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A las seis de la mañana, mientras una población de los colombianos se prepara para su jornada laboral en un empleo “estable”, cerca de la mitad de las personas edad de trabajar continúa sin empleo. No fichan tarjeta, no reciben seguridad social y, posiblemente, no pagan pensión ni salud. Sin embargo, la economía del país funciona con ambos, a pesar de que estén fuera del mercado laboral.
Durante el primer trimestre de 2025, la informalidad laboral en Colombia alcanzó 57,2 % de la población ocupada, según el más reciente informe del DANE. Más de la mitad del país trabaja sin contrato, sin garantías. Y aunque no es nuevo, sí es grave: es la primera vez en cinco años que la tasa aumenta en este mismo periodo, tras cuatro trimestres de arranque de año consecutivos de caída.
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La curva que dejó de bajar
Entre enero y marzo de 2024, la informalidad se había reducido a 56,3 %. Doce meses después, subió casi un punto: parece poco, pero equivale a decenas de miles de trabajadores que volvieron —o nunca salieron— del margen.
En las 13 principales ciudades y áreas metropolitanas, donde se concentra gran parte del empleo formal del país, la informalidad también creció: pasó de 41,4 % a 43,1 %.
En contraste, en los centros poblados y el campo, la situación bordea lo crónico. Allí, 84,1 % de las personas ocupadas trabaja por fuera del sistema. Lo que en la ciudad es una preocupación, en la ruralidad es simplemente la norma, pues se mantuvo sin cambios en contraste con el mismo periodo de 2024.
- Población del país: 51,8 millones.
- Población en edad de trabajar: 40 millones.
- Fuerza de trabajo: 26,1 millones.
- Ocupados: 23,3 millones. (57,7 %), seis de 10 son hombres, cuatro son mujeres.
- Desocupados: 2,7 millones. (10,5 %), cuatro de diez son hombres, seis son mujeres.
- Población fuera de la fuerza de trabajo: 14,3 M., de los cuales tres de diez son hombres y siete son mujeres.
- Informalidad: 57,2 %.
¿Dónde hay más informalidad en Colombia?
En Sincelejo, la capital del departamento de Sucre, casi siete de cada diez trabajadores son informales (68,9 %). Riohacha y Valledupar le siguen de cerca, con 64,8 % y 64,4 %, respectivamente.
En el otro extremo están Manizales (35,1 %), Pereira (38,1 %) y Bogotá (38,2 %), donde los índices son comparativamente menores, aunque no exentos del fenómeno. Aun en la capital del país, más de un tercio de quienes trabajan lo hacen por fuera del radar de la legalidad laboral.
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¿A quiénes golpea más la informalidad?
Los hombres, en promedio, tienen mayores tasas de informalidad que las mujeres. Para este trimestre, 59,3 % de los hombres ocupados eran informales, frente al 54,2 % de las mujeres.
Pero la diferencia no debe engañar, ya que la informalidad femenina también creció, tanto a nivel nacional como urbano.
En las principales ciudades, por ejemplo, el porcentaje de mujeres informales pasó de 40,8 % a 42,3 %. Aunque la cifra es menor que la de los hombres (43,9 %), representa un retroceso, especialmente considerando que muchas mujeres ya enfrentan barreras adicionales para entrar al mercado laboral: cuidado no remunerado, discriminación salarial, violencia económica.
El panorama no mejora mucho al mirar el conjunto nacional. Aunque las mujeres son mayoría poblacional, su peso en el mercado laboral sigue rezagado. Apenas 53,2 % está en la fuerza de trabajo, frente al 76,8 % de los hombres. Y mientras 7 de cada 10 hombres en edad laboral tienen un empleo, solo lo logran 4,5 de cada 10 mujeres.
Por otro lado, el desempleo femenino (13,9 %) casi duplica al masculino (8,0 %). Y entre quienes están completamente fuera del mercado, dos de cada tres son mujeres.
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Microempresas en la radiografía
Uno de los focos de mayor concentración informal es el universo de las microempresas. Allí, 85,7 % de los trabajadores no están formalizados. Esta cifra va en aumento: creció 1,2 puntos porcentuales respecto al mismo trimestre de 2024.
En contraste, en las pequeñas empresas —que ya están algo más integradas al sistema económico— la informalidad cayó: de 22,5 % a 20,3 %.
Jóvenes con más empleo
Hay un dato que no suena mal: la tasa de ocupación juvenil subió. Para el primer trimestre de 2025, 45,9 % de los jóvenes entre 15 y 28 años estaba trabajando, dos puntos porcentuales más que hace un año.
Pero el matiz aparece al mirar más allá del número. Ese aumento vino, sobre todo, de quienes se lanzaron a rebuscársela por cuenta propia.
Aunque el desempleo juvenil bajó de 20 % a 17,1 %, la informalidad sigue siendo la autopista más transitada para empezar a trabajar.
Aun así, la cifra más punzante sigue siendo la de los llamados Ninis —jóvenes que ni estudian ni trabajan—. Aunque el número bajó de 2,94 a 2,68 millones en un año, uno de cada cuatro jóvenes en edad laboral sigue al margen de cualquier circuito productivo o educativo.
La carga, otra vez, se inclina hacia las mujeres: ellas representaron más del doble de los hombres en esta condición (16,3 % frente a 8,0 %).
Más allá del regreso a una mayor tasa de informalidad, los retos de la reforma laboral se cocinan a fuego lento, con críticas de analistas y empresarios y el escepticismo casi inevitable de la fuerza laboral colombiana frente a un cambio real en un empleo con garantías.
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