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Con frecuencia no sé cómo explicar el proceso de la creación. En términos mentales hay un instante en el que nace una idea. La tomas de algún lugar o te das cuenta de que necesitas hacer tu propia versión de algo, no sé. Puede suceder de imprevisto mientras te sientas a comer el arroz que sobró del día anterior y te dices, “alguien debería hablar de la cantidad de veces en las que la soledad fue acompañada por un mal desayuno”, o puede que en una tarde cualquiera te pidan que reflexiones sobre esto o aquello, y algo detone. La creación es así, difícil de catalogar.
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En tiempos de confinamiento parece que las alternativas se reducen mucho y, sin embargo, el acto de crear parece una obligación. La escritura, uno de mis campos de trabajo, resulta un lugar ideal para la reflexión. Para quienes aún no tienen claridad sobre su modo de operar, existen espacios que se crearon con el fin de ayudarlos a perder el miedo de crear solos. “Punto Cadeneta Punto” (Taller Metropolitano de Dramaturgia), organizado por el grupo Umbral Teatro, bajo la dirección de Carolina Vivas, es un ejemplo. Este grupo se trasladó a lo virtual con el propósito de mantener viva la experimentación sobre la escritura. Para quienes no cuentan con la fuerza de enfrentarse solos a la página en blanco, este es un escenario perfecto para desarrollar una habilidad que nos pertenece a todos los humanos. “Aunque el encuentro es muy importante, mantener la creación teatral literaria es posible desde lo virtual” dijo Vivas.
Cuando miro hacia atrás encuentro que la formación en ese escenario, ubicado en el Centro Comercial Los Ángeles, en pleno centro de la ciudad, me dio a mí y a muchos otros herramientas y valor para entender que contar el mundo era una tarea de todos. Con más de una década de procesos de formación a partir de laboratorios, clases maestras, encuentros con dramaturgos y actores como Jaime Chabaud (México), Sergi Belbel (España), Soledad Lagos (Chile) y José Sanchis Sinisterra (España), “Punto Cadeneta Punto” ha logrado edificar un espacio cuya tradición parte de la libertad del creador hacia el fortalecimiento técnico de sus alcances narrativos. Tras terminar satisfactoriamente la primera etapa y con la participación de 11 escritores, este espacio abre su convocatoria para el taller “Del texto narrativo al texto teatral y la huerta de dramaturgia”, que se llevará a cabo entre julio y septiembre.
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¡Seamos creativos!, dicen, hay que ser creativos ahora que no hay que trabajar por encargo, ¡Hay tiempo!, agregan. Siempre necesitamos este tiempo, y ahora que lo tenemos hay que aprovecharlo ejercitando la creatividad. No sé si operamos de ese modo, sé que todos no, pero ¿qué hay después de esta carrera contra el tiempo en días que se hacen más cortos, desayunos que se preparan más tarde y cenas que no existen? ¿Seamos creativos ante qué? ¿Ante la ansiedad que se devora las noches de insomnio? ¿Ante el sentimiento de impotencia frente a los hábitos descontrolados? Quizás logremos refugiarnos en la posibilidad de entender que no estamos frente a una carrera contra la productividad, pero vale la pena permitirle al cuerpo aprender sobre cosas de las que se le ha privado durante mucho tiempo.
Escribir es algo que se puede aprender, no me cabe duda. De este modo, tomar una cámara, aprender a obturar o aprender algo de edición no debería ser un impedimento para poner a andar las ideas. Cuando no tengas una idea, ¡tómala prestada o róbatela! Me atrevo a decirlo. Si no sabes qué hacer con ella, espacios como el Taller Metropolitano de Dramaturgia, y sus diferentes actividades, te proporcionarán una mirada más sensible para liberar la capacidad creadora. No puede ser de otro modo el lugar de la creación. A veces la idea parece ser lo más sustancial, pero para mí ha sido siempre la forma lo que genera una mayor seguridad cuando me siento frente al ordenador o cuando inicio un proceso de dirección teatral.
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El taller, liderado por Vivas, dramaturga y directora de teatro de gran reconocimiento nacional e internacional, ha contribuido al desarrollo de piezas que han figurado en la escena local como El libro de Job, de Johan Velandia, V/Ben Estrella, de William Guevara, La triste Historia de Joaquín Florido, de María Adelaida Palacio, recién ganadora del Premio Distrital de Dramaturgia Teatro en Estudio, además de formar a dramaturgos como Juan Bilis, Tatán Londoño, Francisco Florido, Camilo Casadiego y Juan Pablo Acosta, entre otros. Todos ellos han fortalecido su quehacer a través de este programa, que desde su inicio se impartió de forma gratuita y que, desde hace un poco más de dos años, fue perdiendo el apoyo estatal para su continuo desarrollo, pero sigue adelante y adaptándose a la circunstancias. En el país, con seguridad, hay cientos de proyectos que se resisten a desaparecer. “Punto Cadeneta Punto” es uno de ellos. Es puro teatro para aprender a narrar nuestro tiempo. ¿El de la pandemia? Tal vez.
Por Moisés Ballesteros @TeatroenBta
