El mundo es todo lo que es el caso. §1
Dicen que durante los periodos de entreguerras y posguerra el único país rico de Europa fue Argentina. Dicen también, que el resto de las naciones de América del Sur somos la herencia inmediata de algún pueblo nativo y que solo los argentinos descienden de los barcos -Borges-.
En Respiración artificial, esa consagrada novela argentina, medio histórica, medio exagerada, partida a la mitad y de dura hermenéutica, como dice Juan Villoro, nos enteramos de un profesor de historia llamando Marcelo Maggi que desgracia su vida cuando se da a la fuga rumbo a Colombia en compañía de La Coca, la más bella bailarina erótica y muy distinguida mujer de entre todas las porteñas, luego de que juntos, jóvenes y enamorados, robaran buena parte de la fortuna de Esperancita, esposa de Marcelo.
Años después y abandonado por La Coca que se instala por su cuenta en Uruguay, Marcelo Maggi inicia un cruce de cartas con el joven escritor Emilio Renzi, su sobrino.
Gracias al interés de Renzi en recomponer la empañada historia de convicto y confeso que pesa sobre las espaldas de su tío Marcelo, sabemos que a la Argentina de mediados de 1940 arriba un polaco que lleva bajo el brazo un título de doctor de filosofía con los sellos y el escudo de la Universidad Cambridge.
La dirección de sus investigaciones estuvo a cargo de Ludwig Wittgenstein, quien se enlistó como voluntario en el ejercito austriaco durante la Primera Guerra Mundial en donde escribió desde las trincheras una obra que cambiaría la historia de la filosofía contemporánea convirtiéndolo en un autor de culto y referencia gracias a su Tractatus Logico-Philosophicus.
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El filósofo polaco terminó en Concordia, Provincia de Entre Ríos, después de huir de los cañonazos que devastaron a Europa. Su escape se produce a través del puerto de Marsella con rumbo a Buenos Aires en el último buque transoceánico antes de que los torpedos y los submarinos obstaculizaran el tráfico.
El filósofo polaco Vladimir Tardewski, además de ser un agente de bancos y as del ajedrez acostumbrado a jugar con el príncipe Alekhine y con James Joyce en Zúrich, representaba para Marcelo Maggi “la metáfora en decadencia más pura del desarrollo y la evolución subterránea del europeísmo como elemento básico en la cultura argentina desde su origen”.
El estado de las cosas es una conexión de objetos (cosas) §2.01
Más o menos para los mismos años en que llega a Buenos Aires Vladimir Tardewski -personaje de ficción que habíamos confundido con alguien más- un joven físico interesado en la filosofía de la ciencia funda una revista de carácter internacional especializada en la divulgación y promoción de las ciencias exactas y la filosofía de la ciencia. Hablamos del reconocido físico y filósofo de la ciencia Mario Bunge y de la Revista Continental de Filosofía Minerva -tuvo solo un año de existencia- que se propuso realizar una radiografía del quehacer filosófico que se adelantaba en nuestro continente.
Por otra parte, es un hecho histórico que el acelerado desarrollo material y espiritual de la sociedad argentina se deba a la asimilación de las múltiples olas migratorias provenientes de toda Europa. Y es bien sabido que esta porción del Sur concentró en el interior de su geografía intelectual buena parte de la fuga de cerebros que suscitó la persecución Nazi, el fascismo en general y los terribles horrores y tormentos de la guerra que se resumen en pobreza absoluta.
En materia de filosofía de la ciencia, justo cuando estaban en boga la teoría especial de la relatividad, la física cuántica, los avances en la química, la radioactividad y todo el embrollo del empirismo lógico y la escritura conceptual, precisamente quienes estaban al día, discutiendo y comentando las nuevas corrientes de la ciencia y la filosofía, eran Minerva de Argentina con un coctel de personalidades italianas y austriacas en todos los frentes del pensamiento; Philosophy And Phenomenological Research de EEUU, que era estimulada por refugiados alemanes; y México tenía sus Cuadernos Americanos, sostenida principalmente por exiliados españoles.
Sin embargo, en Colombia se vivía un verdadero aislamiento intelectual bajo la sotana de Monseñor Rafael María Carrasquilla y el país hizo todo lo posible para no volcarse sobre las vertiginosas corrientes de la filosofía de finales del XIX y principios del XX. Hicimos todo lo contrario, después de la creación del Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional hubo un largo balbuceo en alemán que acalló cualquier tipo de resonancia sugerida desde otras regiones del país. Para no caer en una extensa cadena de detalles y desatinos, solo diremos que en la academia el estudio formal de la filosofía estuvo dominado por las doctrinas de Hans Kelsen y Martin Heidegger hasta bien entrados los años 60.
La forma es la posibilidad de la estructura. §2.033
La presencia en la Serranía de la Macuira de un Stuka abandonado, fue la noticia de la semana pasada. [Aparecen los titulares] “Descubierto el avión donde huyó Hitler”. (Tomado de la sección “Siete días” de La Prensa de Barranquilla).
Con este paréntesis Ramón Illán Bacca autor y provocador de Deborah Kruel deja por sentado que el argumento con el que arranca su novela es un hecho que se funde en la ficción y antecede la realidad.
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Gunter Epiayú es mitad teutón y mitad wayuu, y la afirmación veraz de la mezcla entre Europa y los pueblos amerindios que se hizo asimismo escritor y periodista de investigación en una provincia menospreciada por el centralismo.
Gunter no sabe si debe escribir sobre las cerámicas japonesas encontradas en las excavaciones arqueológicas de Malambo o sobre el atractivo avión Stuka, cuya misteriosa aparición está vinculada a la presencia y posterior desvanecimiento de la imagen de su padre. “Ese tema ya no le interesa a nadie”, le dice todo mundo. Sin embargo, Gunter se muestra testarudo y se apresura en sus pesquisas yendo tras el rastro de una joven mujer fatal de la que nadie sabe nada porque de la ciudad se perdieron o borraron de vista todos sus registros.
“Suponiendo que la verdad sea una mujer”, dice Nietzsche, entonces es así cómo en Deborah Kruel residen no solo la verdad del Stuka y de sus supuestas operaciones clandestinas vinculadas al espionaje internacional, sino los secretos familiares que mortifican al joven investigador de El Sesquiplano quien se propone reconstruir la narración de eventos poco recordados, y no porque disponga de los datos necesarios para hacerlo, sino porque los irá conociendo en la medida en que avanza en sus indagaciones.
Nos hacemos figura de los hechos. §2.1
En Colombia nadie imaginó que a inicios del siglo XX en Barranquilla alguien hubiera leído y analizado de manera seria y responsable a Ernst Mach, el famoso físico austriaco precursor del Círculo de Viena.
Para 1910 el filósofo barranquillero Julio Enrique Blanco de la Rosa con 20 años entre sus carnes, ya había estudiado en alemán el Analyse der Empfindungen de Mach. Un texto fundamental en los principales centros de estudios de Europa. Blanco estuvo recorriendo aquel continente entre los años 1920 y 1936 e hizo de París su residencia mientras asistía a cursos en la Sorbona y otras instituciones académicas alrededor del viejo continente y algunos lugares de África y Asia. Antes había vivido en EEUU al día de las novedades en el campo de la ciencia, la filosofía y la política.
En la Revista Voces (1917-1920), edición integra que ordenó y comentó el mismo Ramón Illán Bacca, están consignadas las inquietudes sobre física, química y filosofía de la ciencia que se estudiaban tanto en Austria como en Alemania y que Blanco -en compañía de pocos contertulios, entre ellos Enrique Restrepo, abuelo de la escritora Laura Restrepo- desarrolló en su época juvenil y entre las páginas de la comentada revista barranquillera.
El puerto es clave en la introducción de estos temas y Barranquilla y Buenos Aires comparten esta condición. El arribo constante de personal y noticias del resto del mundo a estos rincones de nuestra América permite una comunicación directa, fluida y estable con los principales acontecimientos que impactan y transforman naciones en otros continentes.
Un estado de cosas es posible. Podemos hacernos una figura de él. §3.001
A finales del XIX y principios del XX Viena fue uno de los centros culturales más resplandecientes e importantes de Europa y el signo paradójico del desmoronamiento moral y político del Imperio Austrohúngaro. Ardían las antorchas (Die Fackel) de la arquitectura sobre las luminarias molleras de Otto Wagner y Adolf Loos, precursores de la revolucionaria escuela de arte y diseño Bauhaus; el periodista satírico Karl Kraus y el escritor Robert Musil; el compositor Arnold Schönberg, el pintor Gustav Klimt y los salvajes valses de Richard Strauss y la alta poesía juvenil de Hugo Von Hofmannsthal.
Se ha señalado a Ernst Mach, precursor de Albert Einstein y Ludwig Boltzmann, como la figura central y punto de partida para lo que, en 1922, después de la firma colectiva del ensayo La concepción científica del mundo sirviera de manifiesto para el grupo de antimetafísicos que se autodenominó Circulo de Viena.
Lo que es pensable es también posible. §3.02
Ludwig Wittgenstein nació en la opulenta y decadente Viena en donde hombres y mujeres acudían a los famosos cafés al aire libre huyendo de las gélidas calles de una ciudad atiborrada de ciudadanos que padecían toda suerte de precariedades sociales muy propias de una sociedad a medio industrializar.
Inteligente, educado y muy refinado, Ludwig -el pequeño Luki- fue enviado a la escuela técnica de Linz en donde coincidió con el niño y futuro Führer Adolf Hitler -en quien al parecer despertó todo tipo de complejos-.
Decidido a salir de Austria para ir por más, Wittgenstein se propuso conocer de primera mano el trabajo de los mejores científicos y filósofos matemáticos del momento: Gottlob Frege, Bertrand Russell y Alfred North Whitehead.
El Círculo de Viena se venía gestando desde 1907, pero su verdadera consolidación se da con las primeras lecturas en torno del Tractatus Logico-Philosophicus prologado por Russell al momento de su publicación en 1921, cuando Wittgenstein estaba de profesor en una escuelita rural de Austria.
El pequeño libro de apenas 60 páginas y 20.000 punzantes palabras que, según el propio autor, por fin resolvería todos los puntos esenciales que la filosofía se había planteado desde el lejano Parménides, lo llevó a la Universidad de Viena el matemático vienés Hans Hahn ese mismo año de su publicación.
Con una visión científica del mundo y ocupados en sacar de los desvaríos conceptuales de la metafísica en los que se hallaban los debates filosóficos, se agruparon para discutir –de teoría del conocimiento, ciencias empíricas, filosofía del lenguaje, e intentar descifrar el contenido del Tractatus– científicos y filósofos como Rudolf Carnap, Otto Neurath, Friedrich Waismann y Moritz Schlick -amigo de Albert Einstein-.
A medidos de 1936 Schlick fue abaleado a los 54 años de edad a las puertas de la Universidad de Viena por uno de sus exalumnos. El brillante Círculo de Viena acabaría por desintegrarse con la expansión de la Alemania hitleriana. Sin embargo, su posición filosófica prevalecería hasta nuestros días.
Lo que puede ser mostrado, no puede ser dicho. §4.1212
En el 2002, la Universidad de Viena celebró el centenario de Karl Popper con un congreso al que asistió, en calidad de ponente, un profesor de filosofía de la Universidad del Atlántico en compañía de un estudiante de filosofía de la misma universidad.
En Viena establecieron contacto con Friedrich Stadler, quien para ese momento era el director del Instituto de Círculo de Viena y el hombre designado por el mismo gobierno austriaco para estudiar y documentar cómo ocurrió la diseminación de la filosofía austriaca alrededor del mundo y hasta donde tuvo lugar su influencia.
Poco tiempo después, Stadler, que es un filósofo e historiador de la filosofía de la ciencia con varios libros sobre el tema publicados en la prestigiosa editorial multinacional Springer, quedó sorprendido con la calidad y claridad con la que el filósofo barranquillero Julio Enrique Blanco analizó en 1911 el Analyse der Empfindungen de Ernst Mach, cuando en Colombia, prácticamente nadie, tenía conciencia de que existieran tales temas.
La figura de Hans A. Lindemann no era del todo desconocida para Stadler. Solo sabía que Lindemann se había graduado en la Universidad de Viena con una tesis doctoral en filosofía y psicología bajo la tutoría del mismo Moritz Schlick, pero nada más. Eso era toda la información que de Hans A. Lindemann se tenía en toda Austria: que se doctoró y que alcanzó a salir de Europa cuando llegaron los nazis, así como también lo hiciera Popper que, estando a salvo fuera de Viena, y con el tema de la guerra en caliente, se desconectó del mundo por un buen rato para sobrevivir y trabajar en silencio. El uno se embarcó con rumbo a América del sur y el otro a Nueva Zelanda.
Mario Bunge cuenta en sus memorias que Lindemann era un comerciante que había decidido hacerse rico para poder dedicarse a la filosofía y a quien tuvo que acudir para que le facilitara una copia del Tractatus Logico-Philosophicus de Ludwig Wittgenstein porque -él mismo lo reconoce- no sabía nada de la llamada filosofía analítica, y porque en ninguna parte de la gran biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA se encontraba registrado el librillo -Julio Enrique Blanco si lo tenía en su radar-.
Barranquilla y Viena vienen fortaleciendo sus lazos desde sus universidades y, aunque el tema Hans A. Lindemann no es lo único que las acerca en sus mutuas investigaciones, francamente el filósofo que huye a Latinoamérica sí que descuella en uno de sus casos más atractivos. Por todo.
En 1945, Lindemann radicado y enriquecido en Argentina, publica en la revista de Mario Bunge un artículo titulado El Círculo de Viena y la filosofía científica. El artículo daba razón de la creación del cenáculo vienés y de cuáles fueron las fuentes de las que bebieron para desarrollar toda su filosofía científica. Minerva, la revista bonaerense de Mario Bunge, permaneció por más de medio siglo, quizá un poco castigada por el tiempo y por la humedad del clima barranquillero, en el archivo familiar de Julio Enrique Blanco, de donde Eduardo Bermúdez Barrera y René J. Campis la rescataron para ponerla en contexto después de descubrir que Blanco controvirtió el escrito de Hans A. Lindemann con un texto de largo aliento titulado Filosofía en América.
De estas pesquisas Eduardo Bermúdez y René Campis ordenaron el proyecto investigativo La filosofía en Barranquilla: Julio Enrique Blanco, Ernst Mach y el Círculo de Viena, con el que buscaban visibilizar la figura de Blanco, cuya obra ha sido casi que pasada por alto en la historiografía de la filosofía moderna y contemporánea en Colombia.
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Cuando Stadler se enteró del hallazgo de la Revista Minerva voló casi que de inmediato a Argentina y a Chile -que era por donde Lindemann se había movido- en busca de datos que le permitieran reconstruir un perfil y poder anexar -en algún momento- el apellido Lindemann al cuadro histórico del Circulo de Viena.
Esta valiosa información se la habían suministrado Eduardo y René al filósofo e historiador austriaco cuatro años después, cuando este par de barranquilleros regresan a Viena para participar en el XXX Simposio Internacional Wittgenstein y luego discutir las pistas y los indicios del escurridizo y misterioso comerciante y filósofo argentino de origen europeo.
Los trabajos investigativos de Eduardo y René en los estudios que abordan la influencia del Circulo de Viena en el mundo y en particular en esta esquina de América, han sido citados en el ensayo de Stadler From the Vienna Circle to the Institute Vienna Circle: On the Viennese Heritage in Contemporary Philosophy of Science, publicado por la Springer.
De lo que no se puede hablar, hay que callar. §7
La repentina aparición de Hans A. Lindemann -un próspero comerciante- en el plano de la filosofía Latinoamericana suscitó todo tipo de especulaciones y la idea de que fuera un espía nazi, nunca se descartó de un todo. Hasta hace poco. Porque al igual que Gunter Epiayú o Emilo Renzi que reconstruyeron la historia solo en la medida en que daban con los datos necesarios, Eduardo y René se lanzaron a la aventura de investigar sobre un intelectual de rostro nebuloso que se mueve entre países en un tiempo donde los cables espías resultan el material predilecto de detectives y escritores de novela policiaca y cine noir.
Hay una cruz de cartas, mensajes en claves y códigos que viajan escondidos a la vista de todos entre las publicaciones de revistas y periódicos; personas prominentes e influyentes gracias al dinero y al saber. También hay personas sin conciliar el sueño por andar detrás de cualquier pista por más insignificante que ésta sea, siempre tratando de atar aquel cabo con éste, ubicados todas las veces en naciones apartadas y aparentemente desconectadas en tiempos rudimentarios pero ricos en imaginación y fáciles para la formulación de conjeturas.
El Stuka en el que escapa Hitler, las distintas versiones familiares del mismo Marcelo Maggi enamorado de La Coca con rumbo a Colombia, el ajedrez de Vladimir Tardewski discípulo de Wittgenstein o las conexiones a destiempo entre Barranquilla y Viena a través de los estudios juveniles de Blanco.
Todas y cualquier sugerencia -cuando contamos una historia- obedecen al fenómeno Latinoamericano y Caribe que nos recuerda que lo que puede ser y no puede ser al manifestarnos a través del uso del lenguaje -de algún modo del que no podemos escapar- se encuentra cercano al absurdo “porque para trazar un limite al pensar tendríamos que poder pensar ambos lados de este limite (tendríamos, en suma, que poder pensar, lo que no resulta pensable)”, Tractatus. Y eso precisamente es lo que buscamos, romper el limite de lo que puede ser dicho.
Apéndice
Eduardo Bermúdez mantiene vínculos académicos con la Universidad de Viena y la Asociación Ludwig Wittgenstein de Austria, investigando las relaciones entre la filosofía de Wittgenstein y el ajedrez. Por otro lado, René Campis se fue a Argentina, y mientras completa su doctorado en filosofía, ha ido recolectando algunos datos de manera indirecta que ya los austriacos están usando para organizar puntos de su propia historia nacional. Se averiguó que Hans A. Lindemann fue editor de un periódico alemán en Buenos Aires, que participó activamente en los debates políticos de los alemanes en el exilio y que también fue opositor de los defensores del Kaiser que, a propósito, en Colombia tuvimos muchos. Entre ellos -habría que poner el dedo en la llaga para el caso Blanco y la historia- un abierto simpatizante de la causa de Hitler fue el antioqueño Luis López de Mesa, médico, científico, ministro de relaciones exteriores justo en medio de la Segunda Guerra Mundial y amigo epistolar de más de cincuenta años de Julio Enrique Blanco.
Y por respeto quizá debamos acogernos a la misma advertencia que Wittgenstein, “el místico del silencio” deja en claro al principio de su Tractatus lógico-philosophicus “(…) no aduzco fuentes: me es indiferente si lo que he pensado ha sido o no pensado antes por otro”.