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Trabajo remunerado y no remunerado: la crisis silenciosa de los hogares durante la pandemia

Según una encuesta del Cisoe, para el 80 % de las mujeres que, además, tienen un empleo remunerado la carga de trabajos domésticos y de cuidado aumentaron.

10 de junio de 2021 - 05:53 p. m.
En Colombia, se calcula que el trabajo doméstico y de cuidado equivale al 20 % del PIB (más que el agro, la minería y otras actividades).
En Colombia, se calcula que el trabajo doméstico y de cuidado equivale al 20 % del PIB (más que el agro, la minería y otras actividades).
Foto: Jose Vargas Esguerra

Para Colombia y el mundo han sido evidentes las crisis en la salud y en la economía que ocasionó el COVID-19. Sin embargo, hay una crisis de la que no se habla tanto, pero que contiene a su vez a las otras dos: la crisis en los hogares.

Cuando los colegios y las oficina cerraron, la educación y el trabajo se trasladaron a la casa, al tiempo que gran cantidad de las personas enfermas se recuperaban en el hogar.

Identificar y analizar el impacto del confinamiento sobre el uso del tiempo laboral y del cuidado del hogar, particularmente por parte de las mujeres —que son quienes históricamente han cargado con las responsabilidades domésticas— fue el objetivo de la encuesta sobre el impacto del COVID-19 en la vida de las mujeres, realizada por la alianza entre Fescol y el Cisoe (Centro Internacional de Pensamiento Económico y Social).

Una de las grandes conclusiones que se podrían extraer de los resultados de la encuesta, que fueron presentados este jueves, es que las mujeres, quienes tradicionalmente han sostenido los hogares con su trabajo no remunerado (tareas que pueden hacer terceros, como cocina, limpiar, cuidar a otras personas, etc.), fueron “castigadas” particularmente por la pandemia debido a un aumento desproporcionado en la carga horaria, hasta extremos “inaceptables”, al tiempo que era expulsadas del mercado laboral (trabajo remunerado).

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La investigación hizo 460 encuestas telefónicas aleatorias a mujeres residentes en Bogotá, de 18 años y más, entre el 20 de octubre y el 8 de noviembre de 2020. El 51 % de las consultadas eran solteras, viudas o separadas en ese momento, frente a 49 % de mujeres casadas o en unión libre. Las consultadas se encontraban entre estratos bajo y medio; solo el 5,9 % era de estrato alto. En cuanto a educación, el 87 % tiene un nivel mayor a la secundaria y más de la mitad tienen estudios superiores.

De las mujeres que trabajaban antes del confinamiento (60 %), el 74% pudo mantener su situación laboral, mientras que el 22,5% perdió su trabajo y el 3,5 % renunció. Sin embargo, hay una diferencia: casi la mitad de las mujeres de estrato bajo perdió el empleo, frente a solo el 23 % de las de estrato alto.

Para más del 70 % la situación laboral continuó a través del trabajo en casa, mientras que el 8,3 % ya trabajaba desde ese lugar; 17,6 % siguió laborando presencialmente y una minoría lo hacía en su propio negocio o en otro sitio.

El impacto del confinamiento en el trabajo remunerado (empleo) fue un aumento de 2 horas y 42 minutos adicionales dedicadas a esa responsabilidad, hasta las 11 horas diarias en promedio para la mitad de las consultadas, en tanto que se gestaba el conflicto entre esa carga laboral remunerada y la de trabajos no remunerados (cocina, limpieza, cuidado de otras personas, etc.).

A las mujeres que ganaban menos de salario mínimo fueron a las que más se les bajaron las horas laborales, por tanto, sus ingresos cayeron. De otro lado, a las que ganaban más del mínimo, les aumentó el tiempo de trabajo, pero no los ingresos.

En cuanto al trabajo no remunerado, para el 80 % de las mujeres con empleo, la carga de trabajos domésticos y de cuidado aumentaron (también lo hizo para el 56 % de las mujeres que no tienen empleo o trabajo remunerado).

No obstante, el 83 % de las mujeres convive con otras personas que pueden desempeñar las labores de cuidado.

Para Cecilia López, presidenta y fundadora del Cisoe, quien presentó los resultados de la encuesta, es de destacar que las parejas de las mujeres (en su mayoría hombres), aportan seis horas al trabajo no remunerado. “Es increíble porque (con esto) su jornada laboral aumenta a 14 horas diarias”. Estos datos la llevan a concluir que “la crisis en el hogar es evidente” y que aún repartiendo tareas la carga es “gigantesca”, pues para las mujeres que comparten las tareas domésticas con alguien más la jornada de todas formas (estén o no en el mercado laboral) está entre 16 y 18 horas en total.

Asimismo, la presidenta del Cisoe reconoce que muchos hombres “se pusieron las pilas”, lo cual es un indicio positivo frente a la necesidad de un cambio en la sociedad, que es muy importante: que las mujeres no sean las únicas que carguen con el cuidado.

Varias reflexiones, según López Montaño, quedan para el futuro. Entre esas, el impacto en la productividad laboral que tendrán estas sobrecargas, pues las personas “agotadas” como están no pueden rendir igual.

Por otro lado, dice la economista, es necesario insistir en que el cuidado debe repartirse entre el mercado y el Estado, con opciones para todos los niveles de ingreso. “Los sistemas de cuidado ayudan a la parte asistencial del cuidado y de manera restringida: cuidado de niños, ancianos o enfermos. Pero cuidado es desde alimentarse y mucho más que eso, todo el mundo requiere cuidado”.

Añadió que la solución empieza por tomar tan en serio el trabajo doméstico (remunerado y no remunerado) como se toman otros sectores de la economía, es decir, tanto con oferta (que sin duda aumentaría el PIB) como con valoración, respeto de las leyes y la normatividad, salarios dignos para el trabajo doméstico remunerado, etc.

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