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Él pone a bailar las dudas de quien se jacte de vivir en certeza. Alexis Forero (1953), el bogotano pasajero del mundo, más conocido como Alekos, proclama ser un exiliado por convicción, pero aun así ha ofrecido, a través de sus creaciones, un hogar a la fantasía.
Tiene la capacidad de crear tantos mundos como conversaciones. Hace poco más de dos años, regresó a Bogotá para trazar el universo desde este tramo geográfico. El lugar donde habita es un museo de las distancias rotas, es un hogar atemporal. Entrar allí es romper con los márgenes del tiempo, e incluso, del espacio. Una biblioteca enorme donde se apilan sus libros favoritos y en la que se sumergen decenas de marionetas, máscaras, alebrijes, manualidades y aviones, es el asilo principal de su morada. Un retablo minado de herramientas como alicates, pinzas, seguetas limitan con una mesa donde guarda lienzos, oleos, pinceles, donde con ingenio resemantiza el mundo.
Carteles, telones y algunas acuarelas distribuidas en las paredes verdes de su sala, relatan su amor por el descubrimiento y la imaginación. En medio de ellos está él, tan genuino como aquel personaje inquieto que en 1996 hacía parte de El Rincón del Cuento, producción emitida por el Instituto Nacional de Radio y Televisión y el Ministerio de Educación Nacional de Colombia, en el que la palabra, las tradiciones, los cuentos y los libros eran la puerta de entrada a un lugar de donde no se regresaría siendo el mismo. A su lado derecho está su tiple, o mejor, su tiplina una infaltable compañera de canciones y vivencias y su cordón umbilical con la tierra.
Alekos narra, pinta, escribe, ilustra, compone y hace un homenaje a la tradición oral. Reviste la ternura de revolución. Tiene un don para abstraer elementos globales a la cotidianidad del juego, las rimas y las figuras. Tiene la destreza de haber crecido en medio de una familia de artistas. Todavía conserva juegos de madera elaborados y obsequiados por su padre. Cuando cursaba sexto grado, recuerda que conversó con su papá acerca de su intención de estudiar sociología, con el ánimo de cambiar este país, sin embargo, inmortaliza con una sonrisa la respuesta de su progenitor “usted va a ser es artista”; oficio con el que también ha logrado su cometido.
Con participación en más de 50 libros infantiles y juveniles como escritor e ilustrador y con esa habilidad de transfigurarse en una carta de la suerte recién sacada del sombrero de un mago, ha recorrido como un trotamundos diferentes continentes y ha traído consigo parte de sus viajes por más de 40 países de los cinco continentes. En Europa estuvo este último tiempo, asentado en España cerca de 15 años, haciendo teatro y viviendo otras vidas. Así en plural.
Es nómada y se mimetiza con gran facilidad sin dejar de abrazar sus raíces. Ese resabio de jugar con las palabras, con la gente y con la naturaleza es un don que permite que sus creaciones no solo se conecten con los más pequeños, sino que los adultos también dialoguen con su picardía. Sin reservas entra y sale de sus cuentos. Aunque la ilustración y la publicidad fueron su primera vía profesional, más tarde lo fueron la dramaturgia y la creación literaria. Toctoc el Cartero enamorado (1993), Aroma de Níspero (1999), Espantajos (2001), Rapito y Sapón (2017), este último ganador de un premio en el Festival de Ilustración de Libros BookILL en Serbia (2019), son parte de sus libros insignia.
Este año colaboró como ilustrador en libros de autores como Triunfo Arciniegas y Nicolás Buenaventura y visitó Barcelona, Medellín, Pereira y Santander con su performance, Kikiricuagésimo Simposio del Animalito Liberao, un proyecto que se gestó por primera vez en 1995 y que volvió a la escena artística desde este año, con el propósito de preservar especies en vía de extinción, a través de un discurso humorístico, lúdico y transgresor.
Además, nos presenta una nueva edición de Aroma de Níspero y otro versos de papel, tras 20 años de su publicación, una obra poética donde el artista acompaña cada metáfora con una propuesta visual que conjuga elementos como flores de saúco, de café, de palma de iraca, rasgaduras de papel y de pasto, fibras de espigas silvestres y de jeans, sobre papel amate legado de los mayas y que alude a las historias como un fruto exquisito de feijoa, chontaduro, tamarindo o níspero.