés”.
“Hace dos años fui el conferencista más votado en el programa de la maestría empresarial del MIT. Era un evento de oratoria en frente a grupos de emprendedores de todo el mundo. Cuando estaba en segundo grado, gané un concurso de oratoria de mi ciudad, pero nadie dijo nunca: ”Hey, este chico es buen orador. Él no puede concentrarse, pero le encanta andar por ahí animando a la gente”. Nadie dijo: entrénenlo en oratoria. Me pusieron un tutor en lo que yo era malo”.
“Deberíamos criar niños para ser emprendedores en vez de abogados. Y, por desgracia, el sistema escolar está preparando este mundo para decir: “seamos abogados o médicos”, pero estamos perdiendo una oportunidad porque nadie dice: “sé un emprendedor”“.
“Los emprendedores son personas que tiene estas ideas, pasiones o ven esas necesidades en el mundo y deciden ponerse de pie y hacerlo. Ponemos todo en línea para hacer que las cosas sucedan. Nos rodeamos de las personas que quieren construir con nosotros esos sueños”.
“Si pudiéramos hacer que los niños adopten la idea, a una edad temprana, de ser emprendedores, podríamos cambiar todo lo que hoy en el mundo es un problema. Para cada problema existe alguien que tiene la respuesta”.
“La obligación que tenemos como padres y como sociedad es empezar a enseñar a los niños a pescar en vez de darles el pescado”.
Y el resto de la charla habla de condiciones de déficit de atención de grandes CEO´s, como el de Apple, pero de su capacidad de pensar distinto y hacer cosas increíbles; del porqué hay que despertar el espíritu emprendedor en los niños que así lo deseen, de la diatriba entre si se hace o se nace emprendedor, a lo que él responde de manera muy pragmática: si no encajas en el molde tradicional, puedes empezar a entender el mundo de los negocios desde temprana edad buscando soluciones a problemas que seguramente vas a identificar porque piensas distinto, y eso se puede hacer con la idea de no crecer para ir en busca de un trabajo, sino en la de crear compañías basadas en tus fortalezas y con las que se puedan emplear a otras personas.
Emprendimiento: una visión que va más allá de una materia entre muchas materias
“Emprender no debería concebirse como un fin, sino como un medio para alcanzar metas y propósitos concretos. Una empresa o proyecto no es un trofeo que se gana por el simple hecho de existir, sino una herramienta para resolver problemas, generar valor y transformar realidades. Cuando el emprendimiento se plantea como objetivo en sí mismo, corre el riesgo de ser superficial, efímero o motivado por razones equivocadas. Por el contrario, si se entiende como un proceso para materializar ideas con sentido, su impacto y sostenibilidad aumentan. Y ese cambio de enfoque debe empezar desde la formación escolar y universitaria”, dice Andrés Tamayo, mentor del Centro de Emprendimiento de la Universidad de los Andes.
Y, entonces, ¿cómo pensar esta realidad desde el colegio o la universidad? “Las instituciones educativas en Colombia tienen un papel estratégico para promover esta visión. No se trata únicamente de incluir una asignatura de “emprendimiento” en el plan de estudios o enseñar técnicas de mercadeo y finanzas. El verdadero reto está en cultivar habilidades y actitudes que permitan a los jóvenes reconocer oportunidades, trabajar de manera colaborativa y perseverar ante la incertidumbre". Sí, todo parece cobrar sentido en la línea con lo que dice Cameron Herold: ser emprendedor es algo cool, no es algo malo, si trabajamos en nuestras pasiones sin que nadie las aplaste.
“Para despertar ese espíritu emprendedor hay que empezar por sembrar una semilla. La clave, creo yo, es que los jóvenes se conecten con su entorno. Que busquen problemas reales: A veces el mejor negocio está en algo que les molesta en su día a día. ¿Qué tal si, en lugar de solo quejarse, piensan en una solución? Aprender haciendo y, sin miedo, a equivocarse. Hay que animarlos a crear proyectos, a probar cosas, a caerse y a levantarse de nuevo. Eso, al final, es emprender", apunta Harry Matiz Bernal, Coordinador del Centro de Emprendimiento y docente de la Universidad del Norte.
Y más que un sueño, hay que meterse la mano al bolsillo y pensar en el ajuste del modelo educativo. Así lo ve Alejandro Useche, profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario: “Esta es una decisión estratégica, es decir, aquellas instituciones que se pongan en la tarea de fomentar el emprendimiento deben tener en cuenta que esta decisión implica ajustes de los planes de estudio, también adaptaciones de los perfiles de sus estudiantes, de sus egresados, también requiere de profesores expertos en el campo de fomentar un ambiente, hoy lo llaman ecosistema, que propicie no solamente la formación en conocimientos teóricos, sino también la práctica del emprendimiento y el desarrollo de habilidades prácticas”.
Una hoja de ruta para emprender desde los pequeños
Estos cuatro pasos propone Tamayo, el mentor del Centro de Emprendimiento de la Universidad de los Andes:
- El autoconocimiento: Antes de pensar en un modelo de negocio, los estudiantes necesitan identificar sus fortalezas, intereses y motivaciones. Una persona que trabaja en algo que le apasiona tiene más probabilidades de mantenerse enfocada y superar los momentos difíciles. Sin embargo, el contexto actual, marcado por la inmediatez y la búsqueda de resultados rápidos, dificulta ese compromiso a largo plazo. Por ello, la escuela y la universidad deben enseñar que los proyectos sólidos requieren tiempo, disciplina y constancia, y que el éxito rara vez llega de forma instantánea.
- El pensamiento creativo: Emprender implica ver lo que otros no ven, detectar necesidades insatisfechas y generar soluciones novedosas. Esto no se logra con un ejercicio aislado de “lluvia de ideas”, sino con metodologías que entrenen la capacidad de pensar de manera divergente para producir alternativas y convergente para evaluarlas y seleccionarlas. Un entorno educativo que estimule la curiosidad, el cuestionamiento y la exploración de diferentes enfoques prepara a los estudiantes para afrontar problemas complejos con propuestas viables y originales.
- Capacidad de trabajar en equipo: La figura del emprendedor solitario es más mito que realidad. Los proyectos de alto impacto requieren la integración de diferentes habilidades y perspectivas. Por ello, es clave que la educación fomente la cooperación por encima de la competencia individualista, promoviendo experiencias donde los estudiantes aprendan a coordinar esfuerzos, resolver conflictos y construir confianza mutua. Formar equipos inteligentes y redes de apoyo es una de las inversiones más valiosas para el éxito de cualquier iniciativa.
- La comunicación: Una idea, por brillante que sea, necesita ser comprendida y compartida para convertirse en realidad. Esto exige, más que hablar bien en público, saber estructurar un mensaje claro, adaptarlo al interlocutor y transmitirlo de forma que despierte interés y adhesión. Las habilidades comunicativas permiten atraer aliados, convencer a potenciales clientes e inspirar a quienes pueden aportar recursos o conocimientos. Un proyecto mal explicado es un proyecto que probablemente nunca verá la luz.
Matiz Bernal, Coordinador Centro de Emprendimiento y docente Universidad del Norte, también nos deja cuatro carriles en esta autopista del desarrollo empresarial desde los primeros años:
- Dejar que sean creativos: Hay que darles un espacio para pensar libremente, sin el miedo a que su idea suene “loca”. De las ideas más descabelladas a veces salen las mejores innovaciones.
- Aprovechar lo que tienen a mano: Con la tecnología de hoy, pueden validar una idea o crear un prototipo en cuestión de horas. Hay que enseñarles a usar esas herramientas a su favor.
- Contarles historias de emprendedores jóvenes: Esto es clave, que vean como otros jóvenes de su región han logrado emprender y ser exitosos. Cuando les comparten estas historias de lucha, fracasos muchas veces y resiliencia, de verdad los inspira mucho a animarse, ya que se sienten conectados.
- Ayudarlos a encontrar un propósito: Cuando un joven entiende que su proyecto puede generar un impacto positivo en la sociedad o en el medio ambiente, el emprendimiento deja de ser una simple idea para convertirse en una verdadera pasión.
Alejandro Useche, de la universidad del Rosario, también nos ofrece sus cuatro puntos clave:
- Punto de partida: decisión estratégica, planes de estudio, adaptaciones de los perfiles de sus estudiantes y profesores expertos en el ecosistema, todos estos elementos deben ser tenidos en cuenta por las directivas de los colegios, porque van a implicar un compromiso muy grande de recursos, de personas, generan expectativas tan grandes de los padres, estudiantes, egresados, la comunidad y finalmente van a poner un sello distintivo en los egresados que se formen bajo un modelo que fomente el emprendimiento. En el colegio los estudiantes podrían en su formación en emprendimiento recibir clases en las que se revisen aspectos teóricos del emprendimiento, los conceptos; pero también habilidades fundamentales para que estén en capacidad de gestionar sus propios proyectos. Ahí entonces entran a jugar las que se llaman habilidades blandas, que tienen que ver con cualidades, competencias personales que los van a ayudar no solamente a ser buenos emprendedores, sino a ser más exitosos y a desenvolverse mejor en cualquier campo de acción que ellos elijan
- Las instituciones de educación superior: En el caso de programas universitarios de pregrado o posgrado de emprendimiento, aparte de profundizar en los aspectos conceptuales y en la formación en habilidades blandas, considero que se puede tener un alcance mayor, ya que se podría ir hasta una fase de prototipado, es decir, a que la idea de negocio se convierta en un producto tangible o en un servicio que efectivamente se pueda ofrecer a unos clientes. Y si se cuenta también con la manera de acceder a recursos financieros, se podría incluso crear una empresa y ponerla en marcha. Entonces, repito, segundo paso, hay que definir objetivos y alcance del proceso de formación en emprendimiento.
- El emprendimiento no es algo etéreo: Es un campo formal del conocimiento y por lo tanto requiere de personas especializadas, conocedoras del mismo, para enseñarlo. Tengamos en cuenta en este sentido que no solamente se trata de poner una materia que se llame emprendimiento en el colegio, en la universidad, sino que esta formación implica una serie de elementos, dentro de los cuales se incluyen la innovación, la gestión de proyectos, la formación en habilidades blandas, incluso conocimientos un poco más especializados para producción de un bien o prestación de un servicio, logística, finanzas. Hay que pensar bien y definir cómo los expertos en el campo pueden plasmar en los planes de estudio esta intención de apoyar el emprendimiento y también desarrollar actividades prácticas para que el proceso no sea, solamente, digámoslo así, en un tablero o que consista en la repetición de unas teorías, sino que efectivamente lleve al desarrollo de habilidades prácticas por parte de los estudiantes.
- Crear un adecuado ecosistema de emprendimiento: ¿Qué quiere decir esto? Que si bien es cierto hay una serie de actividades que a nivel interno se pueden hacer en colegios y universidades, como ya lo he dicho, es indispensable que haya una conexión con el entorno externo. Y esto se logra a través de alianzas con empresas, de visitas de empresarios, de experiencias con emprendedores, no solamente emprendedores exitosos, sino también personas que han tenido problemas e incluso fracasos en sus emprendimientos, porque creo que ahí se aprende mucho más de lo que en la práctica implica ser emprendedor. Debe conectar la formación en emprendimiento con las fuentes de financiación, que es uno de los grandes problemas. Entonces, qué bueno que haya esa conexión entre instituciones educativas, empresarios, fuentes de financiación, para que ese ecosistema permita efectivamente una formación teórico práctica en el emprendimiento.
Y el Gobierno, ¿qué? La entidad articuladora del ecosistema emprendedor colombiano se llama Innpulsa y desde allí se tiene una iniciativa llamada Zasca Jóvenes. “Su objetivo es promover la innovación, la reindustrialización y una cultura empresarial en los jóvenes, generándoles habilidades tecnológicas y blandas para impulsar el emprendimiento juvenil y cerrar brechas de talento en el sector TI entre jóvenes participantes, con edades entre los 15 y 28 años”, me dijeron.
“La iniciativa cuenta con The Biz Nation como aliado. Actualmente se desarrolla en las ciudades de Quibdó, Riohacha y Cartagena y atiende a 70 jóvenes de población vulnerable en cada una de ellas, quienes reciben fortalecimiento en los componentes de desarrollo del ser, desarrollo productivo y desarrollo comunitario, así como acompañamiento técnico en programación, bases de datos, redes, arquitectura de software y metodologías ágiles, integrando también el inglés, talleres de mentalidad y cultura, y retos comunitarios y empresariales para proponer soluciones integrales a problemas reales de su comunidad”, detallaron en una respuesta vía correo electrónico.
El asunto está, claro, en aprender a entender que todos no somos iguales, es decir, no a todos nos deberían alinear para ser los mejores candidatos para un trabajo, y tampoco debería creerse que todos debemos ser emprendedores. La tarea de los colegios, de los padres, de las universidades, de la familia, del entorno como un todo, está en saber identificar las fortalezas de nuestros hijos e hijas y llevarlas a los niveles más altos, no marchitarlas para tratar de que encajen en donde a veces no deberían estar.
Me quedo en este cierre de este contenido, en medio de la reflexión que me ha acompañado todos estos años, con el mensaje final que me dio Andrés Tamayo, mentor del Centro de Emprendimiento de la Universidad de los Andes: “Como mentor del centro de la Universidad de los Andes y como director de Preludio, he aprendido que para incentivar el emprendimiento desde la escuela y la universidad es necesario preparar a los estudiantes para que se conozcan, piensen de manera creativa, cooperen con otros y se comuniquen eficazmente. Cuando estas habilidades se desarrollan de forma integral, el emprendimiento deja de ser una meta abstracta y se convierte en una herramienta concreta para alcanzar objetivos personales y generar impacto social y económico”. Y todo esto, ¿por qué y para qué? Porque “en un país como Colombia, ésa es una apuesta que no podemos darnos el lujo de postergar”.
Si conoce historias de emprendedores y sus emprendimientos, escríbanos al correo de Edwin Bohórquez Aya (ebohorquez@elespectador.com) o al de Tatiana Gómez Fuentes (tgomez@elespectador.com). 👨🏻💻 🤓📚
