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La era digital de la educación superior

Las universidades que no incorporen lo digital al ritmo de la sociedad se quedarán atrás. El futuro no esperará a quienes sigan viendo la tecnología como una amenaza.

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Luz Karime Abadía*
06 de noviembre de 2025 - 12:17 p. m.
La digitalización ofrece una oportunidad única para redefinir el propósito y el alcance de la educación superior.
La digitalización ofrece una oportunidad única para redefinir el propósito y el alcance de la educación superior.
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La Universidad de Ciencias y Tecnología de Hong Kong fue anfitriona de la conferencia organizada por el Digital Education Council (DEC), una organización creada por siete universidades, cuyo propósito es impulsar la innovación de la educación y la adopción de nuevas tecnologías.

Resumo en esta columna los principales retos y recomendaciones que enfatiza esta organización. La educación superior se encuentra en un punto de inflexión histórico. Tras la pandemia, la digitalización dejó de ser una opción complementaria para convertirse en el eje que redefine la enseñanza, el aprendizaje y la gestión universitaria. Sin embargo, como advierte el Digital Education Council (2024), la transformación digital de las universidades no se trata solo de adoptar tecnologías, sino de repensar las instituciones desde sus cimientos.

El primer gran reto es la brecha digital. Aunque la conectividad global se ha expandido, las desigualdades persisten entre instituciones, regiones y estudiantes. No se trata únicamente de acceso a dispositivos, sino de competencias digitales, soporte técnico y cultura de uso. En palabras de UNESCO-ICHEI (2025) “la desigualdad digital es hoy una de las nuevas fronteras de la exclusión educativa”.

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A ello se suma la insuficiente preparación del profesorado. Muchos profesores han hecho esfuerzos admirables por adaptarse, pero la mayoría carece de formación sistemática en pedagogía digital. El DEC (2024) enfatiza que “la transformación digital no puede imponerse desde la tecnología, sino construirse desde la pedagogía”. Sin un profesorado empoderado y una estrategia institucional coherente, la digitalización corre el riesgo de convertirse en un parche más que en una revolución educativa.

Otro desafío urgente es el de la gobernanza de la inteligencia artificial (IA). Las universidades están explorando el uso de IA generativa para personalizar el aprendizaje, automatizar procesos y apoyar la investigación. Pero su uso plantea dilemas éticos profundos: transparencia algorítmica, sesgos, privacidad y autoría. Los informes del DEC recomiendan desarrollar marcos institucionales de gobernanza de IA, con participación de docentes, estudiantes y expertos legales, para evitar que la tecnología se imponga sin control.

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Finalmente, el reto organizativo: cómo sostener económicamente la transformación digital. Las inversiones en infraestructura, software, ciberseguridad y capacitación son elevadas. Sin estrategias de sostenibilidad —ambiental, financiera y social—, la digitalización puede generar dependencia tecnológica y altos costos de mantenimiento.

Pese a los desafíos, la digitalización ofrece una oportunidad única para redefinir el propósito y el alcance de la educación superior. Las tecnologías digitales amplían el acceso, diversifican la oferta y permiten un aprendizaje más flexible e inclusivo. La enseñanza híbrida, las microcredenciales y los modelos de aprendizaje a lo largo de la vida abren caminos antes impensables para quienes no podían acceder a un campus universitario.

Además, la IA puede ser un aliado pedagógico poderoso. Bien utilizada, permite detectar estudiantes en riesgo, ofrecer tutorías personalizadas y liberar tiempo docente para tareas de mayor valor académico. El DEC (2024) propone incluso ver la IA como “una fuerza para el bien” si se integra con criterios éticos y pedagógicos sólidos.

En el ámbito de la investigación y la vinculación con el entorno, las tecnologías digitales fortalecen las redes globales y facilitan la cooperación transnacional. Las universidades pueden participar en ecosistemas de innovación más abiertos, colaborativos y sostenibles.

Por último, la digitalización invita a las universidades a repensar su rol social. No basta con formar profesionales competentes; es necesario desarrollar en los estudiantes una mentalidad de inteligencia artificial, es decir, personas con capacidad de pensar, actuar y tomar decisiones aprovechando las posibilidades de la IA, así como de integrar la IA en la resolución de problemas. Además, cultivar ciudadanos digitales críticos, conscientes de los impactos de la tecnología en la democracia, el trabajo y el planeta.

La educación superior enfrenta, en síntesis, una paradoja: nunca tuvo tanto potencial transformador, y nunca fue tan urgente transformarse. La diferencia entre las instituciones que lideren este cambio y las que lo padezcan estará en su capacidad de construir una estrategia digital integral, basada en tres pilares: gobernanza ética, sostenibilidad y pertinencia.

El Digital Education Council advierte que “las universidades que no incorporen lo digital al ritmo de la sociedad se quedarán atrás”. El futuro no esperará a quienes sigan viendo la tecnología como una amenaza. En la universidad digital del siglo XXI, la innovación no es opcional: es una cuestión de supervivencia académica y de compromiso con la equidad.

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Por Luz Karime Abadía*

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