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                                                                                                                              Bart, el anticristo de Springfield

                                                                                                                              En esta segunda entrega de “Los Simpson y la filosofía” se analiza el comportamiento vandálico del primogénito de la familia Simpson. ¿Justificaría Nietzsche las guarradas del niño de diez años?

                                                                                                                              Joseph Casañas Angulo

                                                                                                                              Editor de la sección Entretenimiento
                                                                                                                              Bart dice que cuando crezca quiere un gordo discapacitado como su papá. /
                                                                                                                              Foto: Getty Images

                                                                                                                              Springfield, ese universo caótico que se inventó Matt Groening para que vivieran (¿o malvivieran?) los Simpson, es un terreno fértil y rico para la investigación y la discusión filosófica. Al menos eso plantea la introducción del libro Los Simpson y la filosofía”, de la editorial catalana Blackie Books.

                                                                                                                              En la primera entrega de la exploración de este compilado de ensayos filosóficos que pretenden explicar el mundo desde las vivencias de los personajes amarillos, bajo la óptica de los pensadores más influyentes de la historia, le dimos una mirada al comportamiento errático de Homero Simpson a la luz de la Ética nicomáquea, de Aristóteles.

                                                                                                                              Le sugerimos leer la primera entrega de “Los Simpsons y la filosofía”: A propósito de los Simpson: ¿la filosofía puede explicar el comportamiento autodestructivo?

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              En esta oportunidad, y reconociendo una fijación por ese carácter vicioso y corrupto, le damos una mirada al comportamiento de Bart Simpson, el primogénito de Homero y Marge. Ya habrá tiempo para hablar de las virtudes de esa señora de pelo azul, tal vez el personaje más aristotélico de la serie animada, pues la señora Bouvier de Simpson normalmente no lucha con sus deseos para hacer lo que debe.

                                                                                                                              Es extraño. Pero si Los Simpson es una serie tan popular, es justamente por los comportamientos autodestructivos y viciosos de los personajes que, a la luz de la ética o la filosofía moral, serían repudiables o al menos cuestionados por la sociedad que se precie de ser bien portada.

                                                                                                                              Uno de esos personajes es Bart. Y es fácil que su jovialidad, chabacanería, popularidad y cercanía con el rap nos confunda. En su ensayo, Así habló Bart. Nietzsche y la virtud de la maldad, escrito por Mark T. Conardpor, profesor asociado de filosofía en el Marymount Manhattan College de Nueva York y uno de los editores del libro, se lee que Bart Simpson está lejos de ser un niño adorable y travieso que de forma inadvertida acaba metiéndose en problemas, no es un rebelde de gran corazón. “Es un delincuente astuto, un chico malo que viste pantalones cortos de color azul, un corruptor, un vasallo de Satanás”.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Tal vez ni si quiera Bart es un vasallo del demonio, sino que es él mismo personificado en un niño color mostaza. Un repaso rápido: en varias oportunidades destruyó o soñó con destruir la escuela en la que estudia, se robó Apocalipsis, un videojuego que no podía comprarle su mamá, hizo trampa en un test de inteligencia y consiguió que lo matricularan en un colegio de superdotados, arruinó la Navidad de su familia luego de incendiar el árbol navideño e inventó que un ladrón que se metió a la casa fue el culpable, le cortó la cabeza de la estatua de Jeremías Springfield, el fundador de la ciudad, y generó un desequilibrio ecológico de grandes proporciones cuando liberó en Australia una iguana que había llevado desde Estados Unidos. Su historial delictivo es amplio y está lejos de ser un conteo de travesuras cometidas por un niño de diez años.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              En su texto, el profesor T. Conard se pregunta si a la luz de la obra de Friedrich Nietzsche, que está marcada por el espíritu libre, el rechazo a la moral y las virtudes tradicionales, que abraza el caos del mundo y le da rienda suelta a su carácter, ¿se podría justificar el comportamiento de Bart? Para responder la pregunta, el autor del ensayo presenta al filósofo de Röcken como “el chico malo de la filosofía”. Estas son las razones:

                                                                                                                              Desde el punto de vista de la filosofía no ha habido chico más malo. Nietzsche era una especie de astuto delincuente filosófico. Desafiaba la autoridad, era un corruptor. ¿También era un vasallo de Satanás? Bueno, ¡escribió un libro titulado El Anticristo! Parecía odiarlo todo, cada ideal que la mayoría amaba y atesoraba. Se dedicaba a derrumbar esos ideales demostrando con inteligencia cómo se relacionaban con cosas que esa misma mayoría odiaba.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Denostaba la religión y se burlaba de la piedad. Se refería a Sócrates como un bufón que había conseguido que lo tomaran en serio. Llamaba decadente a Kant, superficial a Descartes y limitado a John Stuart Mill. En Así hablaba Zaratustra, su infamia llegó hasta el punto de escribir: “¿Andas con mujeres? ¡Pues no olvides el látigo!”.

                                                                                                                              Aunque Mark T. Conard pone de presente un sinnúmero de similitudes entre Bart y Nietzsche, lejos está de justificar el comportamiento del niño amarillo o de sugerir que el mismo Nietzsche motivó el comportamiento de los delincuentes o dictadores, como se le ha señalado erróneamente en algunos momentos de la historia.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Podría interesarle leer: Historia de la literatura: “La Celestina”, de Fernando de Rojas

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                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Si algo deja clara la obra del filósofo alemán es más bien la búsqueda del artista, del individuo que se supera a sí mismo, que forja nuevos valores y que convierte su vida en una obra de arte. Más bien, dice el autor del ensayo en mención, “Bart es parte integrante de la decadencia y el nihilismo que denominan nuestro tiempo”.

                                                                                                                              Bart dice que cuando crezca quiere un gordo discapacitado como su papá. /
                                                                                                                              Foto: Getty Images

                                                                                                                              Springfield, ese universo caótico que se inventó Matt Groening para que vivieran (¿o malvivieran?) los Simpson, es un terreno fértil y rico para la investigación y la discusión filosófica. Al menos eso plantea la introducción del libro Los Simpson y la filosofía”, de la editorial catalana Blackie Books.

                                                                                                                              En la primera entrega de la exploración de este compilado de ensayos filosóficos que pretenden explicar el mundo desde las vivencias de los personajes amarillos, bajo la óptica de los pensadores más influyentes de la historia, le dimos una mirada al comportamiento errático de Homero Simpson a la luz de la Ética nicomáquea, de Aristóteles.

                                                                                                                              Le sugerimos leer la primera entrega de “Los Simpsons y la filosofía”: A propósito de los Simpson: ¿la filosofía puede explicar el comportamiento autodestructivo?

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              En esta oportunidad, y reconociendo una fijación por ese carácter vicioso y corrupto, le damos una mirada al comportamiento de Bart Simpson, el primogénito de Homero y Marge. Ya habrá tiempo para hablar de las virtudes de esa señora de pelo azul, tal vez el personaje más aristotélico de la serie animada, pues la señora Bouvier de Simpson normalmente no lucha con sus deseos para hacer lo que debe.

                                                                                                                              Es extraño. Pero si Los Simpson es una serie tan popular, es justamente por los comportamientos autodestructivos y viciosos de los personajes que, a la luz de la ética o la filosofía moral, serían repudiables o al menos cuestionados por la sociedad que se precie de ser bien portada.

                                                                                                                              Uno de esos personajes es Bart. Y es fácil que su jovialidad, chabacanería, popularidad y cercanía con el rap nos confunda. En su ensayo, Así habló Bart. Nietzsche y la virtud de la maldad, escrito por Mark T. Conardpor, profesor asociado de filosofía en el Marymount Manhattan College de Nueva York y uno de los editores del libro, se lee que Bart Simpson está lejos de ser un niño adorable y travieso que de forma inadvertida acaba metiéndose en problemas, no es un rebelde de gran corazón. “Es un delincuente astuto, un chico malo que viste pantalones cortos de color azul, un corruptor, un vasallo de Satanás”.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Tal vez ni si quiera Bart es un vasallo del demonio, sino que es él mismo personificado en un niño color mostaza. Un repaso rápido: en varias oportunidades destruyó o soñó con destruir la escuela en la que estudia, se robó Apocalipsis, un videojuego que no podía comprarle su mamá, hizo trampa en un test de inteligencia y consiguió que lo matricularan en un colegio de superdotados, arruinó la Navidad de su familia luego de incendiar el árbol navideño e inventó que un ladrón que se metió a la casa fue el culpable, le cortó la cabeza de la estatua de Jeremías Springfield, el fundador de la ciudad, y generó un desequilibrio ecológico de grandes proporciones cuando liberó en Australia una iguana que había llevado desde Estados Unidos. Su historial delictivo es amplio y está lejos de ser un conteo de travesuras cometidas por un niño de diez años.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              En su texto, el profesor T. Conard se pregunta si a la luz de la obra de Friedrich Nietzsche, que está marcada por el espíritu libre, el rechazo a la moral y las virtudes tradicionales, que abraza el caos del mundo y le da rienda suelta a su carácter, ¿se podría justificar el comportamiento de Bart? Para responder la pregunta, el autor del ensayo presenta al filósofo de Röcken como “el chico malo de la filosofía”. Estas son las razones:

                                                                                                                              Desde el punto de vista de la filosofía no ha habido chico más malo. Nietzsche era una especie de astuto delincuente filosófico. Desafiaba la autoridad, era un corruptor. ¿También era un vasallo de Satanás? Bueno, ¡escribió un libro titulado El Anticristo! Parecía odiarlo todo, cada ideal que la mayoría amaba y atesoraba. Se dedicaba a derrumbar esos ideales demostrando con inteligencia cómo se relacionaban con cosas que esa misma mayoría odiaba.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Denostaba la religión y se burlaba de la piedad. Se refería a Sócrates como un bufón que había conseguido que lo tomaran en serio. Llamaba decadente a Kant, superficial a Descartes y limitado a John Stuart Mill. En Así hablaba Zaratustra, su infamia llegó hasta el punto de escribir: “¿Andas con mujeres? ¡Pues no olvides el látigo!”.

                                                                                                                              Aunque Mark T. Conard pone de presente un sinnúmero de similitudes entre Bart y Nietzsche, lejos está de justificar el comportamiento del niño amarillo o de sugerir que el mismo Nietzsche motivó el comportamiento de los delincuentes o dictadores, como se le ha señalado erróneamente en algunos momentos de la historia.

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                                                                                                                              Comunicador social y periodista egresado de la Universidad Los Libertadores con diez años de experiencia en medios de comunicación.@joseph_casanasjcasanas@elespectador.com

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