La economía de la felicidad

Medir el bienestar de las personas con base en el ingreso quedó en el pasado. Lo último es incluir aspectos subjetivos para ampliar la noción de calidad de vida. ¿Está Colombia preparada para ello?

Paula Delgado Gómez - @PaulaDelG
10 de noviembre de 2019 - 02:00 a. m.
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En una escala de cero a diez, ¿cómo calificaría su satisfacción con la vida?

Ahora que tiene una cifra en mente piense cómo llegó a ella, qué factores influyeron en la decisión y qué importancia le dio a cada uno.

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Esta percepción del bienestar ha venido tomando fuerza en los últimos años, a tal punto que se ha cuestionado si el nivel de riqueza llega a ser tan determinante como conseguir el empleo deseado, y cuál de los dos corresponde mejor a la idea de tener calidad de vida. Las llamadas estadísticas subjetivas se han vuelto un movimiento en marcha del cual se habla cada vez más, especialmente en Latinoamérica.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) lleva casi una década defendiendo la premisa de que el bienestar es un concepto multidimensional que requiere de una medida multidimensional y ahora lo lidera. Sin embargo, no fueron los primeros en poner el tema en la agenda pública. El Banco Mundial ya lo había hecho en los 2000, con un informe que respaldó la idea de que, más allá de la riqueza, “los individuos tienen una menor tendencia a reportarse felices cuando la desigualdad es alta”. El asunto está fuertemente asociado con la percepción de bienestar, concluyó.

Actualmente, todas las grandes organizaciones tienen su propio índice de bienestar subjetivo y la mayoría de los países lo aplican. En todas estas mediciones se parte de la pregunta de qué tan satisfecha está una persona con su vida y cuál es su nivel de felicidad en los dominios de salud, riqueza, trabajo, redes sociales, esparcimiento, entre otros. Aunque estos indicadores provienen de parámetros de bienestar universales, no son absolutos, por lo que varios países han incluido aspectos adicionales que son importantes para su contexto e historia, como la espiritualidad.

Hasta hace muy poco, el mayor referente de la situación de un país era el Producto Interno Bruto (PIB), entendido como la suma de todos los bienes y servicios producidos. Desde esa perspectiva, Colombia ocupa la posición 110 en el ranquin de países con mayor ingreso per cápita (relación entre el tamaño de una economía por valor monetario y el número de habitantes que tiene) con US$6.651 anuales, según el Banco Mundial. Desde los 90 hizo carrera la práctica de comparar los países con base en el índice de desarrollo humano de Naciones Unidas, que mide los avances en salud, educación y riqueza. Para 2018, Colombia ocupó el puesto 90 entre 189 países analizados, por “la situación de inequidad que vive el país”.

Sin embargo, Colombia está en el lugar 43 entre 156 países del índice global de la felicidad de Naciones Unidas, el cual indaga si las personas se sienten afortunadas y tienen la mejor vida posible. Una posición destacada si se compara con las clasificaciones antes mencionadas. El Informe Mundial de la Felicidad se hizo por primera vez en 2012 y desde entonces se repite cada año con el objetivo de demostrar que la calidad de vida de las personas puede evaluarse de manera coherente, confiable y válida mediante una variedad de medidas subjetivas de bienestar que pueden decirnos mucho sobre la situación de los países.

Un año antes (2011) la OCDE creó el Better Life Index (índice para una vida mejor), que se compone de 11 criterios que contribuyen al bienestar de las personas: vivienda, ingresos, empleo, comunidad, educación, medio ambiente, compromiso cívico, salud, satisfacción, seguridad y balance vida-trabajo, los cuales, a su vez, se componen de varias mediciones. Dado que este se calcula en los 34 países miembros de la OCDE (la mayoría de las economías desarrolladas del mundo) y otros seis que son socios, es posible hacer comparaciones a través de una herramienta interactiva que incluso invita a los usuarios a asignarle la importancia que quieran a cada tema y crear su propio ranquin. Este sencillo ejercicio le ha ayudado a la OCDE a tener una idea de lo que para las personas significa tener una buena vida, según sus prioridades.

En su última versión, la OCDE muestra que Colombia se ubica por debajo del promedio de los demás países monitoreados en todos los aspectos, excepto salud, y, en consecuencia, tiene un menor nivel de satisfacción con la vida, con una calificación de 6,3 sobre 10. Los peores puntajes los tienen los criterios de ingresos (0,4), balance vida-trabajo (0,9), seguridad (1,2) y educación (1,4).

Pero no todas nuestras referencias son externas. En Colombia, el primer sondeo de percepción lo hizo el Departamento Nacional de Planeación (DNP) en 2015, cuando a la Encuesta de Percepción Ciudadana se le agregó un módulo de bienestar subjetivo basado en las preguntas de la OCDE para elaborar los estudios “Primer diagnóstico de felicidad para Colombia” y “Determinantes del bienestar subjetivo en Colombia”. En octubre de este año, el DANE incluyó un módulo de capital social en la Encuesta de Cultura Política, producto de su adhesión a la Comunidad Estadística de la OCDE, que mide el bienestar integral desde el relacionamiento, las redes de confianza, la acción colectiva, la cohesión social y la inclusión. El tema se menciona someramente en las bases del Plan Nacional de Desarrollo.

En el pasado, el DANE agregó preguntas sueltas de percepción en operaciones como el censo agropecuario, el censo de población y la encuesta de calidad de vida. Juan Daniel Oviedo, director de la entidad, aseguró que el país tiene por primera vez una encuesta que mide integralmente esa percepción y que están comprometidos con continuar construyendo métricas de bienestar. De hecho, actualmente trabajan con el Ministerio de Justicia en dos nuevas operaciones subjetivas: la encuesta de necesidades jurídicas y la encuesta de consumo de sustancias psicoactivas.

Otro de los ejercicios que más le dejó información valiosa al país fue el estudio que hizo el DNP a mediados de 2018 para encontrar los determinantes de bienestar subjetivo de los colombianos. El documento señala que lo más valorado es la salud, seguida por el ingreso monetario, la estabilidad laboral y el acceso a seguridad social, la tenencia de celulares y el matrimonio o cualquier relación sentimental cercana. Por el contrario, los mayores niveles de insatisfacción los explican no gozar de buena salud, tener a cargo una persona en condición de discapacidad o haber sido víctima de la delincuencia o de algún desastre natural.

No obstante, la medición más antigua con estadísticas subjetivas en Colombia la tiene la Red de Ciudades Cómo Vamos, que comenzó a publicar información basada en percepción ciudadana hace 21 años en el frente social, económico, urbano, ambiental y de gestión pública. A la fecha, la encuesta se aplica en 40 municipios (20.000 personas), con el objetivo de medir el bienestar localmente, y en la mayoría de ellos tiene gran importancia porque es la única herramienta de su tipo. “Vimos la necesidad de subsanar información que no se recogiera a través de datos oficiales o que no tuviera el nivel de desagregación necesario para tener una muestra clara de lo que está pasando en una ciudad y cerrar esas brechas”, explicó Luis Hernán Sáenz, coordinador de la Red. También querían ver si lo que los datos objetivos decían de la pobreza, por ejemplo, coincidía con la satisfacción de la gente.

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¿Nuestros sentimientos son importantes?

Los economistas más ortodoxos desestiman la validez de estos ejercicios por su alto componente de subjetividad. “La medición es muy debatible, es sesgada, no es un dato exacto como cuánto me gano, sino una medida de percepción que se ve influida por muchos factores”, explicó Felipe Castro, subdirector del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina. La OCDE argumenta que “los sentimientos y las evaluaciones de las personas sobre sus propias vidas son consideradas tan importantes para determinar su bienestar como sus condiciones objetivas de vida”. Quienes aplican estos modelos son conscientes de que las respuestas varían según el momento en que se pregunte y el estado de ánimo de las personas, pero los defienden: “El tema ya fue inventado y está relativamente estandarizado en su medición, preguntas y escalas y ha dado resultados consistentes. Estadísticamente es una buena medición, se mantiene en el tiempo”, dijo Castro.

Otro de los riesgos que se deben manejar es el de las expectativas, pues mientras algunos aspiran menos, por la dureza de las condiciones con que han vivido, otros ponen la vara muy alta. La clave está en graduar esas perspectivas para no generar conformidad, sino ofrecerles a las personas condiciones que les permitan empoderarse, como han advertido desde la academia. También está el hecho de que las políticas públicas no buscan atender a personas en particular y las encuestas subjetivas indagan en qué medida cumplo mis expectativas como persona y logro una realización, pero no se puede abordar ese punto del bienestar integral sin antes haberle garantizado a la gente unas condiciones mínimas.

Por otro lado, de acuerdo con Castro, es un tema difícil de entender y se debe comunicar con cautela, dado que a la gente le molesta que el gobierno se meta con su felicidad, “que me vengan a hablar de eso cuando logré una mejor vida gracias a mí y a pesar de usted y la corrupción y la polarización y limitado acceso a salud o pensión… hay una disyuntiva”. Según el economista, los debates los deben dar los académicos, pero el gobierno debe analizar la información internamente para entender cómo impactan esas variables en la vida de las personas, “debe ser una herramienta de gestión para que las alcaldías locales entiendan cómo llevar mayor bienestar subjetivo a los ciudadanos, como lo que está haciendo Bogotá con los Centros de felicidad, espacios públicos para que la gente haga algo en su tiempo libre”.

La solución parecer estar en cruzar las estadísticas subjetivas con las estadísticas económicas duras para tener un panorama más completo. Tanto el Better Life Index como el Informe Mundial de la Felicidad, incluso nuestras operaciones locales, se apoyan en datos más concretos, como la riqueza, el desempleo y los años de escolaridad, y los contrastan con el nivel de satisfacción con la vida, la percepción de seguridad y la confianza en las instituciones públicas, por mencionar algunos. “No nos podemos quedar solo con esa información, hay que mirar otros temas, otros enfoques, otras escalas. Hay todo un trabajo por hacer”, señaló Eduardo Wills, profesor de la Universidad de los Andes y experto en bienestar subjetivo.

Esto permite encontrar los casos en que los datos oficiales muestran hechos muy distintos a los que arrojan las mediciones de percepción, como sucede con frecuencia con el tema de seguridad, es aquí donde la subjetividad da un gran aporte a la formulación de políticas públicas, “una cosa son las tasas de homicidios, victimización y hurtos, que pueden ser muy buenas, pero otra cosa muy distinta la percepción, que puede ser muy mala, usualmente no van de la mano”, señaló Castro.

Lo interesante de esta triangulación es que termina por explicar cómo en un país como Colombia, con tantas necesidades básicas insatisfechas, inestabilidad política, crisis institucional y corrupción, la gente se siente relativamente bien. Wills asegura que esa es la paradoja que hay que pensar: “Sería una contribución muy importante a la discusión dejar de entender el desarrollo como nos lo han traído desde afuera; es una forma diferente de ver la realidad social y entender sus problemáticas”. De hecho, su experiencia en campo aplicando estas mediciones le permitió comprobar que quienes tienen mayor nivel de esperanza tienen mayor satisfacción con su vida. Aquí aparecen, por ejemplo, las víctimas del conflicto o la población desplazada, sin mencionar el peso que tiene el componente espiritual, pues “la gente se preocupa mucho por encontrarle un sentido a la vida”.

Todas las mediciones coinciden en que, a pesar de la falta de desarrollo, los países de América Latina tienen mejores niveles de bienestar de lo esperado por la importancia que los ciudadanos les dan a las relaciones personales, especialmente a la familia, pues mantener contacto con nuestra red cercana implica compartir emociones positivas. “A la región le va mejor en temas de percepción que en medidas duras, básicamente porque tenemos vínculos bastante cercanos, nuestras carencias materiales se ven sustituidas por prácticas afectivas”, dijo Castro, quien en el pasado lideró el tema de bienestar subjetivo en el DNP como director de Seguimiento y Evaluación de Políticas Públicas.

Pero ¿cómo llevar esas métricas a la política pública? Esa es la discusión de esta era. “Uno de los desafíos importantes de las oficinas estadísticas será definir métricas de bienestar subjetivo y de caracterización social e incorporarlas como un insumo para orientar el desarrollo de los países”, señaló Oviedo. Lo cierto es que el tema aún no es prioritario para el Gobierno. La mayoría de los académicos coinciden en que no se le ha dado la importancia que merece, a pesar de que estas estadísticas (que permiten desglose) ayudan a entender a fondo las problemáticas de una sociedad.

Según el economista Felipe Castro, hoy por hoy “las políticas públicas están muy centradas en lo económico, lo social y lo ambiental, pero no ven que en últimas lo importante es que pueden ayudar a generar bienestar para las personas”. Por eso, a pesar de que se tienen los datos, “no hay interés en trabajar con ellos. En esto coincide Sáenz, para quien, dada la dinámica de la política en Colombia, todavía hay muchos problemas para que la toma de decisiones esté basada en la evidencia de datos oficiales o, más aún, en encuestas de percepción.

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Con todo, la experiencia de Cómo Vamos ha sido positiva, pues la información ha tenido incidencia en la toma de decisiones por parte de los gobiernos locales y demás actores interesados, sin mencionar que la organización ha abierto espacios de diálogo y participación ciudadana y promovido la creación de mesas técnicas para que los actores involucrados generen proyectos que atiendan esas problemáticas. “El mecanismo ha mostrado ser útil -concluyó Sáenz- para generar discusiones y para que la información sea tenida en cuenta por las autoridades”.

*Si le interesa participar en un proyecto global sobre bienestar que lidera, junto con varias universidades, la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes y cuyo investigador principal es el profesor Eduardo Wills, ingrese a: https://ww3.umfragecenter.de/uc/UniStGallen/b1c8/

Por Paula Delgado Gómez - @PaulaDelG

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