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En el décimo aniversario, Régis Debray había declarado que los verdaderos triunfadores de esas históricas jornadas fueron François Mitterand, Bergeron, la Social Democracia y el propio Debray, afirma Bonnaud, por el destino que Debray cumpliría. En el vigésimo aniversario, el héroe más representativo no era el “Ché” Guevara, sino el Cardenal Daniélou, muerto en 1974 después de una visita a una bailarina de la calle Dulong en París.
El Cardenal Daniélou, “eminente historiador del cristianismo”, nombrado en esa alta dignidad por Pablo VI, no fue “el único en oír los llamados de la carne y en ceder a los soplos del aire del tiempo (Gozad sin trabas), pues los obispos desfallecían en los corredores de Saint Denis (un sector de la prostitución en París), o se los encontraba muertos, desnudos, sobre las arenas”.
Entre tanto, las iglesias y los seminarios estaban vacíos de fieles y vocaciones, y se destinaban a los conciertos y a las inmobiliarias. El catolicismo era “víctima de su odio al cuerpo, de su ideología anti-naturalista, anti-hedonista y de su ideología anti-liberal, burocrática-autocrática” pero paradójicamente, la religiosidad experimentaba un auge del romanticismo, el fideísmo, el grupismo y el culto al pasado, casos en el que el Islam salía más favorecido.
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Bonnaud resalta el importante papel que jugó el cuerpo en los sucesos de Mayo del 68 representado por la minifalda, la píldora anticonceptiva, la vida mixta en las ciudades universitarias, el color y tamaño del calzón masculino, la desnudez total que se generalizó y condujo, apoyada en Ardrey, Lorenz y Morris a la redefinición del hombre como un animal, como un mono desnudo. Las costumbres socorrían a la ética, “las ciencias sociales se naturalizaban, a ultranza, los filósofos del Deseo triunfaban”. El cuerpo se definía como político y la política como corporal. Los juegos deportivos adquirieron un aire festivo, un papel fundamental, el deporte se convirtió en deporte-espectáculo.
Los años 1973, 1974 y 1975 favorecieron “la naturalización general”. Se instituyó la educación sexual en el Liceo, el divorcio por consentimiento mutuo, se desató una ola porno, apareció la socio-biología de Wilson y “los hombres salvajes” de Moscovici.
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Pero llegó también la reacción a fines de la década de 1970 y comienzos de 1980. Con la ética del buen sentido se impuso el prosaísmo, aspectos determinantes de mayo del 68 perdieron fuerza, el deseo se presentó razonable y el cuerpo soberano se rescató.
A la reacción estuvieron ligados Komeini que destruyó el “estado depravado”, el Papa Juan Pablo II con su “cristianismo marial, virginal, matrimonial”, Reagan y Thatcher, ejemplos de virtud y enemigos del mal. Coincidió con la muerte de Foucault, hecho con el que terminó una época de la historia de las ideas.
Y como una gran maldición, apareció el “sida, su Majestad el SIDA, que después de 1982 hace sus estragos, corporales y espirituales. Destruye la sensualidad, las desvergüenzas dionisíacas, afrodisíacas de los 15 años precedentes”, y coloca en declive el hedonismo.
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Pero no todo está perdido para el cuerpo y, aunque un poco menguado, conserva algunas de sus sublimidades en el tenis, las biotecnologías la procreación y el porvenir.
Bonnaud lamenta que en el vigésimo aniversario de Mayo del 68, el cuerpo esté ausente en las editoriales en los periódicos, incluso en Liberation, y deduce que por los libros publicados, el triunfador no ha sido la Revolución ni la Contrarrevolución, sino las Reformas de Giscard d’Estaing y de Mitterand.
El vencedor no es el “Yo”, es hasta fines de la década del 70 el “Nosotros”, “la libertad permisiva, más precisamente la libertad moderna de Benjamín Constant, que libera del Estado y se cuida poco de controlarla”.
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Aunque se vea mal, los grandes vencedores como el sexo, el cuerpo, el deseo y el placer, no salen tan mal librados. Y en un filme hecho de las páginas de los libros de Hamon y Rotman se ven “cuerpos felices, relajados, liberados...”, imágenes que corresponden a la realidad. Por esto se pregunta Bonnaud, ¿cuándo se aproxima el trigésimo aniversario?
Cree que se deberían levantar barricadas menos románticas, menos festivas y ostentosas para que las luchas, quizás, conduzcan a la partición “de la riqueza, de la propiedad, del capital”. Quiere un Mayo en el que los “arcaicos”, ciertos escépticos sean los precursores. Mayo “se dividiría, cambiaría y viviría”. Sueña con un Mayo.