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La publicación más reciente de la OCDE sobre educación (Education at a Glance 2025) ofrece un espejo en el que Colombia no puede dejar de mirarse. El informe muestra avances globales, pero también brechas persistentes. En el caso colombiano, los resultados son una llamada de atención: somos relativamente eficientes en costos, pero seguimos rezagados en calidad, equidad y pertinencia.
En contexto: En Colombia, el 22 % de los estudiantes abandonan el pregrado en el primer año, según la OCDE.
En primaria, Colombia aparece entre los países con menor costo salarial docente por estudiante. A diferencia de naciones donde esto se explica por salarios muy bajos, aquí los sueldos de los maestros son más cercanos al promedio de países desarrollados, pero el gasto por estudiante se reduce porque hay muchos estudiantes por clase y el tiempo de instrucción es elevado. Es decir, la eficiencia se logra sacrificando condiciones de aprendizaje: más niños por maestro, menos atención individual. A esto se suma el desafío de la atracción y retención de docentes. Colombia enfrenta el mismo dilema que buena parte de los países de la OCDE: cómo atraer y retener maestros altamente calificados.
Aunque los costos son bajos, las condiciones laborales no siempre resultan atractivas y las mayores carencias se concentran en zonas rurales y en contextos de pobreza. La evidencia muestra que los déficits de maestros afectan con mayor severidad a los estudiantes que más necesitan apoyo, ampliando las desigualdades.
Otro contraste evidente está en la transición de los jóvenes hacia el empleo. Menos del 10 % de los estudiantes colombianos entre 18 y 29 años combinan estudio y trabajo, mientras que en países como Países Bajos o Alemania esta proporción supera con creces la mitad. La falta de modelos de formación dual y de pasantías estructuradas limita la inserción laboral temprana y la acumulación de experiencia profesional, factores clave para mejorar la productividad. El panorama de competencias también preocupa.
Según la prueba PIAAC aplicada a adultos, Colombia muestra una de las posiciones más bajas: el promedio nacional en comprensión lectora es de 214 puntos frente a los 259 de la OCDE. Cuatro de cada diez adultos solo alcanzan niveles básicos de lectura, lo que restringe sus posibilidades de formación continua y su participación plena en el mercado laboral. En países líderes como Finlandia o Japón, esta proporción es menor al 20%.
La desigualdad educativa sigue siendo otro rasgo estructural. En Colombia, la educación superior continúa marcada por la herencia familiar. Los jóvenes de hogares donde los padres no terminaron la secundaria tienen muy pocas probabilidades de alcanzar un título universitario. Mientras países como Dinamarca o Inglaterra han reducido esta brecha con políticas focalizadas de apoyo, en nuestro país la movilidad social depende en exceso del origen socioeconómico. Ahora bien, el informe también muestra un hallazgo clave: al incluir a Colombia entre los países donde el retorno salarial de la educación terciaria supera el 100%, se confirma que los trabajadores con educación superior ganan más del doble en promedio que quienes solo tienen secundaria completa. Esto refleja tanto el valor que aún tiene la universidad en el mercado laboral como la enorme desigualdad entre quienes acceden a ella y quienes quedan por fuera.
El balance es claro: eficiencia sin calidad ni equidad no es suficiente. Colombia debe avanzar con decisión en tres frentes. Primero, cerrar las brechas de aprendizaje garantizando clases más pequeñas, docentes altamente calificados, apoyo pedagógico y materiales de calidad desde la educación básica. Segundo, fortalecer la articulación entre educación y empleo, impulsando sistemas de formación dual, pasantías y aprendizajes que faciliten la inserción laboral de los jóvenes. Tercero, asegurar la equidad en la educación superior con programas de becas, créditos condonables, créditos de bajo costo, apoyos a la permanencia y políticas de acompañamiento que permitan a los estudiantes de contextos vulnerables no solo entrar a la universidad, sino graduarse.
Invertir en educación no es solo una apuesta social: es la condición para que Colombia pueda competir en un mundo donde el conocimiento es la moneda más valiosa. Colombia destina un presupuesto bastante importante en educación que no se traduce en aprendizajes efectivos; el reto es transformar esos recursos en calidad, pertinencia y oportunidades reales.
*Decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Javeriana.
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