Raras veces analizaba antiguos errores para modificar su posterior conducta o para hallar razones para la presente. Fue precisamente su amista con Allen Ginsberg y con Jack Kerouac, lo que le indujo a mirar hacia dentro y hacia atrás y expresar conscientemente con palabras sus acciones y relaciones pasadas, así como sus ideas y sentimientos presentes.
Pretendiendo contentar a todo el mundo, Neal procuraba mantener simultáneamente varias relaciones y consideraba prudente hacerlo de un modo secreto independizándolas unas de otras; lo mejor era destruir las pruebas o cambiar la realidad con una mentira…, sólo por si acaso. En consecuencia, en esta correspondencia, tenemos las cartas de Neal a Allen en 1947, pero no tenemos ninguna de Allen a Neal. Neal estaba cortejándome por entonces y nada me contó de su verdadera relación con Allen. Esas cartas de Neal, así como algunas otras, las veo ahora por primera vez. Concedo valor a todas estas comunicaciones privadas, pues me proporcionan una nueva dimensión de objetividad en mi propósito de comprender el complejo carácter de Neal.
Cuando Neal y yo nos casamos, él compartió conmigo las cartas de Allen y pude conservarlas. Lo hice meticulosamente, no sólo porque estaba convencida de que Allen era un genio, y preveía la época, que ya ha llegado, en la que esas crónicas de la lucha de Allen por desarrollarse ayudarían a documentar su evolución y a iluminar sus obras publicadas. Lo que no podía haber previsto era este testimonio de la tenacidad de un amor profundo y perdurable.
Prólogo
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Nota: Se verá claramente que a medida que la amistad de Neal con Allen fue creciendo, junto con su correspondencia, Neal se muestra mucho más meticuloso en la ortografía y en la gramática; persistió, sin embargo, en su técnica de escribir a máquina con dos dedos, así como los errores tipográficos.
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C. C.
Edición e introducción de Barry Gifford
Cartas de amor ambiguo. Barcelona. Laertes. 1985. Págs. 10-11.