Cuando era niño leí mi primer libro, era Cuentos de la Selva del escritor uruguayo Horacio Quiroga. Fue un evento fundamental en mi vida, y lo leía junto a mi abuela, quien se quedaba dormida al sonido de mi voz relatando cada uno de los capítulos. Recuerdo que el que más le llamaba la atención era el loro pelado. Y es que teníamos un loro que se quitaba las plumas llamado Federico. Han pasado muchos años y muchas páginas y aún recuerdo esa primera vez. Cuando tuve la oportunidad de volver a leerlo, con otra perspectiva y con diferentes experiencias, sigue teniendo el mismo encanto.
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Las fábulas se han usado desde hace mucho tiempo por diferentes culturas para orientar a las nuevas generaciones. Junto a mi hija hemos realizado esta lectura, esperando que algún día pueda leerlo y tener gratos recuerdos a su alrededor, como en mi caso. Pero sobre todo, que pueda identificar esos valores y principios que busca dejar cada uno de los capítulos de esta obra.
En este libro convergen dos cosas fundamentales. Por un lado, algunas palabras propias de la lengua Guaraní y, por el otro, los vocablos coloquiales con los que se denotan lugares, animales y plantas. Y esto es esencial porque es una invitación para que los nuevos lectores, niños en su mayoría, sientan la curiosidad de abordar otras culturas y puedan así enriquecer sus herramientas de comprensión del mundo.
Cada una de estas metáforas protagonizadas por animales típicos de Sudamérica, y uno que otro invitado como el Tigre y la Cobra, buscan generar una cierta identidad con respecto al uso de valores elementales para nuestra comunidad. Desde la solidaridad, pasando por la lealtad, hasta la amistad y el sentido común, son las formas como puede aprender un niño con esta obra sencilla de leer y a su vez, fácil de comprender.
Hace muchos años, en una eliminatoria rumbo a la copa mundial de la Fifa, recuerdo una entrevista que le hacían a uno de los jugadores colombianos, después de la derrota. Lo curioso es que argüía que el Guaraní era el arma secreta de los paraguayos, ya que en un tiro libre, cuando todos se preparaban para la ejecución, los rivales se comunicaban en esa lengua, por lo que fue imposible que ellos entendieran qué estaban preparando. Les faltó leer Cuentos de la Selva, pensé en ese momento. Con gracia recordé que sabía una palabra en esa lengua, que no es mucho, pero sabía que había recibido una invitación a conocer más cuando lo leí por primera vez.
También existe una relación directa con la naturaleza. Las descripciones que realiza el autor de los entornos selváticos que enmarcan la obra, le dan cierta familiaridad y cercanía a quien lo lee. En tiempos donde los esfuerzos por ayudar a mantener una armonía con el ambiente son cada vez más urgentes, Cuentos de la Selva es un camino para aproximar a las futuras generaciones a hacerlo, ya que no se puede valorar ni cuidar lo que no se conoce. Y qué mejor que acercarnos a través de la imaginación y por qué no a la invitación de conocer los territorios que deben ser protegidos y su fauna y flora.
Además, esta obra es tan completa que encontramos el resumen del pacto social y las sociedades democráticas modernas, resumido en una frase de una abeja, que después de aprender por la fuerza la noción del deber, se permite recordar a sus compañeras de colmena que: “trabajen pensando que el fin a que tienden nuestros esfuerzos, la felicidad de todos, es muy superior a la fatiga de cada uno”, esta es la fuerza del ideal. En una sociedad cuyos valores e ideales se han pensado para el individuo y no para la comunidad, es muy válido hacer esfuerzos para formar un carácter más comunitario y laboratorios en nuestros descendientes.
En resumen, tenemos un libro pensado para niños y jóvenes, que trae a colación elementos ético-morales, ambientales, políticos, geográficos, culturales, lingüísticos y hasta estéticos. De ahí que sea una lectura recomendada para incentivar la creatividad y la crítica en sus lectores. Y tiene un valor agregado que está incluido en esta edición, el “Decálogo del perfecto cuentista”, donde el autor esboza a través de diez aforismos, lo que consideraba, eran los puntos básicos para escribir un cuento, siendo esto, otra invitación para sus lectores. Además, hay un apartado sobre la vida del autor, un hombre resiliente que a pesar de las múltiples dificultades que tuvo que afrontar, que son más bien desgracias, dejó una huella enorme en la literatura latinoamericana.
Con esta edición de Panamericana Editorial, que cuenta con ilustraciones de Esperanza Vallejo, los Cuentos de la Selva de Quiroga, toman un nuevo aire para esa nueva generación de lectores que están esperando a que un libro de fábulas sudamericano, les permita adentrarse en lo profundo de la didáctica literaria de novelas ambientadas en nuestras valiosas selvas del sur del continente.