“La vida nunca es un material, una sustancia que se moldea. Si quieres saberlo, la vida es el principio de la autorrenovación; se está constantemente renovando, rehaciendo, cambiando y transfigurándose a sí misma, está infinitamente más allá de tus o de mis teorías obtusas sobre ella”.
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El doctor Zhivago
La pluma de Boris Pasternak fue muy transgresora porque se atrevió a cuestionar al régimen soviético. Fue víctima de persecución política, como muchos otros escritores de su tiempo durante el gobierno de Stalin. No fue encarcelado, como sí lo fueron otros intelectuales y artistas, quizá porque ya gozaba de reconocimiento internacional.
Su obra maestra, El doctor Zhivago, se publicó en 1957 en Italia, pues había sido censurada en la Unión Soviética. En 1958 recibió el Premio Nobel de Literatura “por sus logros sobresalientes tanto en la poesía lírica contemporánea como en el campo de la gran tradición épica rusa”. La Unión Soviética consideró que otorgarle el Nobel era un acto hostil y de propaganda anticomunista. El escándalo y la oposición en su país fueron tan grandes que se vio obligado a renunciar al premio para evitar represalias contra él y contra su familia.
Boris Leonídovich Pasternak nació en Moscú el 10 de febrero de 1890, en el seno de una familia judía de artistas. Su padre, Leonid Pasternak, fue un pintor impresionista e ilustrador, y su madre, una pianista. Desde muy pequeño estuvo vinculado con la creación artística y con la vida cultural e intelectual de Moscú. Empezó estudiando composición musical, pero en 1908 se cambió a filosofía en la Universidad de Moscú. Más adelante estudió en la Universidad de Marburgo, en Alemania. Regresó a Rusia en 1914 y, desde entonces, se dedicó a la escritura, primero de poesía y traducciones.
Sus primeros libros de poesía fueron El gemelo en las nubes (1914), en cuyos versos se percibe su formación musical y la influencia del simbolismo ruso. Sus poemas están llenos de metáforas:
“El mar, como una iglesia sumergida, / tañe campanas invisibles. / En cada ola palpita un órgano secreto, / y las aguas resuenan como bóvedas de cristal” (“El mar”).
Después publicó Por encima de las barreras (1917), durante la Primera Guerra Mundial. En esta colección se percibe una voz más filosófica y atrevida:
“¡Oh vida, tu estrépito me embriaga! / No temo la ruina ni el rayo: / quiero volar por encima de las barreras, / allí donde comienza la libertad” (“Tormenta”).
Más tarde, en Mi hermana la vida (1922), fusionó la naturaleza y la historia política con un tono marcado por la Revolución de 1917, aunque sin convertirse en consigna ideológica, sino en una reflexión existencial:
“El trueno retumba como un congreso de las masas, / las tormentas azotan como decretos recién firmados. / Los campos arden de madurez y protesta, / y cada espiga es un soldado en formación” (“Agosto”).
Durante las intensas persecuciones del estalinismo contra los intelectuales, Pasternak se refugió en las traducciones y logró mantenerse al margen de las disputas políticas. Tradujo al ruso grandes clásicos de Occidente: Goethe y Schiller del alemán; Verlaine del francés; y, del inglés, sus célebres versiones de Shakespeare.
Su gran éxito llegó después de la Segunda Guerra Mundial con la novela Doctor Zhivago, escrita entre 1945 y 1955. Narra la vida de Yuri Zhivago, un médico y poeta, y su gran amor, Lara. La trama está ambientada en la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa y sus consecuencias posteriores. La novela describe revueltas militares, matanzas, violencia, hambruna, epidemias y los procesos del Partido Comunista Soviético. En 1965 fue adaptada al cine por David Lean. Tras obtener el Nobel y verse obligado a renunciar, Pasternak continuó escribiendo algunos poemas, aunque siempre al margen de cualquier reconocimiento público. Murió el 30 de mayo de 1960, víctima de un cáncer.
En suma, Boris Pasternak fue poeta, filósofo, novelista, traductor y un buscador incansable de la belleza en medio de la violencia política, la censura y la ruptura de la libertad. Sus poemas y su novela han sido un referente para muchos escritores posteriores. Cierro con uno de los poemas incluidos al final de Doctor Zhivago:
“Ser famoso no es hermoso. No significa elevarse por los aires, ni hurgar en los archivos de otros, ni estremecerse ante los rumores.
Es vergonzoso, aplastando el pavimento, pisar las suelas a nadie conocido, o abrirse camino hasta la gloria entre el tumulto de la multitud.
Debes vivir sin imposturas, vivir de modo que al final atraiga el amor. Escucha la respiración del futuro, siente cómo late la vida.
Deja las hojas sin terminar, no temas no concluir tu obra: lo que importa es la honestidad del todo, y no la gloria y su oropel.”