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Cuarenta años después, el símbolo de Terry Fox sigue vivo

Con La carrera por la esperanza, Fox se convirtió en un abanderado de la lucha contra el cáncer. Su idea de combatir esta enfermedad desde la investigación lo llevó a consolidarse como un símbolo nacional en Canadá, pero también como un modelo a seguir en otros países, incluido Colombia.

María José Noriega Ramírez
24 de julio de 2020 - 05:43 p. m.
Terry Fox, activista y deportista canadiense, logró recaudar $23 millones de dólares en la primera versión de La carrera por la esperanza. Su legado permanece vigente en Canadá y en Colombia.
Terry Fox, activista y deportista canadiense, logró recaudar $23 millones de dólares en la primera versión de La carrera por la esperanza. Su legado permanece vigente en Canadá y en Colombia.
Foto: Simon Fraser University

“Quiero tratar lo imposible para mostrar que se puede lograr”. Terry Fox, atleta y activista canadiense.

Desde niño mostró su gusto por los deportes. El hockey y el baseball lo unieron a Fred, su hermano, pero el basketball se convirtió en su gran pasión. Siendo un joven introvertido, de metro y medio, y no muy hábil para encestar el balón, Fox optó por entrenar duro. Correr no era lo suyo, pero aun así lo hizo. Madrugar, llegar al colegio antes que iniciaran las clases y entrenar durante las vacaciones, junto a su amigo Doug, lo llevaron a ser parte de los doce mejores jugadores de Mary Hill Junior High School. De ahí, pasó al equipo de Port Coquitlam High School Ravens y, finalmente, formó parte del equipo de la Universidad Simon Fraser, uno de los más fuertes en British Columbia. La tenacidad, perseverancia y el trabajo duro fueron lecciones que aprendió gracias al deporte. “Si quieren algo, trabajen por ello. No me interesa la mediocridad”, dijo alguna vez Bob McGill, profesor de educación física, a quien llamó “El entrenador”.

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Como cualquier atleta, Fox experimentó algunos dolores. Sin embargo, uno que le empezó en la rodilla, y que creía era un problema de cartílago, terminó por ser un tumor por el que perdió su pierna derecha. A sus manos, justo la noche antes de su cirugía, llegó la historia de Dick Traum, un hombre que con solo una pierna corrió la maratón de Nueva York. Desde ese momento, Fox soñó con hacer lo mismo, pero en Canadá. Su aspiración, en medio del dolor y sufrimiento que veía alrededor, era recorrer su país, de costa a costa, por sus propios medios. Aquello a lo que de niño y de adolescente temía, terminó por ser su principal motor de vida. Más aún, cuando tomó consciencia que fue parte de ese tercio de pacientes que, en esa época, lograba vencer el cáncer.

“No puedo seguir viviendo sabiendo que estas caras y sentimientos aún existen, a pesar de que yo ya me liberé de mi dolor”. Pronunciando estas palabras, Fox emprendió la carrera por encontrar patrocinios para su propia maratón: La carrera por la esperanza. El regreso al deporte, enfocado en la recaudación de fondos para la investigación del cáncer, le costó quince meses de entrenamiento (los necesarios para ser capaz de correr veintitrés metros diarios), el quiebre de su prótesis en dos, varias heridas, y la falta de fe por parte de la Sociedad Canadiense de Cáncer ante su meta inicial de recaudar $1 millón de dólares en donaciones.

Hace 40 años, el 12 de abril de 1980, inició La carrera por la esperanza. “¿Qué tal si cada canadiense donara $1 dólar? Se recogerían $23 millones de dólares”. Y así fue. Terry Fox se convirtió en un símbolo nacional. Cada madrugada, con shorts grises y camiseta estampada con el mapa de Canadá y el nombre de la carrera, Fox iniciaba su travesía diaria. A su alrededor, veía a personas que salían a las calles a verlo correr. Sus oídos empezaron a escuchar gritos de apoyo que retumbaban con más fuerza conforme salía de una ciudad y llegaba a la siguiente. Canadá se unía bajo un mismo clamor: la lucha de Terry Fox.

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A un año de haber iniciado la carrera, y sin poder terminar el recorrido, Fox murió. En su nombre se recaudaron $23.4 millones de dólares. La meta se cumplió, pero la lucha siguió. “Si yo no termino, necesitamos que otros continúen. Esto tiene que seguir”. Y así fue. La carrera por la esperanza sigue vigente en Canadá y el mensaje de Terry Fox sigue haciendo eco en varios países, incluido Colombia.

“Destinar fondos a la investigación es la forma en la que podemos llegar a un mayor número de personas y tener un impacto sobre una población más grande. La enseñanza que nos dejó Terry Fox es que la mejor forma de combatir el cáncer es apoyar la investigación de esta enfermedad”, afirma María Isabel de Suescún, directora de Con-ciencia Contra el Cáncer. La carrera Terry Fox, en sus once ediciones realizadas en la capital del país, jornadas de sensibilización en colegios y empresas, y el concierto anual que el voluntariado lleva a cabo desde hace ocho años, de la mano de la Filarmónica de Bogotá, son algunas de las actividades que se han realizado en el país, a lo largo de 24 años, bajo el legado del deportista y activista canadiense.

El 14 de septiembre de 1996, cuando cumplí un año, se anunció la primera carrera Terry Fox en Colombia. Al año siguiente, si las cuentas no me fallan, fui diagnosticada con leucemia. A mis cuatro años, y terminado el tratamiento, entré al colegio. Ahí conocí la historia de un joven que decidió emprender su propia lucha contra el cáncer desde el deporte. Ese joven no era otro que Terry Fox. Las monedas que resultaban de romper la alcancía con los ahorros, o ir a tocar la puerta de los vecinos para pedir donaciones en nombre de Fox, fueron las estrategias pensadas desde el colegio para seguir impulsando la lucha del deportista y activista, a pesar que para entonces ya habían pasado unos 20 años desde su muerte.

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Las coincidencias en la fecha en la que llegó el símbolo de Terry Fox a Colombia, el ser yo misma una sobreviviente, y el haber entrado a estudiar, por azar o por decisiones ajenas, a un colegio que decidió apegarse a la lucha del activista canadiense, no dejan de sorprenderme. Para qué en vez de por qué es una frase que he escuchado repetidas veces. Aun no tengo una respuesta, y puede que nunca la tenga, pero alguna lógica debe existir en medio de este entramado de conexiones. Por lo menos así pienso desde que leí Hoy es siempre todavía, libro de Alejandro Gaviria.

“Pensé, por primera vez en esos días, en las conexiones que forman este capítulo, no obedeciendo a una fuerza ineluctable, sino por azar, por esas cosas que pasan y que hacen que nuestras vidas, las vidas de todos, sean dignas de contar”, escribió Gaviria. Y es que para el ex ministro de Salud, los hechos que conforman la totalidad de la existencia no están aislados. Al contrario, hay una conexión entre ellos. Eso, finalmente, es lo que explica las luchas individuales que, como en el caso de Terry Fox, en algún momento pueden convertirse en batallas colectivas. No en vano Gaviria dice: “este libro nació, sobre todo, de una convicción: la idea de que mi historia puede ser de alguna utilidad para mis compañeros de lucha y vida”.

Por María José Noriega Ramírez

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