En 2018, la profesora Dolly Montoya se convirtió en la primera mujer en asumir el cargo más importante de la Universidad Nacional de Colombia. Apenas asumió como rectora, cuenta, se encontró una serie de crisis que no estaban en su radar. Al menos no todas. Poco presupuesto, negociaciones sindicales y movilizaciones fueron algunas de ellas. Luego vino la pandemia con las cuarentenas y con la necesidad de una educación virtual, así como la implementación de programas que evitaran la deserción estudiantil.
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Esta semana Montoya fue reelegida. No todos, claro, quedaron contentos y algunos alumnos ya anunciaron protestas. El Espectador conversó con ella para saber qué le espera a la universidad pública más grande del país y conocer cómo piensa sortear dificultades que aún no han sido resueltas.
En 2018 usted asumió como rectora de la universidad. Acaba de ser reelegida. ¿Qué le espera a la universidad pública más grande en este nuevo período?
Este período lo terminamos a finales de abril. La posesión del nuevo período será el 2 de mayo. Nosotros tenemos varios propósitos ligados al desarrollo de la nación, porque somos la universidad del Estado más grande del país, la que tiene los mejores indicadores en la educación pública. En general, hemos hecho un trabajo muy grande durante 153 años para posicionarla. ¿Qué le espera? Que podamos lograr un proyecto intersedes, ya tenemos nueve. Que todos nuestros estudiantes se formen en el más alto nivel y que seamos más equitativos como universidad. Es a través de las sedes que nosotros podemos participar en el desarrollo del país y en el trabajo de las comunidades para fortalecer su beneficio social y económico a través de la ciencia, la tecnología y la innovación, las artes y las humanidades. Nosotros no vamos a decir qué hacemos, sino que las regiones nos dicen qué quieren y debemos aprender a apoyar esas necesidades comunitarias.
Le tocó ser rectora en medio de una pandemia. ¿Cuáles fueron los principales desafíos de este último año?
Desde el día en que entré hemos tenido crisis. La primera fue la búsqueda de presupuesto de estudiantes y profesores, luego tuvimos las negociaciones sindicales, después tuvimos las movilizaciones sociales y rematamos el último año con una pandemia. Es una universidad que ha sido muy flexible para que no hayamos perdido ningún semestre y para que hayamos bajado de $28 mil millones el déficit de nómina de la universidad a $4 mil millones. En la pandemia, como universidad, decidimos seguir vivos, activos, solidarios y sostenibles. Vivos, es decir, que no se nos fuera ningún estudiante, para lo cual tuvimos que ser flexibles académicamente y también mucho bienestar y la transformación digital. En activos, que todas las actividades siguieran realizándose de manera remota. Solidaria porque participamos con todo el país: dedicamos más recursos a investigación y transformación digital. A través del hospital universitario llegamos a 20 regiones apartadas que no tenían ninguna asesoría en la pandemia. Y con las teleUCI del hospital llegamos muy lejos. Desarrollamos muchos equipos médicos, hicimos análisis epidemiológicos y muchas propuestas a través de los centros de pensamiento. Nuestras facultades de la salud cumplieron con un liderazgo enorme. Nuestros epidemiólogos asesoraron a Colombia. En todas las sedes hubo un aporte de nuestra universidad para hacer pruebas. Asimismo, logramos subir 4.500 cursos a Moodle. Hicimos 18 mil cursos el año pasado. Hicimos el cambio de nuestra central telefónica a digital; hicimos los pagos electrónicos. Ganamos mucha eficiencia. Y sostenible, porque logramos elaborar un proyecto muy importante de reforma estructural de la educación pública superior que ya fue aprobado en las 32 universidades. Tenemos que garantizar que a través de la reforma del artículo 86 y 87 de la Ley 30 podamos garantizar financiación a largo plazo de la universidad. No solo de la U. Nacional, sino de todo el sistema público.
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¿En qué se equivocó?
Cuando uno tiene un liderazgo colectivo y transformador tiene menos oportunidades de equivocarse como persona, porque todas las decisiones fueron tomadas de manera colectiva. Nosotros no produjimos ninguna resolución sin haber consultado con todas las sedes. Sé que hay cosas que a todos nos hubiese gustado que funcionaran mejor, más rápido, pero depende de la dinámica de la universidad. No me juzgo como persona, sino como colectivo. En estas decisiones colectivas uno puede tener más aciertos que desaciertos. Esa es la diferencia entre un caudillo y una dirección colectiva.
En la consulta interna de la universidad el voto en blanco ganó entre los estudiantes. ¿Cómo será su relación con el movimiento estudiantil en su segundo período?
Como nosotros hacemos una consulta, podríamos decir que es una opinión en blanco. Hay una tendencia en la universidad, muy respetable, y es que no les gusta el mecanismo de elección de rector. Este mecanismo se reglamentó en el Decreto 1210, que es un decreto de ley y para cambiarlo tenemos que cambiar la ley. Lo que hace la comunidad es una consulta. La vez pasada nos presentamos 11 candidatos, y nueve fuimos aceptados para la campaña. Se seleccionaron los cinco primeros para ir al consejo superior universitario, que finalmente decide. En esa oportunidad solo se presentaron 4. Con respecto a la opinión en blanco, votaron el 20 % de los 60 mil estudiantes, en total. Lo que dice eso es que debemos trabajar más para vincular a la comunidad a la construcción de la universidad. Los profesores siempre participan, en promedio, en un 62 %. De los profesores que participaron solamente el 25 % dieron opinión en blanco. El resto votó por candidatos. Entonces uno no puede decir que ganó la opinión en blanco, porque eso no es cierto. Lo leo como una preocupación, porque tenemos una democracia residual. Tenemos que lograr que toda la comunidad participe. Nosotros hemos ido a todas las reuniones de CNR que son todas las reuniones de los representantes estudiantiles, toda la dirección de la universidad ha acudido a informar sobre lo que han pedido, y normalmente acudimos a todo lo que nos piden en las reuniones profesorales. Hemos sido muy abiertos; sabemos que rechazan el mecanismo, pero podemos trabajar. Nada es estático.
Algunos estudiantes promovieron el hashtag #RectoraImpuestaUNAL tras conocer su designación. ¿Qué les responde a esos alumnos inconformes?
Como no están de acuerdo con el mecanismo, cualquier rector que eligieran era impuesto. Es el consejo superior universitario el que elige, de acuerdo con la Ley 30. Ahora, lo que sí tengo claro es la autonomía universitaria: nosotros no nos alineamos ni con tendencias políticas, ni religiosas ni económicas. La universidad es un centro de diálogo, donde buscamos construir nación. Y todos tenemos que trabajar en la construcción de nación. En eso tenemos total autonomía. Hay diferencia en la concepción de autonomía: una que dice que nos lo merecemos todo y otra que dice que debemos aprovechar autonomía para que con nuestro conocimiento podamos apoyar el desarrollo de las regiones tanto en innovación social con las comunidades como con s empresas porque hay que generar competitividad en el país. En ese sentido tenemos muy clara cuál es la misión de la U. Nacional con el país.
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La UNAL ha manifestado dificultades con el recaudo que se hace gracias a la Estampilla Pro Universidad Nacional. ¿Cuál es, específicamente, el descontento? ¿Cómo se ha resuelto?
Hay un problema que viene desde la aprobación de la estampilla hace seis años, y es que no todos los que tienen que pagar, pagan. Nosotros iniciamos un trabajo muy minucioso para revisar esto. Las cuentas las debe pasar el Ministerio de Educación y la DIAN debe recaudar. Por eso, nosotros acudimos a la DIAN y estuvimos trabajando con ellos, pero cuando cambian de administración cambia todo, y hay que volver a empezar. Lo que sí hicimos fue hablar con la agencia que depende del Ministerio de Hacienda, que es la que supervisa a la DIAN y regula los recaudos del Estado. Y ellos hicieron un trabajo con la DIAN para mejorar el recaudo de la estampilla. Esa fue una acción de la UNAL, y estamos detrás de la estampilla que no solo beneficia a la Nacional, sino a todo el sistema de universidades públicas. Para la inversión de los recursos la ley dice que, durante los cinco primeros años, el 70 % del recaudo de la estampilla era para la Universidad Nacional, y a nosotros ya nos tocó el período en que se cambian los recursos, el 30 % es para la Universidad Nacional y el 70 % es para el resto de universidades públicas. Sin embargo, seguimos trabajando con la Agencia Nacional para seguir mejorando el recaudo. Esta es una acción en la que ya hay un plan entre la Agencia y la DIAN para mejorar el recaudo
¿Cómo están las finanzas de la Universidad Nacional?
En términos generales, la universidad es financiada entre el 55 y 60 % por el Estado. Eso quiere decir que el Estado paga recursos de inversión y de funcionamiento. De funcionamiento nuestros recursos van todos para nómina y 10 % para bienestar estudiantil. En recursos de inversión del Estado, nosotros aplicamos el 25 % para investigación y el 25 % para mover los programas académicos. Y nos queda un recurso de inversión, que es muy poquito. Son $150 mil millones para los tres años. El 40 % adicional es un esfuerzo de la comunidad universitaria, de profesores y estudiantes, que en investigación nos dejan capacidad académica y generación de conocimiento. Los proyectos de extensión solidaria nos dejan trabajo en las comunidades, y los de consultoría dejan a la universidad unos recursos que son redistribuidos internamente para mejorar la investigación, para lo académico y para las sedes. En ese sentido, una fuente que hoy tiene el sistema y que es muy rica es el sistema de regalías. Ese sistema es el que va a financiar y está financiando el trabajo en los territorios. Nosotros éramos el penúltimo ejecutor del sistema porque no estábamos muy bien organizados. Hoy somos de los mejores ejecutores. Ahora tenemos $125 mil millones del sistema, en el último año, para mejorar la infraestructura de la universidad, pero también para mejorar el trabajo que hacemos con los territorios. Y otra fuente de ingresos que tiene la universidad son las estampillas regionales, tenemos estampillas en Bogotá, Medellín, Manizales, Palmira y conseguimos también la estampilla de la nueva sede de La Paz que estamos reglamentando. Entonces el Plan Global de Desarrollo no está basado solo en los recursos del Estado, sino también en toda la actividad que desarrolla la universidad. Estamos promoviendo también una fundación con nuestros egresados, que tiene una doble función, y es que nos apoyemos mutuamente, en caso de que queramos hacer trabajos que le dejen recursos a la universidad con los egresados más maduros. Normalmente acudimos a fuentes del trabajo que hace nuestra comunidad universitaria.
¿Cuáles son sus avances para ampliar la planta docente de la universidad?
Si queremos tener la relación docente-estudiante 1 a 13, que es el modelo que tiene la Universidad de São Paulo, por ejemplo, comparándonos con América Latina, requerimos 1.600 profesores más. Es un indicador en el que casi siempre perdemos el año. Mejorarlo implica una tarea constante de la universidad. En este modelo de financiación le estamos apuntando al incremento de la planta docente, por eso es tan importante que lo podamos hacer aprobar del Congreso, porque en la medida en que se incrementan los recursos de funcionamiento para nómina puede crecer la planta docente. Ya conseguimos 100 docentes para que los estudiantes de La Paz tengan docentes de planta. Y tenemos que hacer lo propio con las sedes de frontera que son Leticia, Arauca, Tumaco y Orinoquia, que son sedes fundamentales donde muchas veces solo llega la Universidad Nacional y nuestra planta docente es muy pequeña.
Hay profesores señalados de acoso sexual. Las estudiantes aún reclaman su desvinculación. ¿Qué ha pasado con esos procesos?
Ya recibimos las reglas establecidas tanto por la veeduría disciplinaria, que es la que hace el seguimiento a los casos disciplinarios, y los casos de acoso sexual y temas de género. También el protocolo de atención y protección a las víctimas estaba reglamentado por la universidad, y está el Observatorio de Mujer y Género, en el cual participan las instancias de gobierno de la universidad. Para empezar, no debería existir, es un problema cultural del mundo, del país, en el que la universidad debe dar ejemplo. Todo lo que surja en contra del desarrollo de los jóvenes y de la comunidad universitaria debemos visualizarlo para poder resolverlo y tramitar todas las diferencias. Lo que hemos hecho es recoger algunas de las cosas que podemos mejorar. Además, ya es motivo de un proyecto de investigación de importancia institucional, que presentaron las profesoras y profesores de diferentes sedes. Hay cosas que debemos mejorar en el protocolo de atención como que quienes están investigados tienen un abogado, pero las víctimas no. Y, sobre todo, hemos planteado en esta nueva etapa una recontextualización del bienestar universitario, que no sea solamente la solidaridad, sino el bien ser y el buen vivir, que incluya todos los problemas que hemos tenido en materia de falta de equidad de género y todos los problemas que viene reportando la comunidad de acoso sexual. Me parece que esta nueva concepción de bienestar es importante, porque es un programa mucho más incluyente, también con las poblaciones más vulnerables y las poblaciones en condiciones de discapacidad.
También llevamos a cabo una experiencia en equidad de género en la sede La Paz, para recibir 50% hombres, 50% mujeres, pero como no teníamos un soporte jurídico tuvimos algunos inconvenientes que estamos trabajando con los profesores de derecho. Quedan muchas cosas por hacer, sobre todo, fortalecer el observatorio de género. Tenemos que fortalecer más la cultura. Debemos superar todos los problemas que nos producen inequidad.