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Cinco reyes del mundo en busca de su reino

La película “Los reyes del mundo” abrió la programación del Festival de Cine de Santander. Los cinco actores naturales y Cristina Gallego, productora del filme, dieron detalles sobre el rodaje y su experiencia en el Festival de Cine de San Sebastián.

Laura Camila Arévalo Domínguez
29 de septiembre de 2022 - 02:00 a. m.
“Los reyes del mundo” ganó la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián. La película fue dirigida por Laura Mora.
“Los reyes del mundo” ganó la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián. La película fue dirigida por Laura Mora.
Foto: JUAN CRISTOBAL COBO

Cuando el equipo de rodaje los juntó, comenzó la observación: quién es más paternal o más maternal. Cuál es el místico o al que dan ganas de protegerlo. Y conforme a estos rasgos y el diseño inicial de los personajes se asignaron roles. Los encontraron porque a las calles salieron a preguntar por los “gravitosos”. En el periódico El Colombiano, Carlos Andrés Franco V. describió la “Gravity bike” como una “práctica mortal que consiste en descender velozmente por la carretera en bicicleta que tiene ciertas especificaciones para realizar el descenso: es pequeña, no tiene frenos, el sillín es más amplio, el manubrio tiende hacia el piso y algunas tienen unas pesas en la parte delantera para poder bajar con más velocidad”. Sobre “gravitear” uno de los actores dijo: “Ver que un parcero se mate en esto de las ciclas es duro, pero lo que buscan es la tierra prometida, como en la película. A veces también lo hacen ‘tirando’ sacol o pega. Están ‘aborrecidos’ de la vida”.

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El Espectador moderó un conversatorio en el que estos cinco actores naturales dieron detalles sobre este rodaje. Todos tenían expresiones particulares, muletillas. Andrés Castañeda, el protagonista y encargado del papel de Ra, usó varios “si ves”, como si fuesen comas. Separando cada frase con esta expresión, contó que ahora veía películas buscando detalles. Que quería seguir actuando porque dio el alma en Los reyes del mundo. “Comprendimos lo que nos ha pasado y lo entregamos ahí, ¿si ves? A mí me han desterrado, me han sacado de mi tierra y yo recordé todo y le dije a esa actriz, a mi compañera de escena, lo que quise decirles a los que me desterraron a mí, ¿si ves? Me curé porque a la cámara le grité lo que no le pude gritar a la gente”.

En la calle se aprende que la violencia no es opcional: hay que dominarla para sobrevivir. Tal vez no ejercerla, pero sí conocerla, saber que está más latente que nunca, porque lo que es de todos no es de nadie, y cuando no hay garantías sobre lo más básico, los límites se difuminan, el aire se enturbia y las tripas rugen. “Cualquiera de nosotros podría estar muerto”, dijo Cristian David Mora, Culebro en la película, que se disculpó un par de veces porque sus amigos, sus compañeros de escena, a veces se veían “muy aburridos”. Contó que entendió las implicaciones del premio que ganaron, la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián, en el vuelo de regreso a Colombia: “Yo ya conocía un mar, pero ese mar fue más bonito. A veces no nos entendían, tuvimos que buscar traductor”. Habló con las manos, como los raperos, y olvidó el micrófono, que amplificó y perdió su voz a causa de los movimientos de sus brazos. “Todo fue muy primero para nosotros. No habíamos montado en avión. ¿El primer despegue?, de locos”.

Recostado en la silla y con los dos brazos apoyados sobre la base superior, Dávison Flores (intérprete de Sere), pidió la palabra: “Vea yo le regalo mis palabras humildemente”, y esperó a que los demás reaccionaran. Cuando dejó de escuchar risas, agregó que lo que él había ganado era fuerza “pa darle las ganas a más de un pealo que está en la basura, que no le coge aprecio a la vida”. Agradeció que Laura Mora lo haya invitado a “tomarse un fresco”. Él fue de “los aburridos” por los que Mora, el actor, se excusó tantas veces. Y luego explicó que no era aburrimiento, sino ensimismamiento, pensamientos sobre pensamientos, nuevas vidas posibles que fue fantaseando conforme a lo que le fue pasando. “Que Dios los bendiga por los alimenticos y por estar tomando chorrito por allá. Nos parcharon melo”, agregó sobre su viaje a España para San Sebastián.

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A Cristian Campaña, Nano en el filme, le pasaron el micrófono y, con un gesto suave, lo rechazó. Prefirió asentir cuando estuvo de acuerdo con alguno. Finalmente, habló cuando Cristina Gallego, la productora de la película, contó que cuando él dejó de tener llamados para actuar, se le incluyó en el equipo de arte. “Muy bacano. Tocaba llevar, traer, mera energía”, dijo mientras soltó el micrófono como si se le estuviesen quemando las manos. A Mora también lo invitaron al equipo de sonido: “La mera fuerza para las luces, pero también la inteligencia”. ¿Por qué dice que en este equipo lo pusieron a pensar tanto?, se le preguntó. “Porque me pedían cosas con nombres raros: la galleta, el trípode”.

Brahian Steven Acevedo, quien interpretó a Winny, fue el más callado. Respondía con monosílabos: “Sí señora”, “no señora”. Se aventó a dar detalles de las rutinas de los días de rodaje: “Dormíamos como una familia. Teníamos desayunito, almuerzo. Las cuchas felices porque no nos había tocado una experiencia de estas”.

En los intermedios, Cristina Gallego, quien también fue productora de El abrazo de la serpiente y codirigió Pájaros de verano, por mencionar algunas de las películas en las que ha participado, habló de que, por ejemplo, las líderes de este filme fueron mujeres: uno de sus desafíos fue dirigir a cinco hombres a los que la masculinidad se les había presentado recia, violenta. Decidieron, entonces, apelar, entre muchas otras cosas, al cuidado: “Somos una familia y tenemos que cuidarnos porque estamos en medio de una zona violenta, los chicos son objetivo militar de la Policía y grupos armados, además de que tenemos que sacar esta película”, se dijeron.

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Uno de sus mayores intereses es que los cinco ganen visibilidad e insistan en este nuevo horizonte, así que contó que con “una empresa hermana” lograron que comenzaran a estudiar un diplomado en cine en la Universidad de Antioquia.

“Resalto ese interés genuino de Laura Mora por explorar los bordes. Por interesarse en los excluidos, por los que vemos con desdén. Visibilizarlos desde el amor ha sido su gran interés. Con esta película se abre el diálogo, además se propone la autocrítica. ¿Cuál es el comportamiento personal que aporta al sistema de violencia?, concluyó Gallego, quien acompañó todo el proceso de rodaje, pero también de apertura a nuevas formas de crecer para cinco jóvenes que creían que desafiar la muerte con una bicicleta era la única forma de “aliviar el alma”. Estuvo, igual, cuando les enseñaron a manejar las emociones. Contaron que la mitad del día tenían que estar felices y la otra tristes “para que las escenas salieran melas”. Acompañó este tránsito en el que se ensanchó el mundo para nuevos creadores y espectadores de la que sigue siendo una realidad colombiana.

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Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

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