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“Al final del miedo”: la literatura al borde del abismo hacia lo insólito

La escritora mexicana Cecilia Eudave es una de las invitadas a esta edición de la Fiesta del Libro y la Cultura este año y trae consigo su más reciente antología de cuentos. Estos ocho relatos, algunos conectados entre sí, buscan perturbar al lector y enfrentarlo a un escenario en el que la realidad se tambalea constantemente.

Santiago Gómez Cubillos

15 de septiembre de 2025 - 07:00 p. m.
Cecilia Eudave, además de escritora, es profesora e investigadora de la Universidad de Guadalajara.
Foto: Adolfo Weber
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Usted dijo en otra entrevista: “Yo me sitúo para contar mis historias en la delgada línea que separa una realidad de otra”. ¿Por qué decidió que su escritura se quedara en el umbral entre lo real y lo fantástico?

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Desde mis inicios escribí totalmente inclinada hacia lo fantástico. Mi primer libro de cuentos, y algunos otros que escribí sobre la marcha, iban en esa dirección. Sin embargo, nunca llegaban a ser del todo fantásticos ni completamente realistas. Eso me llevó a pensar que, desde el principio, uno marca su manera de ver y representar el mundo. El mío se situaba justo en los umbrales, donde podía sacar lo mejor de lo real y mezclarlo con lo insólito —que es aquello que rara vez ocurre, pero puede ocurrir— porque la realidad a veces no alcanza para explicar todo lo que ocurre en este mundo tan caótico. Así es como dejo que mi escritura navegue y trato de que el lector se sensibilice con la idea de que todas las realidades literarias son posibles, sin importar el género.

Usted ha dicho que solo escribe de cosas que sabe, a pesar de no haberlas vivido todas. ¿Cuál fue la observación que puso a andar la escritura de “Al final del miedo”?

Estamos constantemente buscando catástrofes, tratando de identificar fenómenos naturales o extraordinarios, siempre con un tinte negativo, algo que nos desaparezca. Entonces pensé en el miedo y concluí que hay dos maneras de enfrentarlo: sucumbiendo a él y quedándote paralizado, o desafiándolo y volviéndote activo. En este libro, lo que busco es que los personajes no se paralicen ante el miedo, sino que lo confronten hasta llegar a un final. Pero no es el final, sino al final del miedo, donde pueden encontrarse muchísimas cosas: aprendizaje, dolor, reconocimiento, más miedo, dudas, unión... eso es lo que cada lector descubrirá al encontrarse con este libro.

En ese sentido, el cuento parece ser uno de los géneros ideales para explotar eso, porque invita constantemente a la interpretación a partir del juego con lo que no se dice...

Sí, y eso está siempre en toda mi propuesta literaria. Mis lectores coescriben conmigo las historias. Me gustan los libros que me invitan a continuar la historia incluso mientras la estoy leyendo. Desde mi perspectiva, el goce es mayor cuando no me lo dan todo, porque así encuentro esos espacios vacíos que puedo llenar. Eso va en sintonía con “Al final del miedo”: me interesa que exista esa posibilidad de completar. Así se establece una relación más equitativa, en la que escritor y lector avanzamos juntos.

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Quiero preguntarle por “Sereno olvido” que, a la manera de “La noche boca arriba” de Cortázar, empieza con un accidente que después desencadena el resto de la narración. ¿Cómo fue la creación de este cuento?

Ese cuento me gusta mucho porque tiene muchas capas. La inspiración vino de una nota muy dura sobre una chica que había sido violada en grupo. Cuando le preguntaron cómo se sentía, ella respondió: “Me siento sucia. Me siento sucia y no sé qué voy a hacer con esto, porque toda mi vida voy a estar sucia. Me baño, me limpio, hago todo, pero me siento sucia”. Esa frase hizo mucho eco en mí. El cuento no tiene nada que ver directamente con ese suceso —jamás escribiría sobre algo de esa naturaleza por pudor y porque no sabría cómo expresarlo—, pero esa sola idea de alguien que se siente sucio detonó la historia. Me pregunté: ¿qué pasaría si de pronto olvidara lo sucedido? Y ahí apareció la idea de resetearnos, de reiniciar. Me planteé: ¿qué pasaría si existiera un sereno olvido? No necesariamente desde el enojo o el dolor, sino como una posibilidad de desprenderse dentro de un contexto distinto, sin relación con aquel hecho real.

¿Cree que la mirada de Isabel, la protagonista de este cuento que empieza a ver lo que antes era familiar como algo nuevo y sorprendente, se parece a la suya como escritora?

Sí, porque también el escritor se siente limpio cuando termina de escribir algo. Es como si sacara una historia y quedara sereno, tranquilo, listo para pasar a otro espacio. Además, creo que uno puede escribir sobre todo lo que sucede en el mundo, pero desde el intimismo. Tenemos mucha literatura que es explosiva hacia afuera: polémica, estridente, que busca generar movimientos sociales. Pero pocas veces nos detenemos a pensar en cómo esa violencia social impacta al individuo de manera personal. Cada uno vive su propia violencia de forma distinta, y a partir de ahí, este libro —como todos mis cuentos— explora cómo la presión social se filtra en lo individual y opera de maneras diferentes.

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Y en ese proceso se filtra la experiencia como latinoamericana. ¿Cómo cree que juega ese elemento en su literatura?

Los latinos somos como un caleidoscopio, en el sentido de que cada uno de nosotros tenemos formas particulares de ver la vida. Pero, en cuanto al miedo, creo que convivimos con él de una forma muy distinta al resto del mundo. Sabemos que la amenaza siempre está presente, y eso nos moviliza. Vivimos con la conciencia de que sobre nosotros pende una espada de Damocles que puede caer en cualquier momento. América Latina ha sido muy violentada, pero eso no nos debilita: nos fortalece. Y eso se ve en el libro porque, aunque duela, el miedo no paraliza a mis personajes. Ellos actúan, buscan salir adelante de una u otra manera: desde la reflexión, el cambio o el reconocimiento. Eso, creo, marca una diferencia.

¿Qué diferencia a “Al final del miedo” del resto de libros de cuentos que ha escrito?

“Al final del miedo” es un libro muy importante para mí. Agradezco mucho a Páginas de Espuma y a Juan Casamayor que apostaran por él en medio de otras tendencias y otro tipo de literatura que se estaba escribiendo. Es un libro reflexivo, intimista, que habla de ciertas preocupaciones humanas. Busca dejar preguntas más que respuestas, con finales abiertos que me encantan porque permiten al lector acomodar ahí también sus propios miedos. Todos los relatos funcionan como alegorías o metáforas. Son congruencias e incongruencias que nos fortalecen, narradas desde una perspectiva que no es del todo realista ni del todo fantástica, sino híbrida. Ese es el mensaje: todos somos inusuales, todos somos fantásticos, y lo insólito está ahí todo el tiempo, así no queramos verlo porque preferimos permanecer en el camino de lo estandarizado.

Por Santiago Gómez Cubillos

Periodista apasionado por los libros y la música. En El Magazín Cultural se especializa en el manejo de temas sobre literatura.@SantiagoGomez98sgomez@elespectador.com
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