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Apreciación estética del deseo (En primera persona)

El deseo revive las potencias de alma, propicia el desborde existencial para impulsar la regeneración constante de la vida. El deseo surge (a través) de la imagen que inaugura los ecos y las resonancias del pasado.

Olenka Piotrowska

09 de octubre de 2021 - 02:43 p. m.
El alma tiene como única posibilidad y medio, su confensión a partir de la memoria, la imaginación y la obra.
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¿Idea y forma? Deseo… su fondo ¿Cómo? No querer penetrar en la profundidad de su sentido onírico y laudable para crear.

El deseo nace a través de la presencia y de la ausencia deliberada según los significados que articula el sentir ontológico por medio de la escucha, la vista, el olfato, el gusto, el tacto y el pensamiento.

Plotino en su obra, El alma, la belleza y la contemplación, en la tercera parte (El bien o lo uno) mencionó: “Toda alma es una Afrodita, y eso, es lo que significa -el nacimiento de Afrodita y el nacimiento Inmediato de Eros-”. Lo anterior evidencia que el deseo proviene de la belleza, además, cada alma para el mundo es la garantía más elevada y a la vez única como principio de deseo.

El deseo hace de los momentos instantes sacros, libera a la persona de su (estar) para crear a partir de su interior la apología necesaria para humanizar, renovando así a la humanidad.

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El renacimiento surgió por el anhelo no sólo de la belleza, sino también, por la libertad del alma para diversificar las virtudes humanas, retomando elementos de la escuela platónica, para reafirmar que el deseo, la carencia y la gloria, son la (recreación) de toda la belleza que se implícita, anclando la realidad del tiempo en el espacio.

El alma es la esencia del acto que se plasma por el apetito de su deseo.

En el banquete de Platón, en su última parte (el banquete), menciona a Sócrates en el diálogo comentando: “Por lo tanto, lo mismo en este caso que en cualquiera otro, el que desea, desea lo que no está seguro de poseer, lo que no existe al presente, lo que no posee, lo que no tiene, lo que le falta. Esto es, pues, desear y amar”.

La virtud parte del deseo por ser de ella y en ella, su más íntima expresión. Pasión, frenesí, convulsión y amor.

Del alma surge la realidad revelada, como evidencia fundamental de la conciencia. La sensibilidad y las actividades espirituales se condiciona a su originalidad para distinguir las manifestaciones que simboliza la realidad de si misma y cómo sólo ella misma puede expresar en su deseo.

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Asumir la interioridad espiritual como camino privilegiado de acceso a la realidad frente al instinto que se envuelve en su misma naturaleza, conforme a la tendencia virtuosa de cada alma. Permite reconocer que el deseo propio otorga visiones a los fundamentos en los valores de las espiritualidades humanas. Sin él, todo valor quedaría suspendido entre la nada, por eso, el alma ofrece permanencia humana a través del deseo.

El alma tiene como única posibilidad y medio, su confensión a partir de la memoria, la imaginación y la obra. Ahí se funde el deseo para rememorar la percepción según la plenitud y la sensibilidad, sobre impacto por el asombro, mediante la disposición original del acontecer.

Deseo…

Que el deseo y mis sentidos sean uno,

para que mi deseo y mis sentidos,

jamás combatan mi razón,

y,

mi razón presida mi amor,

amor que rige mi razón,

así,

mi amor y mi razón veneren siempre el deseo

de la voluntad de mi alma,

deseo voluntarioso de mi alma.

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Por Olenka Piotrowska

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