Buchipluma no ma’ (El cajón de Santaora)

Nadie compra una gallina flaca a buen precio. De ahí que muchos vendedores apremiados recurran al truco de inflarla rápidamente con un buen plato de maíz y rosearla con agua para que separe un poco las plumas. ¿Qué tiene que ver esto con la música?

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Julia Díaz Santa
25 de noviembre de 2023 - 11:54 p. m.
El Trío Matamoros fue fundado en 1925 por Miguel Matamoros, Rafael Cueto y Siro Rodríguez.
El Trío Matamoros fue fundado en 1925 por Miguel Matamoros, Rafael Cueto y Siro Rodríguez.
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Tres veces me buscó la palabra buchipluma esta semana. La primera, con una pregunta para la que no tuve respuesta inmediata: “oye, ¿tú sabes qué significa la palabra buchipluma?”. La segunda, al otro día, Junior Pantoja me sorprendió con el regalo de la nueva edición del Diccionario Salsero. Abrí el libro al azar en la página cuarenta y cinco. Entonces saltó de nuevo el término con su significado. “Buchipluma: 1 adj.m. y f. Persona que incumple lo que promete y se las da de pavo real cuando no llega ni a torcaza…”. La tercera, esa misma noche, en el prelanzamiento de la opera prima de Daniella Torres, una señora que estaba sentada en la fila de adelante, junto a la mamá de la autora, se volteó y miró a mi perra, que había estado inquieta antes del conversatorio. Sonrío y dijo: “Buchipluma no ma’”.

Yo no he podido elaborar un argumento lógico sobre la situación, pero está claro que la escritura es el camino elegido para responder al llamado del vocablo. Sin más remedio, puse a sonar la versión con guitarra, tres, bongós, maracas y claves del trío Los Matamoros: “Una noche en el baile / la invité al balcón a bailar / y después que bailamos resultó / buche y pluma no ma’…”

Buche y pluma, sintetizados en el sonoro buchipluma. ¿De dónde sale la expresión? Dicen que surgió en el ambiente de los negocios avícolas, en donde muchos sufren por vender una gallina flaca a buen precio. Para salir del problema, los vendedores apremiados recurren al viejo truco de inflarla rápidamente con un buen plato de maíz y rosearla con agua para que separe un poco sus plumas. Y sí, la gallina engordada, de manera tramposa, se vende bien. Pero en casa del comprador se desinfla y este se da cuenta, rápidamente, de que ha sido víctima de un engaño.

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No había acabado de escribir esto cuando me llegó un mensaje de una amiga por redes sociales. Era un video meme de uno de nuestros ídolos de adolescencia Jason Kay, líder del grupo británico de acid jazz, Jamiroquai. Hasta ese momento, lo recordaba como un hombre guapo, de cuerpo liviano y movimientos exquisitos. Pero ahora estaba ahí, en la pantalla de mi celular, intentando moverse torpemente por el escenario con sus varios kilos de más bajo su habitual sombrero de plumas. Una víctima más del bullying cibernético.

La asociación estaba hecha. Solo respondí en automático: buchipluma no ma’. Ahora yo era la promotora del término. Pasaron solo unos segundos y, como Arquímedes en la bañera, tuve que exclamar mi propio ¡eureka! Buchipluma era el concepto que me serviría para decir algo que quería ser dicho.

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Y es que no era el único video meme, de artistas famosos de los noventa, que me llegaba por estos días. Hombres y mujeres, que fueron bombas sexuales, hoy con una figura distinta, tratando de moverse con sus mismos pasos de antaño infructuosamente en un concierto. Ediciones de caídas, esguinces, desgarramientos musculares en pleno recital bajo títulos como “yo tratando de ser sexy en el karaoke después de mis 40s”.

Sería hipócrita si dijera que no me he reído cruelmente con cada video. Y sería doblemente hipócrita si no contara que luego he sentido un poco de pena por mis viejos ídolos. Si su figura y agilidad corporal hoy son distintos, por la razón que sea, entonces ¿por qué insisten en emularse a sí mismos como si nada hubiera cambiado con los años? pensé. Y la respuesta fue más allá del análisis psicológico y el odioso cuestionamiento al estilo de vida de los personajes.

Todo sea dicho, estamos viviendo la era más buchipluma de la industria musical. No solo porque muchos artistas son inflados en sentido metafórico, por un afán de venta, sino por los cambios extremos en las dinámicas de la industria. Ya no se venden discos y las plataformas digitales solo benefician a sus empresarios. Entonces los artistas ven un único camino de sostenibilidad financiera: dar permanentemente shows en vivo.

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Ahora ¿qué hace exitosa una interpretación musical? Hablaré desde mi experiencia: me genera gran satisfacción ver a Johnny Cash sentado en su silla de terciopelo con su vieja guitarra negra, cantando reposadamente a sus más de sesenta años, por ejemplo. O al octogenario Mick Jagger, auténticamente atlético a sus ochenta lustros, haciendo los mismos saltos que hacía en los años sesentas. O a Myrta Silva, La Gorda de Oro, cantautora y actriz puertorriqueña de 1917, que también corea con mucha gracia y reposo la canción del Buchipluma. Qué decir que estos mismos artistas hoy lesionados, cuando eran genuinamente ágiles, llevando sus cuerpos al límite frente a millones de personas.

El tema no es la edad, mucho menos el peso y la apariencia física. Es lo genuino. Lo que se aleja del buchiplumismo siempre dejará una satisfacción perdurable. Por el contrario, lo que se fuerza, se infla para parecer lo que no es, en pro de la venta, se desvirtúa totalmente. Ay, los afanes de la producción que terminan siendo contraproducente para todos.

Si como dicen los mercadólogos, su objetivo principal es la optimización de la relación y la maximización de satisfacción mutua entre emisores y receptores, el engorde engañoso no es la ruta para generar verdaderos fans musicales.

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Ahora, hilando más fino, algo contundente es que al marketing digital le da igual si produces burla o admiración. Lo que le importa al algoritmo, y a los que se rentan de sus lógicas, es que tu contenido se reproduzca muchas veces. La industria lo sabe, el humor, sea a través de memes o de canciones picarescas, es la sal de la vida. ¿Qué tan consientes de esto son quienes buscan seguir siendo venerados y terminan produciendo lo contrario?

Mientras pienso en el cierre del tema, las voces del legendario trío de son cubano, le dan paso a una canción posterior de Roberto Torres, que conserva una gran similitud melódica con la que nos convoca, la del Buchipluma. Mi abuela Asceneth, sarcástica sin pudor, siempre la andaba tarareando: “En una tarde divina / fuimos a pasear los dos / y al pasar por una esquina / el viento se la llevó. Hueso na má, tenía mi novia, hueso na má”.

Por Julia Díaz Santa

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Luis(13054)26 de noviembre de 2023 - 04:30 p. m.
Bonita nota que revive este tema que, luego de la versión del trío, que debió ser de los años 30 o 40, tuvo otro momento de gloria en los 70 con dos versiones que se pegaron mucho en los carnavales de Barranquilla: Charlie Palmieri (https://www.youtube.com/watch?v=WGpS3uTQfmI) y la fracción del potpourrí de la orquesta de Cuco Valoy (https://www.youtube.com/watch?v=kCa4xOaySZw) que sigue siendo tema obligatorio de las carnestolendas. Apreciada Julia: a las gallinas las rocían (no las rosean).
Magdalena(45338)26 de noviembre de 2023 - 02:39 a. m.
Super remenbranza!
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