Esta semana, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) entregará la última medición de pobreza en Colombia hecha en la administración de Juan Manuel Santos, es decir, la medición de 2017. La reducción de estas cifras ha sido destacada incluso a nivel internacional como uno de los principales logros de los dos períodos del actual gobierno, salvo por un par de retrocesos registrados el año pasado. (Lea: Pobreza monetaria y pobreza extrema subieron levemente en 2016).
En 2010, de cada 100 colombianos, 37 eran considerados pobres con base en sus ingresos (pobreza monetaria). En 2016 la proporción fue de 28 % (mientras en 2015 había sido menor: de 27,8 %). Si un hogar compuesto por cuatro personas recibía menos de $966.692 al mes, entonces fue considerado pobre. De otro lado, la pobreza extrema se redujo 3,8 puntos desde 2010, hasta una tasa de 8,5 % en 2016 (una persona fue pobre extremo si en 2016 recibió menos de $114.692 al mes, es decir, cerca de un séptimo del salario mínimo). (Lea: Pobreza superior al 80 % en el Pacífico, un reto para el posconflicto).
Al mirar otras dimensiones, no sólo los ingresos, sino las condiciones de la niñez y la juventud y el acceso que tienen los colombianos a salud, educación, empleo y vivienda, Colombia ha reducido su índice de pobreza multidimensional (IPM) de 30,4 % en 2010 a 17,8 % el año pasado (en 2015 había sido 20,2 %). La desigualdad (que se mide de 0 a 1) pasó de 0,52 a 0,51 entre 2015 y 2016 (mientras más cerca de 1, más desigual es un país). (Lea: Clase media, más grande que la pobre).
Para Roberto Angulo, socio fundador de la firma Inclusión y coautor del IPM de Colombia, los datos que se publicarán esta semana darán cuenta de si el buen comportamiento de la inflación generó o no un panorama positivo para la caída de la pobreza monetaria, que subió levemente el año pasado. El IPM, agrega, servirá para evaluar si el recorte presupuestal del Gobierno fue eficiente o si, por el contrario, afectó la política de reducción de la pobreza. (Lea: ¿Para qué ha servido Más Familias en Acción?).
A la expectativa por la publicación de las cifras se sumó en los últimos días, por un lado, la presentación de la guía para alcanzar los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) con miras a 2030. Reducir la pobreza multidimensional hasta el 8,4 % es una de las metas. Por otro, aunque relacionada, ocurrió la visita de Sabina Alkire al país. Ella es directora de la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de la Universidad de Oxford (Ophi, por sus siglas en inglés). (Lea: La clase media superó a los pobres: DNP).
Alkire, junto con James Foster, es autora del método para medir la pobreza multidimensional que, posteriormente, adaptó Colombia. Su trabajo ha sido influido por el del economista indio Amartya Sen, reconocido por proponer una mirada más compleja del bienestar de las naciones, no sólo basada en los indicadores macroeconómicos, sino en las capacidades que tienen los individuos para ejercer sus libertades y tomar decisiones sobre el curso de sus propias vidas.
En entrevista para este diario, Alkire destacó la calidad de la medición de pobreza que hace Colombia, a partir de datos “fiables”, y el “compromiso de utilizar el IPM para implementar mejores políticas sociales y tener una reducción” de las privaciones que sufren los ciudadanos. Sin embargo, es consciente de que no sólo en Colombia, sino también en otros países, el buen comportamiento de las cifras no es sinónimo de que la gente esté satisfecha con los resultados.
Mientras para unos ese sentimiento puede indicar que las personas creen que las cosas no mejoran, para Alkire la reducción de la pobreza permite que las aspiraciones de los individuos aumenten. “Hay que escuchar esas esperanzas y tratar de dar el apoyo para que ellos mismos puedan ir más allá”, dice. En eso está uno de los puntos claves de la propuesta de Sen, seguido por Alkire y Foster: que las personas afectadas por la pobreza tienen ideas y creatividad y pueden ser agentes en la lucha para superar su situación.
“Para programas (de políticas públicas) eso significa que no se trata solo de dar servicios a la gente, sino abrir las posibilidades para que ellos sean líderes”, agrega. Para Angulo (quien es consultor independiente de Ophi), los planes de desarrollo con enfoque territorial (PDET), que se están construyendo en cerca de 170 municipios priorizados para el posconflicto, son un buen ejemplo de la participación de la gente, que va desde el nivel veredal hasta el regional. “Es un legado importante y demostrará que el desarrollo no siempre se lleva de arriba hacia abajo. Es de resaltar y de preservar”, a propósito de la llegada de un nuevo gobierno.
Precisamente en el marco de la época de elecciones en la que se encuentra Colombia, Alkire invitó no sólo a los políticos, sino a estudiantes, ONG, sector privado y sociedad civil en general, a pensar “qué van a hacer”, cómo van a ayudar a disminuir la pobreza desde las actividades en las que cada quien se desempeña. “Esa debe ser la pregunta central y no si (como político) puedo manipular las cifras (de pobreza) para parecer mejor”.
¿Un punto de inflexión?
Este año es el último del gobierno Santos. El país acaba de conocer las metas colombianas frente a los ODS, para los que la desigualdad que genera el sistema pensional, la alta informalidad laboral (de casi la mitad), entre otros, serán algunos de los principales retos. Hay, además, varios asuntos por delante que permitirían hacerse expectativas con respecto al desarrollo de Colombia.
Según Roberto Angulo, “una de las grandes barreras para acelerar la reducción de la pobreza en el país era el conflicto”. Atender los municipios más afectados y marginados debería aportar a esa reducción, desde algo tan elemental como la conexión física: “El desarrollo de alguna forma está en las vías, las vías terciarias, para que fluyan la mano de obra, el comercio, la economía en general, y para que los jóvenes puedan ir a estudiar, entre otras cosas”. Lo anterior, sin embargo “no es espontáneo, no es firmar un acuerdo de paz y entonces ver una aceleración en la reducción de la pobreza. Es una construcción, porque el espacio que antes ocupaban las Farc debe ser ahora ocupado por el Gobierno”, añadió.
Por otro lado, el país está en medio de un censo de población, que no ha estado exento de críticas por asuntos como no recoger información en particular sobre las condiciones socioeconómicas y la identidad del campesinado colombiano. En su momento, la falta de presupuesto para obtener información sobre el IPM fue otra de las preocupaciones. Angulo fue uno de los que más llamaron la atención sobre el tema, pues no hacer esa medición sería tener información incompleta o desactualizada por otros 10 años (hasta el próximo censo), información fundamental para la formulación de políticas públicas.
Con el censo actual (que se desarrolla por ahora de forma virtual) “uno esperaría que se logre un indicador aceptable, pero lamenté que no fuera el indicador idéntico al oficial, porque creo que no se requería mucho esfuerzo”, dijo Angulo. Para el censo puerta a puerta que se aproxima, una de las recomendaciones fue incluir preguntas adicionales que permitan dar cuenta suficiente y de calidad sobre la primera infancia, agregó el experto.
20 años del Nobel de Amartya Sen
En 1998, Amartya Sen recibió el premio nobel de Economía por “su contribución al análisis del bienestar económico”. En ese momento, El País de España registró: “La decisión de premiar a este economista ha significado un cambio en la línea seguida en los últimos años por la Academia de Ciencias, que otorgó los premios casi en exclusividad a una sola línea del pensamiento económico contemporáneo”.
A la pregunta, en entrevista con ese medio de comunicación, sobre si creía que el premio influiría en que el mundo se hiciera “más humano y menos capitalista y agresivo en vísperas del nuevo milenio”, respondió: “Sería muy arrogante por mi parte decir eso. Porque, después de todo, el Nobel es un premio que conceden unos académicos suecos. Aunque, desde luego, la necesidad de que se preste más atención a los desfavorecidos es abrumadora, debería ser totalmente independiente de cosas o sucesos como este premio”.
Veinte años después, Sabina Alkire explicó algunos de los desarrollos que han tenido las ideas del economista indio:
“Destacaría dos cosas. Cuando él empezó en 1979, lanzó la idea de “capacidad”. En esos días nuestra idea de felicidad era una idea económica, de utilidad, y hemos aprendido mucho sobre el estado subjetivo de la persona. Cuando publicó The Idea of Justice, cambió su propia posición en términos de la felicidad, al decir que esto es una dimensión, entre otras dimensiones, del bienestar. La parte más sicológica, subjetiva, es reconocida como parte de nuestras capacidades, que debe tener atención, incluso atención política. Pero no es lo único ni lo que prima. La otra idea es que la democracia en realidad juega un papel muy importante en el desarrollo. Ya estaba en Desarrollo como libertad, pero hoy está aun más presente. Su libro más reciente, de 2017, Collective capabilities and social welfare, es muy técnico, pero tiene argumentos para el debate público, algo que creo que es relevante en Colombia. Se trata de que el debate público exprese la libertad de las personas para seleccionar líderes transparentes, responsables y que respeten las demandas de la gente. También en este debate, que pasa especialmente en periodo de elecciones, podemos aprender uno de otro. Él habla de papel constructivo de la democracia: antes de escuchar tu opinión puedo ajustar la mía para tener algo más informado y amplio. Es interesante y pertinente, y lo que requiere es honestidad en el debate público. Cuando hay honestidad hay muchas posibilidades. Cuando no, hay un desafío para ver cómo se ajusta el entendimiento y se llega a ser constructivo e informativo para la gente y la sociedad civil”.
@alejandra_mdn