“Por qué, bajo este sistema, los cerdos son valiosos y los hombres no. No se pueden hacer costillas y salchichas de cerdo de los flacuchos niños de las hilanderías”.
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“El corazón es un cazador solitario”
La escritora estadounidense centró su pluma en la búsqueda interior. Sus personajes fueron personas solitarias y marginadas que estuvieron en constante exploración. “El aislamiento del individuo es el gran tema de McCullers”, afirmó Stefan Bollmann en “Women Who Write are Dangerous” (Abbeville Press Publishers, 2018, p. 134). Un hombre al que solo le quedaba un año de vida: su forma de relacionarse con las personas generaba una visión diferente del tiempo, como en “Reloj sin manecillas” (1961), víctimas de discriminación social en “El corazón es un cazador solitario” (1940) o seres incomprendidos o que no tienen voz, como en “Frankie y la boda” (1946).
Lula Carson Smith, más conocida como Carson McCullers, nació en Columbus, Georgia, el 19 de febrero de 1917. Su padre fue joyero y relojero de ascendencia húngara. Su padre provenía de familia vinculada a las plantaciones del sur de Estados Unidos.
Desde muy pequeña mostró inclinaciones artísticas, primero con el piano y luego con las letras. A los 15 años enfermó de fiebre reumática y quedó con secuelas de salud para toda su vida. Se casó con Reeves McCullers a los 19 años, con quien mantuvo una relación conflictiva y con constantes rupturas. En 1934 se mudó a Nueva York, y desde entonces se dedicó a la escritura.
Empezó con una novela basada en su experiencia como aspirante a pianista: “Wunderkind” (1936), aunque el gran éxito vino con “El corazón es un cazador solitario”, que le significó el apodo de “niña prodigio”: solo tenía 23 años. Recibió reconocimiento inmediato en el mundo literario, aunque su vida personal estuvo marcada por la enfermedad, las angustias personales y las relaciones ambiguas y conflictivas. Fue amante tanto de mujeres como de hombres. Murió el 29 de septiembre de 1967 en Nueva York.
Su obra rezuma varios de los elementos que fueron parte de su vida: el sur y las plantaciones, la enfermedad y las limitaciones físicas, los conflictos afectivos, junto con una consciencia social por la marginalidad, la otredad y un reclamo por el reconocimiento humano, y la soledad como condición y destino ineludible. Escribió novelas, cuentos y obras de teatro.
Las más importantes, que además fueron llevadas al cine, son: “El corazón es un cazador solitario” (1940), que trata sobre un hombre, John Singer, que es sordomudo y que dialoga dentro de sus silencios con una adolescente angustiada, un médico negro, un obrero soñador y un tabernero. Los personajes reflejan la soledad del ser humano y la imposibilidad de una verdadera comunicación, independientemente de los impedimentos físicos: “En nuestro interior hay un propósito fuerte, firme, y si fracasamos en llevarlo a cabo, nos habremos perdido para siempre”.
“Reflejos de un ojo dorado” (1941) tiene lugar en una base militar soporífera y aburrida. Un capitán camufla su homosexualismo en un matrimonio con una mujer infiel. La novela da cuenta de temas como la masculinidad militar, la represión sexual, el voyerismo, la violencia familiar y la degradación moral del sur: “Un puesto militar en tiempo de paz es un lugar monótono. Pueden ocurrir algunas cosas, pero se repiten una y otra vez. El mismo plano de un campamento contribuye a dar una impresión de monotonía. Cuarteles enormes de cemento, filas de casitas de los oficiales, cuidadas e idénticas, el gimnasio, la capilla, el campo de golf, las piscinas… todo está proyectado ciñéndose a un patrón más bien rígido. Pero quizá sean las causas principales del tedio de un puesto militar el aislamiento y un exceso de ocio y seguridad, ya que si un hombre entra en el ejército solo se espera de él que siga los talones que le preceden.
“Frankie y la boda” (1946) narra el paso de una niña a la adolescencia que idealiza el mundo de los adultos a partir de la boda de su hermano, pero termina encontrando angustias existenciales y una profunda soledad: “Caminarás por un camino oscuro y verás una casa iluminada, y tocarás la puerta y extraños se apresurarán a conocernos y dirán: ¡Entra! ¡Entra! Conoceremos a aviadores decorados y a gente de Nueva York y estrellas de cine. Por su parte, “La balada del café triste” (1951) es la clásica fábula del amor no correspondido entre un enano jorobado y una mujer dueña de una tienda: “El amado teme y odia al amante, y con razón: pues el amante está siempre queriendo desnudar a su amado. El amante fuerza la relación con el amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor”.
“Reloj sin manecillas” (1961) fue su última obra publicada en vida. Trata de un hombre diagnosticado con leucemia que morirá pronto y su interacción con las vidas de otras personas de un pequeño pueblo de Georgia en los años cincuenta. En esta novela la autora reúne varios de sus temas como la culpa, la mortalidad, el racismo, la identidad y el tiempo: “—Perdóname, aventuró con voz temblorosa. ¿Quién eres y qué era lo que cantabas? El otro joven, que tenía la misma edad que Jester, dijo con una voz que intentaba ser lúgubre: —Si quieres la verdad desnuda, no sé quién soy ni conozco mis antecedentes. —¿Quieres decir que eres huérfano?, preguntó Jester. ¡Pero si yo también lo soy!, añadió entusiasmado. ¿No crees que eso sea significativo? No. Tú sabes quién eres. ¿Te ha mandado tu abuelo? Jester negó con la cabeza”.
En suma, Carson McCullers fue una de las voces más relevantes de la literatura estadounidense. Su transgresión radica en una prosa aguda que refleja las contradicciones y la intensidad de los sentimientos en diálogo directo con un país herido de racismo y segregación de género.