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Asghar Farhadi critica en “Un héroe” cómo la sociedad crea y destruye mitos

El director iraní Asghar Farhadi vuelve en Un héroe, la película con la que opta al Óscar a mejor cinta extranjera, a su país de origen para contar el auge y la caída de un hombre que tan pronto es adorado y catapultado por la sociedad por un gesto de honradez, como denostado, humillado y olvidado en cuestión de días.

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Agencia EFE - Alicia G. Arribas
02 de marzo de 2022 - 01:41 p. m.
Asghar Farhadi durante el Festival Internacional de Cine de Estocolmo el 9 de noviembre de 2018.
Asghar Farhadi durante el Festival Internacional de Cine de Estocolmo el 9 de noviembre de 2018.
Foto: Archivo Part
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“Esta vez lo que más me interesaba era hablar de las ganas que parece tener la sociedad de crear héroes y la corta vida que tienen estos héroes en los medios de comunicación y en las redes; quería averiguar cómo puede ser que una persona se convierta en héroe y caiga al minuto siguiente”, señala el director Asghar Farhadi en una entrevista.

Farhadi se encuentra en Los Ángeles, donde promociona esta la película Un héroe con la que aspira por tercera vez a un premio de la Academia, después de conseguirlo en 2011 por Nader y Simin, una separación, y en el 2016 por El viajante.

Sobre sus opciones, el iraní es humilde: “En realidad, yo me considero un cineasta e intento no pensar en otra cosa. Si quiero demostrar algo, lo hago con buen cine, no me atrae ir en busca de premios. Lo que sí te aseguro es que en mi vida profesional intento por todos los medios hacer cine con la máxima sinceridad que soy capaz”.

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Aún así, Farhadi (Ispahán, 1972) está acostumbrado a los premios; además de los Óscar, tiene en sus estanterías casi un centenar de reconocimientos, incluidos los europeos más prestigiosos, de Cannes a la Berlinale, pasando por los Globos de Oro.

Tras su aventura europea con El pasado (2013), rodada en París con Bérénice Bejo, y Todos lo saben (2018), en España con Penélope Cruz al frente de un reparto local impresionante, Farhadi vuelve a Irán, pero en esta ocasión no a Teherán, sino a Shiraz, un lugar mucho más tranquilo, donde sus habitantes tienen menos prisa y su forma de vida es menos complicada.

Con su habitual sencillez, Farhadi se centra en la aventura de Rahim (Amir Jadidi), un hombre que cumple condena por el impago de una deuda. En un permiso, su novia Farkhondeh (Sahar Goldust) se encuentra un bolso lleno de monedas de oro que podría ayudarle a saldar la deuda y salir de prisión pero, en un impulso de honradez, decide devolverlo.

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Este acto, en principio heroico, empieza a complicar la vida a todos cuantos tienen que ver con Rahim. Choca al espectador extranjero el sistema judicial iraní, ya que una denuncia por dinero puede llevar a alguien a la cárcel, igual que puede salir si el demandante lo retira, y pasa lo mismo en un asesinato.

Cuando Rahim devuelve el dinero, comienzan las dudas. Y aparecen los intereses, desde el aprovechamiento que busca el sistema carcelario, a las suspicacias de sus compañeros de prisión. Se pone en cuestión la enrevesada administración -”marca de la casa” de Farhadi-, los miedos, la aparición del caso en la tele y en las redes sociales, el apoyo de la familia, la usura, y hasta la ayuda de una ONG.

“Hoy en todas las sociedades las herramientas para crear héroes y hacerles caer son muchas y son una parte importante de nuestra vida, pero no quería que el tema principal de la película fueran las redes sociales, aunque son parte destacada. Lo que más me importaba -señala- era que se viera claro el espacio de la duda y la incertidumbre”.

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El realizador, también guionista de sus películas, explica que no decide previamente sobre qué va a escribir, sino que es el proceso de redactar es el que le lleva a “qué dimensiones de la sociedad te tienes que enfocar”.

“Lógicamente -agrega- el que escribe, si quiere que el tema tenga la suficiente carga dramática, intenta aprovechar diferentes aspectos o temas para que sea más atractivo, lo cual explica que en esta película se mezclen muchos temas, uno junto a otro”.

Y lo hace con un lenguaje cinematográfico empático, sencillo, didáctico y emotivo, desencadenando una tensión en lo cotidiano que te mantiene en vilo, sin necesidad de persecuciones o explosivos.

“Sí, es así mi cine -concede-. Puedo confesar que hasta hace poco no me daba cuenta de que mis películas, todo lo que escribía, tenía que ver con gente normal, simple, de la calle; luego vi que había sido un proceso que, inconscientemente, había evolucionado hasta ahí. Y ahora sí soy consciente, y me gusta”, remata.

Por Agencia EFE - Alicia G. Arribas

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