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No sabe cuánto tiempo ha pasado ni la hora. No importa si ya estuvo allí, nunca es igual. El hambre o el frío ya no le preocupan, ni el sueño. La muerte tampoco. Recuerda con fuerza a los que ama, con la misma fuerza que ha levantado los cadáveres de escaladores caídos. Sabe que si en esta o en alguna escalada ocurre algo, morirá con orgullo, en pie. La noche anterior no durmió. Nunca duerme antes de ir a la montaña. Piensa que si en el colegio enseñaran más que las plantas y los humanos compartimos el mismo oxígeno y menos sobre la clorofila, la suerte del medio ambiente sería diferente.
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Desde 2010 Daniel Aldana ha recorrido las montañas de Colombia. Empezó a escalar con uno de sus amigos, visitando cada fin de semana Guayabal, en Cundinamarca, aprendiendo del arnés y la punta clásica. Con el tiempo también empezó a ir a Suesca. Encontró una pasión por la que sus pies y su cámara han dejado rastro en casi todo el país. Se ha reconocido en ámbitos inimaginables, ha aprehendido la solidaridad cuando algún compañero, en últimas, es todo lo que tiene y con quien comparte el único pan de la bolsa.
“La gente cree que es eterna. Cuando tú empiezas a acampar, cuando empiezas a tener una serpiente cerca, cuando ves todo lo que hay alrededor de nosotros, te vuelves más sensible hacia que no somos eternos”, dice, mientras se toma un capuchino en un sitio del norte de Bogotá, una noche antes de salir hacia Antioquia por tres o más semanas.
En 2015 decidió salirse de la universidad. Se fue a vivir a Suesca con cincuenta mil pesos y una carpa barata. Continuó aprendiendo de sobrevivencia y afilando el ojo tras el lente, en ese entonces ya grabando. En 2016 pudo empezar a pagar un arriendo en Suesca y salió de su primera carpa. Una tarde de ese año se encontró al cineasta Simón González Vélez tomándose una cerveza. Hablaron, intercambiaron contactos. Vélez le preguntó que si tenía drone, sí, claro, le respondió, y le ofrecieron acompañar la grabación de Historias de agua. Ese día se compró el drone que no tenía. Aprendió a usarlo viendo decenas de videos en YouTube. Cuando arrancó la producción de Historias de Agua se encontró por el país personajes que, pensaba, tenían historias que valía la pena contar: dedicados al medio ambiente, escultores, artesanos, escritores, que tenían un sinfín de proyectos hechos con las uñas.
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Después de Historias de Agua se fue otra vez a recorrer el país, departamento por departamento, para grabar Volver a la Tierra con su productora Entre Montañas. Este viaje lo empezó con 250.000 pesos y produjo una serie de trece capítulos que, además de centrarse en los protagonistas que decidieron abandonar las grandes ciudades por el campo, da cuenta del contexto histórico de cada lugar, su relación con las comunidades indígenas desde antes del periodo colonial y la situación económica de la región.
Algunos de los protagonistas son Ricardo Rubio, escalador, alpinista y guía de alta montaña en Suesca, quien empezó a escalar teniendo esta práctica como un hobbie; Enrique Rojas Williams, pintor y montañista en Suesca, busca preservar con el color y la pintura la tierra que lo rodea y que inevitablemente se ve afectada por la contaminación y el avance del deterioro del medio ambiente; Michel Estefan Agudelo, quien tiene el proyecto de turismo territorial y sostenible Circuito Muisca, en la Reserva Covadonga, en Cundinamarca; Alfonso Parrado y Carlos Rivera, administradores del Parque La Chorrera en Choachí; Marco Bernal, guía de conservación de aves en Zipaquirá; la pareja conformada por Stefano y Alicia, quienes son politólogo y artista respectivamente, fundó el hotel rural Tu Casa, en La Vega, buscando sobrevivir de una manera auto sostenible, allí albergan alrededor de tres mil libros; Hernando Andrade y Felipe Dussa, dueños del proyecto de casas de madera Woodmade, en Chía; Yohana Martínez, fundadora de Bichópolis, en Tabio, afirma que somos los seres humanos quienes pertenecemos a la Tierra y no al contrario, por tanto, si no asumimos la responsabilidad de cuidarla, no habrá futuro; el espacio Colibrí Encuentros, en Guasca, de Aníbal Llano, tiene como fin ser un lugar de encuentro con la naturaleza en el que las personas puedan potenciar su creatividad pues, afirma Llano, se necesita ser creativo para vivir -o sobrevivir-; José Ricardo Rodríguez, guía en la Mina de Sal de Nemocón y del Museo de Historia Nacional de Nemocón, se echa la bendición y hace una oración cada vez que entra a la Mina.
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Aldana se centró en proyectos y protagonistas que desde una economía sostenible y solidaria aportaran al desarrollo económico de las regiones, dando a entender que el respeto por los diferentes saberes y el futuro económico del país, pueden concentrarse en los pequeños emprendimientos sostenibles, es decir, en el regreso a la Tierra y no en la desigualdad que la explotación de la misma ha generado desde tiempos coloniales. Actualmente, Volver a la Tierra se presenta por Tele Caribe, en la sección Películas Tele Caribe.
Aldana ha querido entregar su vida a algo importante, importante para él. Piensa que mientras la vida avanza, se tienen dos opciones: “La primera, es estar dormido y dejar que la vida le pase a uno; pensar que lo artificial es la normalidad, que estar triste es normal, que la ansiedad es normal, que tratar mal a otro es normal, que estar por encima o por debajo de todo el mundo es normal. A la gente se le olvida que todos los días está un paso más cerca de la muerte”. La otra opción es vivir: “Yo trabajo por la Tierra, es decir, trabajo por mí mismo. No quiero premios, quiero hacer mi trabajo y tener la responsabilidad de hacerlo”.