Noticias

Últimas Noticias

    Política

    Judicial

      Economía

      Mundo

      Bogotá

        Entretenimiento

        Deportes

        Colombia

        El Magazín Cultural

        Salud

          Ambiente

          Investigación

            Educación

              Ciencia

                Género y Diversidad

                Tecnología

                Actualidad

                  Reportajes

                    Historias visuales

                      Colecciones

                        Podcast

                          Opinión

                          Opinión

                            Editorial

                              Columnistas

                                Caricaturistas

                                  Lectores

                                  Blogs

                                    Suscriptores

                                    Recomendado

                                      Contenido exclusivo

                                        Tus artículos guardados

                                          Somos El Espectador

                                            Estilo de vida

                                            La Red Zoocial

                                            Gastronomía y Recetas

                                              La Huerta

                                                Moda e Industria

                                                  Tarot de Mavé

                                                    Autos

                                                      Juegos

                                                        Pasatiempos

                                                          Horóscopo

                                                            Música

                                                              Turismo

                                                                Marcas EE

                                                                Colombia + 20

                                                                BIBO

                                                                  Responsabilidad Social

                                                                  Justicia Inclusiva

                                                                    Desaparecidos

                                                                      EE Play

                                                                      EE play

                                                                        En Vivo

                                                                          La Pulla

                                                                            Documentales

                                                                              Opinión

                                                                                Las igualadas

                                                                                  Redacción al Desnudo

                                                                                    Colombia +20

                                                                                      Destacados

                                                                                        BIBO

                                                                                          La Red Zoocial

                                                                                            ZonaZ

                                                                                              Centro de Ayuda

                                                                                                Newsletters
                                                                                                Servicios

                                                                                                Servicios

                                                                                                  Empleos

                                                                                                    Descuentos

                                                                                                      Idiomas

                                                                                                      Cursos y programas

                                                                                                        Más

                                                                                                        Cromos

                                                                                                          Vea

                                                                                                            Blogs

                                                                                                              Especiales

                                                                                                                Descarga la App

                                                                                                                  Edición Impresa

                                                                                                                    Suscripción

                                                                                                                      Eventos

                                                                                                                        Pauta con nosotros

                                                                                                                          Avisos judiciales

                                                                                                                            Preguntas Frecuentes

                                                                                                                              Contenido Patrocinado
                                                                                                                              02 de abril de 2022 - 12:00 p. m.

                                                                                                                              Cuando un alma va pa’ allá (El cajón de Santaora)

                                                                                                                              En medio de la selva pacífica, este cuento corto está inspirado en las vivencias y supervivencias de algunas comunidades afrodescendientes en Colombia. Río arriba, los alabaos son una posibilidad de comunicación, una vía de encuentro y escape. Este relato es apenas un eco de las voces que son puente entre los vivos y los muertos.

                                                                                                                              Julia Díaz Santa

                                                                                                                              Todo el pueblo quería viajar. Mientras tanto, un hombre recordó que atrás de un rancho había otra embarcación de madera más grande, abandonada hacía años.
                                                                                                                              Foto: Jairo Rodríguez

                                                                                                                              Solo cabían veinte en la lancha, pero todo el pueblo quería viajar. Las que más lo necesitaban eran las abuelas que requerían atención médica desde hacía mucho tiempo, otros eran los niños que nunca habían salido de ahí. Y luego las cantadoras. Algo estaba claro, había una sola lancha y no todos cabían en ella.

                                                                                                                              —¿Cuándo tendremos otra oportunidad de salir? ­—dijo una mujer gorda que cojeaba.

                                                                                                                              Todo el pueblo quería viajar. Mientras tanto, un hombre recordó que atrás de un rancho había otra embarcación de madera más grande, abandonada hacía años. Fue hasta allá para comprobarlo.

                                                                                                                              —Si tan solo funcionara, podríamos viajar más de cuarenta ­—pensó. Estaba en tan mal estado que repararla, en menos de veinticuatro horas, era imposible.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              ­—Se necesita muchísima gente pa’ reparar esta vaina —dijo mientras se rascaba la cabeza. Y su voz rompió el hondo silencio de la selva pacífica.

                                                                                                                              Luego de un rato, sin pronunciar palabra, los pobladores empezaron a moverse. Fueron llegando uno a uno al punto detrás de la casa. Cera, caucho y viruta para poder reparar los huecos de la madera, troncos para luego llevar la lancha hasta el río. Cada cuerpo iba cargando con algo.

                                                                                                                              Nadie discutía sobre quién iba a viajar, no se escuchaba ni una sola voz, pero desde las ocho de la mañana ya todos trabajaban. Rodeados del espeso monte, bregaban con el sol en la espalda y bajo la mirada de un papagayo colgado de los remiendos en los cables de la luz.

                                                                                                                              Le recomendamos leer: Vivir la voz (El Cajón de Santaora)

                                                                                                                              Al ver lo que estaba ocurriendo, un músico foráneo dijo que mandaría a matar un marrano.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              —¿Cómo se te ocurre? ­—le advirtió un colega, en voz baja.

                                                                                                                              Pero él no lo escuchó. Sobre el mediodía, todo el pueblo ya estaba comiendo del manjar. Las cantadoras, los hombres armados, los niños, las abuelas, los campesinos y los músicos, mientras las gruesas gotas de sudor eran el síntoma de la alegría, que empezaba a hacer ebullición en los cuerpos.

                                                                                                                              A las tres, el silencio se rompió:

                                                                                                                              ­—Empujen, empujen.

                                                                                                                              Todo el pueblo empujaba, sudaba. Nadie sabía quién iba a viajar.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Lograron llevar la lancha al río, probaron a ver si flotaba. Pero el agua empezó a meterse por los rotos de la madera.

                                                                                                                              Le invitamos a leer: Flor roja (El Cajón de Santaora)

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              De nuevo los hombres más fuertes sacaron la embarcación a la orilla. Al momento, volvió a escucharse:

                                                                                                                              —Empujen, empujen.

                                                                                                                              Esta vez la lancha flotó y permaneció seca por dentro.

                                                                                                                              Las sonrisas eran luces blancas en la espesura del río, en mitad de la selva. A las cinco en punto de la tarde, muchos no podían creer que, entre todos, habían logrado reparar la lancha. Iban a viajar, y no solo eso, iban a viajar cuarenta.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Al otro día, a las ocho de la mañana, las cantadoras fueron subiendo una a una a la embarcación. Entre ellas, iban las abuelas enfermas, algunos niños y otros más. Al final, eran cuarenta y cinco en una lancha de más de diez metros de largo y con un motor pequeñito. Tuvieron que sacar los canaletes y empezar a remar.

                                                                                                                              Río arriba empezaron los cantos: “Dentra, dentra para adentro, y sentate en tu reposo, ándate a cuidar los niños, que están en el calabozo”. Les habían otorgado un permiso para salir del pueblo, únicamente por cinco días. La licencia tenía que ver con una encomienda musical. Debían a reunirse con las cantadoras de otros municipios, para llevarla a cabo.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Le puede interesar leer: Oro Blanco (El cajón de Santaora)

                                                                                                                              No obstante, el consentimiento tenía una advertencia sigilosa: tan pronto como terminaran los cantos, todos tendrían que volver al pueblo. Ni uno solo podía quedarse. Volver completos era una cuestión de supervivencia.

                                                                                                                              Río arriba, las mujeres siguieron cantando con rostros alegres, como espantando las nubes: “La virgen se azara mucho, cuando un alma va pa’ allá, dicen que ha llegado un alma, sin Dios mandarla a llamar”.

                                                                                                                              Todo el pueblo quería viajar. Mientras tanto, un hombre recordó que atrás de un rancho había otra embarcación de madera más grande, abandonada hacía años.
                                                                                                                              Foto: Jairo Rodríguez

                                                                                                                              Solo cabían veinte en la lancha, pero todo el pueblo quería viajar. Las que más lo necesitaban eran las abuelas que requerían atención médica desde hacía mucho tiempo, otros eran los niños que nunca habían salido de ahí. Y luego las cantadoras. Algo estaba claro, había una sola lancha y no todos cabían en ella.

                                                                                                                              —¿Cuándo tendremos otra oportunidad de salir? ­—dijo una mujer gorda que cojeaba.

                                                                                                                              Todo el pueblo quería viajar. Mientras tanto, un hombre recordó que atrás de un rancho había otra embarcación de madera más grande, abandonada hacía años. Fue hasta allá para comprobarlo.

                                                                                                                              —Si tan solo funcionara, podríamos viajar más de cuarenta ­—pensó. Estaba en tan mal estado que repararla, en menos de veinticuatro horas, era imposible.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              ­—Se necesita muchísima gente pa’ reparar esta vaina —dijo mientras se rascaba la cabeza. Y su voz rompió el hondo silencio de la selva pacífica.

                                                                                                                              Luego de un rato, sin pronunciar palabra, los pobladores empezaron a moverse. Fueron llegando uno a uno al punto detrás de la casa. Cera, caucho y viruta para poder reparar los huecos de la madera, troncos para luego llevar la lancha hasta el río. Cada cuerpo iba cargando con algo.

                                                                                                                              Nadie discutía sobre quién iba a viajar, no se escuchaba ni una sola voz, pero desde las ocho de la mañana ya todos trabajaban. Rodeados del espeso monte, bregaban con el sol en la espalda y bajo la mirada de un papagayo colgado de los remiendos en los cables de la luz.

                                                                                                                              Le recomendamos leer: Vivir la voz (El Cajón de Santaora)

                                                                                                                              Al ver lo que estaba ocurriendo, un músico foráneo dijo que mandaría a matar un marrano.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              —¿Cómo se te ocurre? ­—le advirtió un colega, en voz baja.

                                                                                                                              Pero él no lo escuchó. Sobre el mediodía, todo el pueblo ya estaba comiendo del manjar. Las cantadoras, los hombres armados, los niños, las abuelas, los campesinos y los músicos, mientras las gruesas gotas de sudor eran el síntoma de la alegría, que empezaba a hacer ebullición en los cuerpos.

                                                                                                                              A las tres, el silencio se rompió:

                                                                                                                              ­—Empujen, empujen.

                                                                                                                              Todo el pueblo empujaba, sudaba. Nadie sabía quién iba a viajar.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Lograron llevar la lancha al río, probaron a ver si flotaba. Pero el agua empezó a meterse por los rotos de la madera.

                                                                                                                              Le invitamos a leer: Flor roja (El Cajón de Santaora)

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              De nuevo los hombres más fuertes sacaron la embarcación a la orilla. Al momento, volvió a escucharse:

                                                                                                                              —Empujen, empujen.

                                                                                                                              Esta vez la lancha flotó y permaneció seca por dentro.

                                                                                                                              Las sonrisas eran luces blancas en la espesura del río, en mitad de la selva. A las cinco en punto de la tarde, muchos no podían creer que, entre todos, habían logrado reparar la lancha. Iban a viajar, y no solo eso, iban a viajar cuarenta.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Al otro día, a las ocho de la mañana, las cantadoras fueron subiendo una a una a la embarcación. Entre ellas, iban las abuelas enfermas, algunos niños y otros más. Al final, eran cuarenta y cinco en una lancha de más de diez metros de largo y con un motor pequeñito. Tuvieron que sacar los canaletes y empezar a remar.

                                                                                                                              Río arriba empezaron los cantos: “Dentra, dentra para adentro, y sentate en tu reposo, ándate a cuidar los niños, que están en el calabozo”. Les habían otorgado un permiso para salir del pueblo, únicamente por cinco días. La licencia tenía que ver con una encomienda musical. Debían a reunirse con las cantadoras de otros municipios, para llevarla a cabo.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Le puede interesar leer: Oro Blanco (El cajón de Santaora)

                                                                                                                              No obstante, el consentimiento tenía una advertencia sigilosa: tan pronto como terminaran los cantos, todos tendrían que volver al pueblo. Ni uno solo podía quedarse. Volver completos era una cuestión de supervivencia.

                                                                                                                              Río arriba, las mujeres siguieron cantando con rostros alegres, como espantando las nubes: “La virgen se azara mucho, cuando un alma va pa’ allá, dicen que ha llegado un alma, sin Dios mandarla a llamar”.

                                                                                                                              Por Julia Díaz Santa

                                                                                                                              Ver todas las noticias
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
                                                                                                                              Aceptar