
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Cuál es su primer recuerdo del Carnaval de Negros y Blancos?
Yo tenía unos cinco o seis años cuando mis papás decidieron irse a vivir un tiempo a Putumayo, exactamente en Orito. Y allá, por ahí en el año 82 u 83, a mi papá le dijeron “Bueno, usted viene de Pasto, debe saber hacer carrozas, entonces vamos a hacer una”.
Ese es mi primer recuerdo de un carnaval y fue fantástico porque no fue simplemente ver a mi papá hacerla, sino que otros vecinos del barrio y yo también participamos. No diría que había una conciencia de lo que estaba haciendo, pero sí recuerdo la emoción de poder participar.
¿Cuándo empezó a participar conscientemente entonces?
Eso fue más o menos en 1989, cuando participé como moldeador en la primera carroza que hizo mi papá en Pasto. En ese entonces se modelaba con arcilla, y me acuerdo de que con mis primos logramos hacer algo intentando copiar lo que él hacía, a pesar de lo torpes que éramos aún con las manos. Esa fue mi entrada oficial al mundo del carnaval, ya como parte de una obra y de un equipo de trabajo.
¿Cómo fue cuando pasó de hacer carrozas a hacer parte del equipo organizador?
Eso solo se dio hasta el año 2012, cuando el alcalde me ofreció ser director de Cultura de Corpocarnaval. Yo antes había trabajado con una asociación de artistas que se llamaba Suarca y con un grupo de amigos de mi misma edad —personas que veníamos de la academia, con otro pensamiento— habíamos estado pensando en cómo estructurar mucho mejor el carnaval. Además, ya para ese entonces pensaba que quería ser parte de Corpocarnaval para conocer desde adentro cómo es que funciona todo, así que cuando llegó la oportunidad acepté, pero recuerdo que fue un choque complejo asumir ese cargo.
¿Por qué?
Yo venía con un pensamiento de artista altruista, soñador, convencido de que estando yo ahí las cosas por fin iban a cambiar, el dinero iba a alcanzar y la ejecución iba a ser impecable. Pero cuando llegué, me di cuenta de que la realidad era otra. Siempre hago una alusión muy clara: cuando en tu casa hay un cumpleaños y tu mamá parte la torta, tú recibes tu pedazo y a veces te quejas porque te dieron muy poquito o porque a tu hermano le dieron más. Pero cuando a ti te toca partir la torta y decidir cuánto le corresponde a cada quien, al final lo que queda para ti son migajas. A veces el tema cultural es así: se administra pobreza. Ese choque fue muy duro, porque queríamos hacer mucho, había muchas ganas, pero la limitante era el presupuesto. Y eso me marcó, porque entendí finalmente a los anteriores administrativos que nos hablaban de ese tema y que yo, en su momento, no comprendía.
¿Por qué cree que es tan difícil conseguir fondos para la cultura?
Cuando no se entiende que la cultura es una inversión y no un gasto, siempre va a haber un limitante presupuestal. Esa es la primera razón. La segunda es que nunca va a existir un presupuesto ideal para la cultura: siempre va a faltar. Y la tercera es que se necesita una visión de proyección de industria cultural para que este sector se vuelva autosostenible.
¿Qué significa para usted hacerse cargo de uno de los eventos culturales más importantes del país?
Voy a responder con una anécdota. Si bien mi primera relación con el carnaval fue la que conté al principio, la segunda fue porque me porté mal en el colegio. Como castigo, mi papá me dijo: “Te voy a llevar al taller a trabajar porque tienes que responsabilizarte de tus acciones”. Y resulta que a mí se me metió el carnaval y nunca se me volvió a salir, porque este oficio tiene una cosa: es como un bicho que te pica y del que es imposible escapar. No creo que haya antídoto para el carnaval, excepto tal vez la edad, cuando ya las manos o la cabeza no dan. Pero, por ejemplo, sentado aquí ya estoy imaginando la carroza que voy a sacar, cómo la voy a construir. Y me pasa mucho que hay cosas que veo y digo: “Esto serviría para Corpocarnaval”, “esto les serviría a los artistas” o “esto podría usarse en el taller”. Mi esposa se ríe y me dice: “Todo lo piensas en carnaval, siempre estás en modo carnaval”. Y yo le digo que sí, que esa es mi razón de ser, mi esencia. Después de este cargo, no sé qué otra actividad podría hacer, porque mi vida es el carnaval.
El Carnaval fomenta la creación de un arte efímero. ¿Cree que eso hace que los públicos lo aprecien aún más?
Cuando yo decidí entrar al carnaval como artista, cada año la mente me pedía evolucionar las obras. He tenido la posibilidad de ganar tres veces y, cada vez que eso pasaba, al año siguiente me preguntaba qué iba a hacer diferente para volver a intentarlo, porque ganar en Pasto es muy difícil. La capacidad artística parece siempre estar en aumento porque de repente aparecen artistas con obras que uno no se imagina, entonces eso genera una gran presión creativa. Pero entonces, cuando la gente llega al carnaval, sabe que no va a encontrar lo mismo del año anterior. Las carrozas, las obras, las temáticas: todo cambia. Y por eso hay tantas personas que llegan y nos preguntan qué vamos a hacer ese año o con qué los vamos a sorprender. Entonces, ¿a qué viene la gente? Viene a sorprenderse con la capacidad creativa de los artistas.
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖
