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¿Quién controla los minerales de la transición energética? Cada vez menos manos

Un informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE) advierte que el suministro de minerales esenciales para la transición energética, como el litio y el cobre, se concentra cada vez más en unos pocos países, lo que aumenta los riesgos para la seguridad global.

Daniel Felipe Rodríguez Rincón

04 de junio de 2025 - 05:59 a. m.
Vista aérea de las piscinas de evaporación para la extracción de litio en el salar de Olaroz, cerca del pueblo de Olaroz Chico, provincia de Jujuy, Argentina, el 1 de julio de 2024. - El noroeste de Argentina, junto con Chile y Bolivia, conforman el llamado "triángulo del litio", un área que podría contener más de la mitad del litio del mundo, según expertos. En 2023, Argentina ocupó el cuarto lugar a nivel mundial en producción, detrás de Australia, Chile y China, según datos del Servicio Geológico de EE. UU. (Foto por LUIS ROBAYO / AFP)
Foto: AFP - LUIS ROBAYO
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Todos hablan de transición energética. Gobiernos, academia, empresas, científicos, activistas y ciudadanos coinciden en que el mundo va -o debería ir- hacia fuentes más limpias, de menor impacto ambiental y, siempre que sea posible, eléctricas.

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De lo que poco se habla es que ese propósito global depende cada vez más de un puñado de países que controlan los minerales necesarios para hacerlo realidad.

Litio, níquel, cobalto, cobre, grafito y tierras raras. Estos minerales son los pilares de la transición energética y se encuentran en las baterías de los autos eléctricos, en las turbinas eólicas, en los sistemas de almacenamiento, en los cables que conectan redes de transmisión, e incluso en tecnologías emergentes como los electrolizadores o las celdas de hidrógeno. Mientras tanto, cada vez más países suscriben compromisos de sostenibilidad y descarbonización.

Pero lo cierto es que el mapa de quiénes extraen, refinan y controlan estos minerales no se ha expandido: se ha estrechado, según advirtió recientemente la Agencia Internacional de Energía (AIE).

Un mercado concentrado

El último informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE) sobre minerales estratégicos halló que, entre 2020 y 2024, lejos de abrirse a nuevos actores, el mercado se volvió aún más concentrado.

De acuerdo con el documento, publicado este miércoles 21 de mayo, los tres principales países responsables del refinado pasaron de controlar, en promedio, el 82 % del mercado al 86 % en solo cuatro años.

Al analizar la cadena de suministro de la mayoría de estos materiales, tres nombres se repiten: China, Indonesia y la República Democrática del Congo, que concentran una parte sustancial de la producción y el procesamiento.

Más precisamente, China aparece como el principal refinador de 19 de los 20 minerales estratégicos evaluados por la AIE, con una cuota de mercado global que supera el 70 % en la mayoría de los casos.

En grafito para baterías, por ejemplo, la participación del gigante asiático es superior al 95 %. En litio, cobalto y tierras raras, ese país también domina buena parte del procesamiento, aunque la extracción ocurra en otros continentes.

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Indonesia, por su parte, se ha consolidado como el mayor productor mundial de níquel, un mineral clave para baterías y producción de acero inoxidable. No obstante, gran parte del refinado en ese país está controlado por empresas chinas, lo que amplía indirectamente el margen de influencia de Beijing sobre las cadenas globales.

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En la misma línea, la República del Congo sigue siendo el mayor proveedor de cobalto del mundo. Según el informe, en 2023 este país aportó más del 70 % de la producción mundial de este mineral, usado en baterías de vehículos eléctricos y almacenamiento estacionario. Pero casi todo el refinado ocurre fuera del país, principalmente en China.

Para la AIE, este nivel de concentración representa una amenaza estructural para la seguridad energética global.

“Incluso sin tensiones geopolíticas, esta concentración hace que los mercados sean altamente vulnerables a fallos técnicos, fenómenos climáticos extremos o restricciones comerciales”, advirtió Fatih Birol, director ejecutivo de la agencia.

El informe advierte, además, que más del 50 % de los minerales analizados están sujetos a alguna forma de restricción a la exportación.

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Solo en el último año, China impuso controles a la salida de galio, germanio, tungsteno, antimonio, telurio y varias tierras raras pesadas. Otras naciones, como la República Democrática del Congo, también han aplicado medidas similares con el objetivo de ganar mayor control sobre la cadena de valor y proteger sus ingresos fiscales frente a la caída de precios.

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Esta es la radiografía actual de algunos de los minerales clave para la transición energética:

<b>Mineral</b><b>Principal refinador</b><b>Cuota estimada de mercado mundial</b>
Grafito (batería)ChinaMás del 95 %
CobaltoChina (refinado), Congo (extracción)~78 %
NíquelIndonesia (producción), China (refinado)Más del 90 %
LitioChina~70 %
Tierras rarasChinaMás del 90 %

Menores precios y menor inversión

La demanda por estos minerales está creciendo, sí, pero esto no implica que el mercado se haya hecho más próspero.

De hecho, el informe señala una paradoja: mientras el mundo necesita más minerales para sostener la transición energética, la caída de precios registrada en 2024 ha desincentivado nuevas inversiones.

El litio, un símbolo del auge de los vehículos eléctricos, vio caer su precio más de un 80 % desde los picos de 2021 y 2022; el grafito natural bajó más del 60 % en el mismo periodo; el níquel perdió casi la mitad de su valor, e incluso los precios del cobalto y las tierras raras, que se habían mantenido relativamente estables, mostraron una tendencia descendente.

Al mirar el paisaje completo, estos ajustes en precios no han sido menores. Según la AIE, las bajas afectaron directamente el apetito del mercado por financiar nuevos proyectos.

En 2023, la inversión global en exploración y desarrollo de minerales críticos había aumentado un 30 %. Pero en 2024, el crecimiento se redujo al 5 %, con señales claras de desaceleración.

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El problema, advierte el informe, es que este comportamiento no está alineado con las necesidades reales del sistema energético. La demanda de litio creció casi un 30 % en 2024. La de níquel, cobalto, grafito y tierras raras creció entre un 6 % y un 8 %. Pero la oferta no avanza al mismo ritmo.

El resultado es un desfase del mercado y sus efectos esperados es que proyectos que podrían tomar años en desarrollarse estén siendo aplazados o cancelados, mientras el consumo de minerales sigue al alza.

Para la AIE, si esta tendencia se mantiene, el riesgo no será solo de precios volátiles, sino de cuellos de botella que lastren la transición energética.

Los problemas del cobre

No es el más llamativo ni el más escaso, pero el cobre podría convertirse en uno de los mayores cuellos de botella de la transición energética.

A diferencia de otros minerales que están asociados principalmente con baterías, el cobre es indispensable para la expansión de las redes eléctricas, la construcción de estaciones de carga, la electrificación del transporte público y la instalación de paneles solares y turbinas eólicas, por mencionar algunos de sus usos más extendidos.

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No obstante, el informe de la AIE señala que si no se desarrollan nuevos proyectos de aquí a 2035, hasta el 30 % de la demanda global de cobre podría quedar sin cubrir.

Esta necesidad amenaza directamente la capacidad de muchos países para ejecutar sus planes de transición energética y alcanzar los objetivos climáticos suscritos en pactos globales.

Uno de los problemas es que el cobre ya no es tan fácil de extraer como antes. Según la AIE, las minas más accesibles han estado en operación por décadas, y las nuevas reservas suelen estar en regiones de difícil acceso, con mayores desafíos técnicos, ambientales o sociales. Además, la calidad del mineral ha disminuido, lo que eleva los costos y los plazos de producción.

Así las cosas, todo el mundo necesita más cobre, pero no hay suficiente voluntad (ni condiciones) para producirlo en la cantidad ni en el tiempo que se necesita.

Nuevas baterías, viejos problemas

Y es que, a medida que la ciencia avanza, también lo hacen las baterías con alternativas al litio convencional.

En el último año, las baterías LFP (litio-ferrofosfato) y las de iones de sodio han ganado terreno, especialmente en vehículos eléctricos y sistemas de almacenamiento estacionario. Una de sus ventajas es que dependen menos de materiales como el cobalto o el níquel, lo que podría, en teoría, reducir la presión sobre algunos minerales críticos.

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Sin embargo, la AIE advierte que el riesgo de concentración sigue presente, incluso en estas tecnologías emergentes. De nuevo, China controla casi por completo el suministro de varios insumos necesarios para producirlas.

En el caso de las baterías LFP, por ejemplo, ese país domina la producción del ácido fosfórico, un componente clave, con una cuota de mercado cercana al 75 %. También produce la gran mayoría del manganeso de alta pureza, necesario para las prometedoras baterías de iones de sodio.

En otras palabras, aunque los materiales cambien, los cuellos de botella siguen en los mismos lugares.

“Estos nuevos tipos de baterías podrían ofrecer mayor estabilidad de precios y resiliencia técnica”, dice la AIE, “pero no eliminarán por sí solos los desafíos de concentración en la cadena de suministro”.

Además, muchas de estas tecnologías todavía están en fase de expansión y dependen de políticas industriales y acuerdos comerciales que no siempre priorizan la diversificación.

El rol de América Latina

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El informe de la AIE reconoce que ya se están haciendo cosas para diversificar las cadenas de suministro de minerales críticos, tanto para reducir la dependencia de actores dominantes como para mejorar la resiliencia global frente a crisis futuras.

En 2023, más de 20 países lanzaron nuevas estrategias, fondos o alianzas para asegurar el acceso a estos recursos.

Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur y Canadá están entre los que más activamente han impulsado convenios bilaterales, incentivos a la minería responsable, acuerdos de trazabilidad o fondos para exploración y reciclaje, según la AIE.

Sin embargo, el informe apunta a que estos esfuerzos aún están en fases tempranas y no se han traducido en una redistribución significativa del control sobre los minerales estratégicos.

En ese contexto destaca el potencial de América Latina. La región cuenta con importantes reservas de cobre, litio, níquel y tierras raras, y algunos países (como Chile, Argentina, Brasil y Perú) ya ocupan lugares relevantes en el mercado global. Pero, la agencia crítica que su participación sigue siendo mayoritariamente extractiva, dado que exportan materia prima, pero no controlan el refinado ni el procesamiento.

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El informe sugiere que sin inversión en infraestructura de valor agregado, desarrollo tecnológico e integración regional, América Latina corre el riesgo de seguir dependiendo de compradores externos sin mejorar su posición en el tablero.

Aunque el balance general no es del todo pesimista y cabe reconocer que los países que hoy controlan buena parte del mercado lo han logrado desarrollando capacidades, infraestructura y conocimiento especializado, la advertencia sigue ahí.

Sin minerales más accesibles, la transición energética no solo será más lenta, sino más frágil.

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Por Daniel Felipe Rodríguez Rincón

Comunicador Social y Periodista. Desde 2017, se ha desempeñado en diferentes medios de comunicación colombianos.@DanfeRodriguezdrodriguez@elespectador.com
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