Labio de Liebre: el arte de no condenar

Fabio Rubiano dice que la mejor forma de narrar la barbarie es a través de la poesía. Biassini Segura, Liliana Escobar y Marcela Valencia, actores de la obra, creen que no han dejado, en todo este tiempo, ni de actuarla ni de contarla.

“Labio de Liebre” se presentó por primera vez al público en el año 2015, cuando el país tenía en marcha las negociaciones por el Acuerdo de Paz. Desde entonces, el elenco ha viajado a nivel nacional por Cali, Medellín, Santa Marta, Valledupar, Duitama, entre otras ciudades que visitaron —y muchas más a las que quisieran llegar, aunque dependan de las dinámicas de logística—. A la lista se suman países como Venezuela, Ecuador, México, Santo Domingo y Costa Rica. Estuvieron en España y Francia, donde, además, realizaron una gira de mes y medio, recorriendo desde Lyon, en el norte, hasta Lille. Este año, en su décimo aniversario, “Labio de Liebre” supera las cuatrocientas funciones vendidas.

Sobre la obra

Salvo Castello (Fabio Rubiano) era un empleado eficiente que colaboraba “limpiando la sangre sucia de la nación”. Ahora, cumple una condena de tres años en lo que él llama un “territorio neutral” —un eufemismo para no decir que está exiliado de su país tras haberse acogido a un proceso de justicia especial—. Entregó los nombres de sus víctimas ante los tribunales, pero olvidó mencionar los de la familia Sosa.

Cuando Granado Sosa (Biassini Segura), un niño campesino de siete años que tiene labio leporino, y su familia se presentan en casa de Castello, este parece no recordarlos. Tal vez por una memoria erosionada por el tiempo. Tal vez por la culpa. Tal vez por ambas. Su objetivo es que el comprometido trabajador por la patria diga sus nombres. Todos.

Así nació “Labio de Liebre”

En 2014 se celebró en Colombia el congreso anual de ISPA (International Society for the Performing Arts), un evento que reúne a profesionales del teatro de todo el mundo. Uno de los momentos más importantes del encuentro es la oportunidad que tienen algunos grupos de presentar un pitch ante un público compuesto por productores, posibles socios y representantes de instituciones culturales internacionales. Una vitrina muy competitiva a la que pocos logran acceder.

Ese año, el Teatro Petra –fundado por Fabio Rubiano y Marcela Valencia en 1985– ganó un lugar para presentar su proyecto. Entre los asistentes del congreso se encontraba Manuel José Álvarez, el entonces director del Teatro Colón. “A él le gustó y decidió que entraba a coproducir. Eso fue el pie derecho para la obra, porque el Teatro Colón abría sus puertas después de muchos años de restauración y esa fue la primera obra de teatro que presentó”, explicó Liliana Escobar, actriz de “Labio de Liebre”.

“Ha sido una obra muy importante porque mucha gente, al estar tan rodeada constantemente de noticias sobre el conflicto, tiende a cerrarse, a no querer escuchar más sobre el tema. Estamos tan inundados por esa realidad que hay un rechazo natural. Pero cuando vas a ver algo que, además de ser bello visualmente, te cuenta una historia de forma inesperada, la experiencia cambia”, aseveró.

Reírse del horror de las tragedias

“El humor de Fabio es muy inteligente. Pero mira que, en el país, nosotros somos muy así. Pasan cosas desastrosas y al otro día hay un meme sobre eso. La realidad es tan dolorosa que nos toca, mentalmente, hacer esos trabajos para no morirnos de tristeza”, afirmó Marcela Valencia, que interpreta a Alegría de Sosa, una madre que tuvo que elegir a cuál de sus tres hijos asesinaban primero.

Actuar es un préstamo constante. El personaje ya existe, está arraigado en el guion, y su historia ha sido contada una y otra vez. No se trata tanto de reinventar, sino aportar nuevos elementos que permitan habitarlo.

Granado Sosa ha sido interpretado por actores como Jacques Toukhmanian y Julián Román; en esta temporada, el personaje cobra vida a través de Biassini Segura, quien forma parte del elenco original, aunque es su primera vez en el papel: “se siente la obra desde otro lugar y se vive desde otro lugar. Por más de que la hemos hecho muchas veces, cada vez que estamos ahí en el escenario debe sentirse como si fuera la primera. Esa es nuestra responsabilidad”.

Caso contrario al de Escobar, que interpreta a Roxy Romero desde hace diez años, y la define como una combinación entre periodista y asistente política de Salvo Castello: cambia de acuerdo al momento y según con quien esté. “Y con eso Fabio, sobre todo al principio, me insistía mucho en no juzgarla, porque claro, a veces uno como actor juzga al personaje”, contó. “Estamos tan inundados por esa realidad que hay un rechazo natural”.

Los tres creen que, en medio de la dramaturgia de Rubiano, “el humor no es una forma de atacar. Es una forma de ilustrar, de abrir esa puerta que el miedo cierra”, como lo dice Segura. El teatro recoge historias reales y las convierte en ficciones digeribles.

El teatro independiente, que generalmente se presenta en espacios más pequeños, requiere de mayor profundidad en las historias, tanto por la producción como por trabajar con grupos de actores más reducidos. Esta particularidad marca en gran medida la cartelera teatral actual de Bogotá.

Y, aunque podría decirse que cada vez es menos “independiente” en su definición tradicional, esto corresponde a un hecho positivo: el aumento en apoyo y recursos disponibles ha fortalecido aún más su presencia. Mientras que lo comercial suele asociarse con producciones masivas, hoy la función principal del teatro es comunicar, y cada creador lo hace con sus propuestas en escena.

“Si esa comunicación logra tener impacto, entonces el teatro cumple su función. Un ejemplo claro es el Teatro Petra, que hoy no tiene ni un solo día sin función en su sala, con boletería agotada en el 80 o 90% de las ocasiones”, afirmó Segura.

No repetir para reparar

Escribió Fernando Aparicio Soto en Después comenzará la madrugada: “(…) Porque estas dos fuerzas, impulsadas por gobiernos absurdos y sectarios, habían regado en los surcos de la patria las semillas de fuego que ahora estaban produciendo frutos de sangre”. Salvo Castello y la familia Sosa representan el dolor que provocan las cicatrices, las omisiones y los nombres que faltan: las injusticias que hemos convertido en arte.

“Esto recuerda justamente en qué punto del proceso de memoria estamos: un camino de reconstrucción. Claro, hay tendencias, a veces inevitables, a juzgar o señalar. La memoria puede convertirse en un lugar desde el cual se emite juicio: ‘te juzgo por lo que hiciste, por lo que causaste’”, explicó Segura.

Añoramos, aunque sea en secreto, el día en el que “Labio de Liebre” deje de ser una realidad y pase a ser tan solo el recuerdo de una pesadilla que nos nubló de repente el sueño.

“¿Por qué lo hizo?”, le pregunta Alegría de Sosa a Castello luego de “jugar” a ponerse en los zapatos del otro. “Por lo mismo que usted, señora. Porque tocaba”, responde él.