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Con guion de Rebecca Sonnenshine y producción de Lionsgate, esta película, que ofrece un espectáculo inquietante pero irregular, cuenta con un reparto encabezado por la mediática Sydney Sweeney (Millie), joven asistente con un pasado turbulento; Amanda Seyfried (Nina), enigmática ama de casa que oculta secretos en la mansión Winchester; sin olvidar al galán de telenovela Brandon Sklenar, un amoroso esposo, reconocido por su participación en la adaptación de Romper el círculo (2024), otro fenómeno literario.
Paul Feig, conocido por su versatilidad en la comedia de este mismo corte y en el cine comercial, se aventura en el terreno del suspenso psicológico y algo de humor negro, mediante un equilibrio entre el glamour visual y la tensión narrativa, apoyada en un diseño de producción, que, durante dos horas y 11 minutos de metraje en tres locaciones, apoyado por la fotografía de John Schwartzman y la música de Theodore Shapiro, encuentra la tensión necesaria para desarrollar los puntos de giro.
La criada transita entre el suspense y el melodrama en un relato de manipulación y paranoia que, como Millie, en busca de redención y con sus vacíos afectivos, se adentra en un hogar que pronto se revela como una trampa emocional y una trampa para el espectador, pues Feig construye atmósferas inquietantes que a menudo recurre a giros previsibles para captar la atención, y a un exceso de subrayado dramático.
El resultado: un thriller que funciona en lo superficial con componentes efectistas como lujosos, secretos y tensiones maritales, pero que carece de la sutileza necesaria para trascender lo que necesita, tanto que por momentos cae en el campo de la telenovela.
La cinta intenta entrar en la genealogía de películas como The Hand That Rocks (1992), o Gone Girl (2014), pero no alcanza su densidad psicológica, pues La criada se apoya demasiado en la popularidad de la novela y en el magnetismo de sus protagonistas, dejando poco espacio para la innovación, apenas apoyada en el drama de telenovela que por momentos propone mensajes de fondo como el maltrato a la mujer y una crítica a la violencia masculina que pretende justificarlo todo. Aunque resulta entretenida, apenas sugiere un cambio de roles donde los mismos problemas sólo mudan de inquisidor.
La obra refleja la fascinación contemporánea por el espacio doméstico como escenario de terror, de los puntos reiterativos en la nueva literatura juvenil. La mansión Winchester es espacio de poder, deseo y violencia, donde la empleada es simultáneamente víctima y catalizadora, una fantasía recurrente en el thriller moderno que habla de la fragilidad de las jerarquías familiares y de la tensión entre intimidad y vigilancia.
La criada es un thriller que atrae la atención por los nombres del cartel, limitado por un guion que privilegia el efectismo sobre la profundidad, una cinta que cumple las exigencias de las audiencias actuales y la conversación digital sobre estos asuntos, que difícilmente se consolidará como referente del género. Juzguen ustedes.
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