Usted interpreta la marimba de chonta, ¿cómo llegó a este instrumento?
Yo comencé bailando danzas tradicionales. Gracias a la directora de ese grupo, conocimos la Dirección Técnica de Cultura y fue ahí donde comenzamos a aprender sobre la construcción y la interpretación de los instrumentos musicales. Fuimos aprendiendo a tocar el guasá, luego los cununos y bombos y, finalmente, la marimba de chonta. Entonces decidí quedarme con este instrumento.
¿Por qué?
Era un tema más de gusto, de conocer y aprender sobre el instrumento, pero de pronto no hubo una razón más profunda porque estaba muy pequeña: tenía siete años.
Pero cuando creció, ¿qué la motivó a seguir interpretando este instrumento?
En este camino uno comprende que hay unos procesos y unas luchas que liderar. El hecho de que una mujer esté interpretando la marimba de chonta va un poco en contra de los patrones culturales que hemos tenido en el territorio. Cuando empecé a comprender eso, hubo otras razones que me impulsaron a continuar con ese proceso. Por ejemplo, que interprete la marimba de chonta ha permitido que también otras mujeres sean intérpretes de música tradicional desde la percusión, porque siempre han estado como cantoras e intérpretes del guasá.
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Cantares del Pacífico, agrupación a la que pertenece, surgió en 2005 con el fin de salvaguardar las manifestaciones culturales del Pacífico. ¿De dónde nació esa necesidad?
Nosotros, en medio de este proceso de entender y comprender las músicas y danzas tradicionales, nos dimos cuenta de que uno de los riesgos era que los sabedores se estaban yendo y llevando ese saber. Hemos sido conscientes de que para lograr eso que queremos (aportar a la salvaguardia para que esas expresiones culturales no se pierdan), debemos buscar a los viejos sabedores.
¿Y de qué cosas ha sido consciente en ese proceso?
Sin duda alguna, estamos abanderando unas luchas como jóvenes, y como mujer también lo estoy haciendo. Sabemos que no es un tema de subirnos al escenario, tocar, bajarnos y hacer de cuenta como si no pasara nada, sino que reconocemos que estamos realizando un aporte a la reconstrucción del tejido social a partir de la música. En estos momentos nuestros territorios están pasando por una situación muy compleja en términos de seguridad y a través de las manifestaciones culturales estamos logrando otras miradas: que desde afuera miren el territorio de otra forma, pero que también la gente del territorio sienta y sea consciente de que hay cosas que nos unen como comunidad.
Recientemente lanzaron un nuevo álbum: “Aguajes de Mar y Manglar”, en donde participaron varios sabedores. ¿Qué tienen que aprender las nuevas generaciones de los sabedores?
Yo siento que todo el tiempo que uno habla con los sabedores se encuentra con un mundo, con nuevas cosas, y eso me hace pensar en que todavía en la música tradicional, en las manifestaciones culturales del Pacífico, hay mucho por descubrir. Quisimos hacer este proceso con los maestros sabedores, porque son la fuente viva, quienes conservan las sonoridades propias de Buenaventura. Aquí hay algo muy bonito: cuando hablamos de música de marimba, la gente piensa que todo el Pacífico suena igual y no es así; Cauca y Nariño tiene su forma de sonar, a pesar de que es el mismo formato, y nosotros como Buenaventura, tenemos nuestras formas de sonar. Nuestro distrito tiene ocho cuencas hidrográficas y ellas tienen una variedad de manifestaciones y expresiones; vinculamos a maestros de tres cuencas a esta producción: Naya, Yurumanguí y Anchicayá.
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¿Por qué solo tres cuencas?
Porque estamos hablando de personas mayores, así que solo con algunos pudimos hacer ese ejercicio de trasladarlos a Cali hasta el estudio y grabar; en cambio con otros se nos dificultaba un poco por su edad. Por ejemplo, tuvimos la oportunidad de contar con la participación de una maestra de 94 años, a quien no fue posible moverla hasta el estudio y nos tocó llevar los equipos hasta donde se encontraba para poder grabarla. Con ella sentimos una necesidad muy grande, porque grabamos unas letanías en latín, que es una de las manifestaciones que ya se están perdiendo en el territorio. Las nuevas generaciones no conocen los rezos en latín, entonces sentíamos la necesidad de contar con esta maestra en este espacio para inmortalizar su voz, presencia y conocimiento, pero también conservar eso que se está perdiendo.
¿Para qué hacerles un homenaje a las cuencas a través de la música?
Hay un ritmo muy particular de Buenaventura que se llama mamadores y lo interpretan más en las cuencas que en los cascos urbanos. Hicimos dos mamadores en esta producción con sonoridades de dos cuencas distintas. Entonces esa fue la forma de homenajear estas particularidades de las cuencas. El hecho de que hoy en las cuencas todavía se cante, se rece en latín y tengamos esos ritmos tan tradicionales que conservamos en los territorios, también es un reconocimiento a quienes han estado protegiendo este acervo cultural desde las cuencas.
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