Tomar más café, una de las soluciones para la crisis de los productores

Ante la crisis de precios por la que atraviesa el sector, productores, Gobierno e incluso organizaciones internacionales discuten cómo resolver los problemas estructurales de esta actividad. Promover que los países que producen café también lo beban es una de las propuestas.

María Alejandra Medina c.
15 de abril de 2018 - 02:00 a. m.
La proyección de producción para 2018 oscila entre 13,5 millones y 14 millones de sacos. / Bloomberg
La proyección de producción para 2018 oscila entre 13,5 millones y 14 millones de sacos. / Bloomberg

Con juicio casi sacramental, todos los días la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) reporta los precios del café. El gráfico que el gremio comparte en sus redes sociales últimamente va enmarcado con una linda fotografía: un caficultor con sus cerezas o una familia de poncho y overol. La sonrisa que tienen, sin embargo, por estos días probablemente no corresponde del todo con la realidad en el campo. Los cafeteros están preocupados.

La razón del descontento está, sobre todo y una vez más, en los precios. La carga de 125 kilogramos en el país se está pagando a más o menos $700.000, lo que es casi lo mismo que trabajar sin poder cubrir los costos de producción. Ese, precisamente, fue uno de los principales motivos del paro de productores de 2013. En ese momento, los caficultores, que salieron a las carreteras a protestar, estaban recibiendo la cantidad alarmante de $500.000 por carga.

Ahora el precio internacional, el de la Bolsa de Nueva York, está en US$1,19 por libra, según el cierre del viernes, después de haber tocado fondo a principios de mes, en US$1,16. A eso se suma que el dólar ha estado por debajo de los $2.900, $3.000 o más, con los que contaba la FNC para 2018. Hace cinco años, cuando se desató la movilización de productores, el precio en Nueva York se movía entre poco más de US$1,30 y US$1,50, pero la tasa de cambio era cercana a los $1.700.

Independientemente de si lo que está abajo es el dólar o el precio en Nueva York, lo que reciben los cerca de 500.000 productores que hay en el país son pesos colombianos, resalta Roberto Vélez, gerente general de la FNC. “No quiero decir que haya que llamar a un paro, sino que hay una crisis y que el Gobierno tiene que empezar a mirar lo más rápido posible qué elementos de apoyo puede dar a los cafeteros de Colombia”, afirmó. Su llamado también es al Banco de la República, para que intervenga.

La situación es agridulce para la economía: por un lado, uno de los sectores claves del agro está postrado, mientras que los precios del petróleo han vuelto a niveles que no se veían desde 2014, y esa recuperación es precisamente una de las razones de la revaluación de la tasa de cambio. Para Vélez, el Gobierno no debe sentarse en la comodidad de ver cómo mejoran sus ingresos por cuenta del crudo “y dejar que el resto de los sectores, especialmente los exportadores, se marchiten, por, una vez más, caer en la trampa de la exportación de petróleo”.

Hace casi dos semanas, el comité directivo de la Federación de Cafeteros le pidió al Gobierno “que desarrolle mecanismos de apoyo directo a los caficultores, diferentes al crédito”, para poder sortear “la difícil coyuntura”. El Ministerio de Hacienda, según Vélez, respondió que recursos para apoyo directo, como el PIC (protección al ingreso cafetero, que se dio tras el paro de 2013), no hay, así que se explorarían otras alternativas.

En respuesta a este diario acerca de las medidas para hacer frente a la situación, el Ministerio respondió que “el Gobierno está elaborando un documento Conpes para implementar un plan de renovación de cafetales, con el fin de que los cultivos estén en óptimas condiciones y de esta manera se aumente la productividad. Este plan tendrá un período de siete años, del 2019 al 2024, y en él se invertirán $27.000 millones anuales, para lo cual se comprometerán vigencias futuras”.

La renovación

Roberto Vélez, gerente de la Federación, reconoce que para la crisis actual de precios no hay soluciones de corto plazo. Que la historia, de alguna forma, se repita cinco años después es diciente de que los problemas son estructurales y demandan soluciones igualmente contundentes. Una de ellas es la renovación de cafetales, la vértebra para la productividad de este sector.

No hacerla significa el envejecimiento de los cultivos y no sembrar variedades más productivas y resistentes a plagas y enfermedades. De ahí la importancia de que haya recursos para promoverla. Según el Ministerio de Agricultura, en 2010 había una productividad de 11,9 sacos de 60 kilos de café verde por hectárea, y en 2017 la cifra pasó a 18,5 sacos, producto de los esfuerzos de renovación.

Ahora, con la crisis por la que pasa el sector, para Óscar Gutiérrez, representante de Dignidad Cafetera, uno de los principales efectos negativos es precisamente que los caficultores no tengan recursos para seguir con la resiembra. Tampoco para cumplir con responsabilidades como la formalización de la mano de obra —garantizando la seguridad social— y de las transacciones financieras a través de la banca. Todo, para los productores, significa costos y más costos.

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La meta colombiana en cuanto a renovación ha sido de 90.000 hectáreas al año, pero no se ha alcanzado. El año pasado la cifra apenas sobrepasó las 70.000. Para renovar también hay que fertilizar, por lo que la Federación espera que los apoyos vengan en forma de insumos más baratos. En 2017, el apoyo de la cartera de Agricultura en esta materia fue de $6.100 millones, casi $4.000 millones menos que el año anterior.

Con este panorama, parece cada vez más lejana la idea que hace algunos meses planteó el Gobierno: que Colombia llegue a 20 millones de sacos de 60 kilos producidos al año en 2020. En 2017 fueron 14,2 millones y la proyección para este año oscila entre 13,5 millones y 14 millones.

Para Vélez, una producción entre 15 y 16 millones de sacos está condicionada: será posible si se logra la meta de las 90.000 hectáreas anuales sembradas con nuevas variedades que den mayor productividad. Aun con dificultades, el gerente de la Federación recuerda que la producción actual “es muy favorable para la caficultura”, casi el doble de la que se llegó a registrar en 2009 (7,8 millones de sacos).

Mecanizar el café (y beberlo más)

Por ahora es claro que Colombia no es ajena al vaivén de los precios internacionales, movidos en parte por la buena cosecha en Brasil y la recuperación de otros países, como Vietnam. Brasil, el mayor productor —que proyecta unos 58 millones de sacos para este año—, tiene ventajas como una mayor facilidad para mecanizar la recolección del fruto, por las superficies más llanas, a diferencia de Colombia, que produce en laderas. Su productividad por hectárea es de 27 millones de sacos.

Sobre la mecanización, la Federación planea presentar al público un sistema de recolección asistida, hacer las primeras demostraciones entre abril y mayo, para que la máquina esté a la venta a finales de año, anticipó Vélez en diálogo con este diario, justo en medio del encuentro de la Organización Internacional del Café (OIC, en la que están países consumidores y productores), que se llevó a cabo durante la semana que terminó, en México.

Del encuentro, uno de los resultados fue el anuncio de que el grupo de países productores que se reunieron por primera vez en Medellín el año pasado conformará una organización sin ánimo de lucro. “Necesitamos asegurarnos de que la producción de café sea sostenible y rentable mientras nos aseguramos de que haya una fuerte demanda global por nuestro producto. Las acciones coordinadas entre los productores, las asociaciones de productores, la industria del café y la OIC para aumentar el consumo en los mercados emergentes y los países productores son cruciales”, dijo Silas Brasileiro, presidente del Conselho Nacional do Café de Brasil.

En cuanto a consumo interno, es claro que en Colombia queda mucho trabajo por hacer. El país, por persona, consume cerca de dos kilos anuales, mientras otros como Finlandia consumen entre 11 y 12 kilos. El creciente número de tiendas especializadas en café y góndolas de supermercado cada vez más amplias para este segmento (cerca de 20 % de las ventas al detal son de café prémium) pueden ser unas buenas primeras señales para Colombia.

***

Las soluciones para la caficultura son tan necesarias como complejas. Para los productores representados por la Dignidad Cafetera la importación de café que anunció la Federación durante la semana que terminó no fue un buen mensaje. Si bien el gremio la justifica diciendo que es una cantidad muy pequeña y con fines de maquila en la planta de café liofilizado de la Federación, para Óscar Gutiérrez, no deja de significar la elección de un producto externo en vez del nacional.

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“Eso (la importación) abarata nuestras pasillas (café de menor calidad), porque entran otras más baratas. Podríamos producirlas, generar esa riqueza, pero se termina volviendo una crisis y una situación de hambre, como ha ocurrido con el algodón, el arroz, el ajonjolí, la papa, en fin”, agrega el vocero de Dignidad Cafetera.

Mientras esperan una respuesta por parte del Gobierno, este movimiento organiza un plantón para el 4 de mayo, en frente del Ministerio de Agricultura, en Bogotá. El gran llamado, en definitiva, es a que no se le dé largas al asunto y mucho menos dejarse tentar por la idea de que este es un problema que ya le tocará asumir al próximo gobierno.

Por María Alejandra Medina c.

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