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Cromática, destellos de color en la galería Paradigma

Desde el 20 de febrero y hasta el 5 de abril, la galería Paradigma presenta la exposición “Cromática” (carrera 7A # 69-25), que reúne obras de 12 artistas colombianos contemporáneos.

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Juan David Zuloaga
27 de marzo de 2025 - 06:52 p. m.
La exposición “Cromática” incluye piezas de la artista colombiana Piedad Tarazona, cuyas obras son parte de la colección del Museo Imperial de Beijing.
La exposición “Cromática” incluye piezas de la artista colombiana Piedad Tarazona, cuyas obras son parte de la colección del Museo Imperial de Beijing.
Foto: Archivo Galería Paradigma
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En el barrio Quinta Camacho, en Bogotá, la galería Paradigma presenta “Cromática”, su primera exposición del año. Un despliegue de luz y color en las más de 100 obras exhibidas. A lo largo de la experiencia en la galería encuentra el visitante piezas de artistas emergentes y consolidados de la escena nacional. Obras de todos los formatos y de todos los soportes (pintura, fotografía, escultura, video…) ofrecen una muestra del vigor de la escena plástica nacional y de sus distintas propuestas.

En cada una de las habitaciones de la casa que alberga la muestra se aprecian obras de los artistas que forman parte de Paradigma. Apenas traspasado el zaguán de la casa, en donde se puede leer el texto curatorial, encuentra el visitante dos habitaciones en las que se exhiben las obras de Daniel Meziat: a la derecha una selección de pinturas recientes de todos los formatos de este versátil artista contemporáneo, y en la sala de la izquierda se presenta su proyecto “Óxido”: fotografías, videos y esculturas (que el artista denomina intervención de objetos) son algunas de las piezas de esta serie que pueden apreciarse en la exposición.

Tras haber contemplado las pinturas de Daniel Meziat, de una abstracción que guarda resonancias de universos remotos, acaso percibidos por el lente de un telescopio, el espectador se encuentra con la sala central de la casa en la que, dividida en dos partes, se aprecian obras abstractas —¡de naturaleza tan diversa!— de dos de los grandes maestros de su generación: Carlos Salas y Guillermo Londoño. Una abstracción pura, la de Carlos Salas, por un lado, de una ejecución admirable y peculiar, y la abstracción de Londoño, que entabla un diálogo fecundo y asombroso con la figuración; una figuración que, desprovista de referentes geográficos o fotográficos, termina por acercar la imaginación del espectador a los paisajes vividos o visitados a lo largo de nuestras vidas. En distintos formatos muestran Meziat, Salas y Londoño las posibilidades vastísimas —y en este caso sutiles y muy logradas— del universo abstracto.

Completa el recorrido del primer piso una sala del colectivo Vértigo Graffiti y unas obras del dibujante bogotano Jean-Paul Zapata. En la sala de Vértigo Graffiti se aprecian también obras del artista urbano Pez Barcelona y del pintor nariñense José Rosero, una obra que nos habla de la caducidad y de lo perecedero, de los espacios abandonados en donde surge la vida de esas mismas ruinas y de ese mismo abandono. A la salida de la sala encuentra el espectador unas escaleras que de seguro condujeron en otro tiempo a la segunda planta de la casa, pero que están truncadas por alguna de las reformas que con el paso del tiempo sufrió el inmueble. Encuentra el visitante en estas escaleras, que ahora conducen a ninguna parte, una cabeza escultórica de Daniel Meziat que, con la media luz que la alumbra, crea una escena llamativa y casi fantasmal.

En el segundo piso de la casa la pintura de una mujer tendida sobre un sofá, como vencida por las circunstancias y por la vida, anuncia la obra de Daniela Lozano: óleos de inspiración surrealista representan escenas que tienen ecos de la pintura de Julie Curtiss, de Juan Cárdenas y de René Magritte. Cuadros cuyas escenas establecen un diálogo entre la realidad y la fantasía, resultado de las experiencias personales y de los recuerdos de la artista. Algunas de las pinturas, con sus casas en llamas, con sus espacios amplios, solitarios y vacíos, dijéranse también fotogramas de una película de Tarkovsky. Saliendo de la sala de Daniela Lozano, y en vivo contraste con su obra, se encuentra un lienzo circular de Piedad Tarazona, en el que se representan rosas rojas en todo su esplendor. Anuncia esta pintura el salón de Tarazona, que ofrece el espectáculo más luminoso de toda la exposición: lienzos de todos los formatos dan cuenta del universo colorido y floral de la artista bogotana. En el suelo se observa una instalación compuesta por más de 10 esculturas con los dos grandes motivos de su obra: las flores y los clítoris. Toda una experiencia de color sumerge al espectador en una obra que es una reivindicación del placer femenino, del gozo estético de la existencia y que es también un canto a la vida.

El salón del fondo de la exposición acoge la obra de Édgar A. Contreras: seis piezas que, compuestas con elementos naturales encontrados en sus viajes, se preguntan por el origen del mundo y por la manera en que los elementos que nos rodean configuran nuestros periplos vitales. Un trabajo que indaga por el origen y la evolución del mundo natural, que es también el nuestro.

La sala contigua expone la obra inquietante, solitaria y umbría de Natalia Triviño. Pintada con todas las gamas posibles del azul, sus sillas y sus espacios vacíos, a veces delimitados por hilos, constituyen una reflexión sobre el poder, sobre sus mecanismos ciegos y su entelequia obstinada. Diez piezas de este universo singular se aprecian en la muestra.

La última sala del segundo piso acoge la obra de Jean-Paul Zapata, en la que da cuenta de su virtuosismo como dibujante. Seis serigrafías de su trabajo más reciente, “Adoración de los reyes vagos”, pueden contemplarse en la muestra, además de dibujos y obras de arte urbano de épocas diversas del artista. Habitantes de calle duermen con despreocupación, en una actitud que desafía las lógicas actuales de la producción y de la eficiencia. Pintados en colores vivísimos, pretende el artista llamar la atención sobre unas personas que la sociedad de nuestros días ha condenado a la invisibilidad y al ostracismo social.

Constituye “Cromática” un recorrido interesante, ameno y singular que da cuenta de la riqueza plástica que siempre ha tenido Colombia y de la vigencia llamativa e incontestable del arte nacional.

Por Juan David Zuloaga

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