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Despiértame cuando pase el calor (Cuentos de sábado en la tarde)

Quisiera poder decir que estos últimos 5 días de encierro han transcurrido de manera apacible, pero no, primero el adjetivo me resulta demasiado pomposo y casi que un lugar común. Nada puede transcurrir tranquilo con este bombardeo de amenazas que me acechan por todas partes.

Carlos Polo

21 de enero de 2023 - 05:26 p. m.
"El conductor hunde el pie en el acelerador, suelta el embrague y el automóvil se pone en marcha. La voz de Steve Perry retumba en el vehículo".
Foto: Pexels - Pixabay
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Si reviso el móvil ahí caen los mensajes como gajos y cada vez son más violentos y creativos. Hoy me llegó de un teléfono privado un montaje bastante elaborado con una fotografía mía tirado en la acera baleado y sangrante, también me enviaron una urna. Paco me ha estado llamando casi todos los días, aunque no dice mucho, se nota que está alterado, nervioso, parece que supiera algo que no se atreve a comunicar de una condenada vez. Estoy recogiendo una vez más mis pocas pertenencias, el PC, la grabadora periodística, la ropa, mis libros, mis documentos. Se podría decir que en este momento mi vida cabe en un morral y una caja, viajo ligero. Karen también me ha marcado hoy en varias ocasiones y he decido no contestarle hasta que esté lejos de aquí, la verdad es que no quiero que se exponga. He estado buscando afanosamente dónde trasladarme y ya tengo bastante avanzado el negocio, hay una pensión en la zona céntrica, el lugar es ideal, discreto, refundido y además muy económico. Mi cabeza está marchando a mil, aún no puedo moverme, no sé cómo están las condiciones de seguridad allá afuera. Me gustaría tener a Karen cerca, sería un gran consuelo, pero no me puedo permitir semejante acto de egoísmo. Paco fue categórico con sus palabras.

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—Hermanito, no te muevas, no des visaje, quédate quieto en primera base. Yo te aviso cualquier cambio o algo, pero no se te ocurra salir mi hermano, que la cosa está bien dura. Por acá nos estamos moviendo, atento, solo te vas a mover de ahí cuando yo te diga. Cierra todo, métele una tranca, un candado a la puerta, y no se te ocurra abrirle a nadie, no vayas a pedir nada a domicilio. Esas palabras las soltó a toda marcha hace un par de horas. Voy hasta el PC y programo The Night, el quinto y último álbum de estudio de la banda estadounidense Morphine, una agrupación con un sonido poderoso. Dejo que la música obre el milagro, enciendo un cigarrillo y viajo entre los acordes y el sonido que es duro y algo narcótico. El móvil pita y me saca del trance. —Estás listo para irte de este mundo sapo. Dice una voz chillona y rasposa. Luego el silencio, el maldito sigue ahí, puedo sentir su respiración entre cortada y dificultosa.

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—¡Vete a joder a tu madre, cabrón! Cierro la comunicación. Suena el citófono, escucho unos pasos en el pasillo, un perro ladra sobre la acera, una mujer grita algo inentendible en algún lado, la sirena de una ambulancia estalla a todo volumen y pasa rauda, el perro que ladra ahora se tira una cagada sobre el bordillo, lo sé porque puedo escuchar la mierda estrellarse contra el pavimento. Un pajarraco grazna, docenas de liendres se multiplican en la cabeza de la hija de mi vecina, suenan tres disparos en el televisor de al lado, un adolescente se jala el ganso en la intimidad del baño, está seguro que nadie lo ve y que nadie lo escucha. La vecina del 303 ve porno desde su móvil, el policía que vive en el 302 da un portazo que me hace saltar. Alguien merodea por el pasillo, una sombra se planta detrás de mi puerta… Tic, tok, crash, toc, toc, toc, toc… Una rata chilla entre la tubería, un gato sacude lo que le queda de cola, el león encerrado en el zoo ruge, brama. Chiiiiiiiiiiiiiiiiiir, una puerta pide a gritos que la engrasen, una mujer deja escapar un grito tras un orgasmo intenso, iiiiiiiiiiiiiggggg, un automóvil derrapa al final de la avenida…

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Me levanto de la cama, reviso por enésima vez el móvil. Vago un largo rato entre la chatarra ciberespacial, suena un timbre, tocan una puerta… Matemos al gallo matémosle/ Y nunca más hará cocoricocorá y nunca más hará cocoricocorá… Karen vuelve a insistir, dejo al móvil en modo vibratorio y me voy al PC para programar una canción. Dejo sonar Stop, de Jane’s Addiction. Karen estuviera aburridísima con esta play list, ella es más de Ariana Grande, el condenado Bunny o Anuel AA. Enciendo otro cigarrillo, quisiera asomarme al balcón pero una fuerza invisible me lo impide. La habitación se hace cada vez más pequeña, se encoje, y empieza a aprisionarme. Siento un peso en el pecho, las condenadas cuatro paredes se me echaron encima, tengo dificultad para respirar. Escucho el regimiento de hormigas marchar por el mesón, su marcha es solemne, magnánima. Quier dos, quier dos tres cua… Una mariposa negra se mete por la ventana, siento el rumor de sus alas, el impulso de su aleteo, mi madre siempre ha pensado que la visita de una mariposa negra es un mal presagio.

—Hola, mi bebé, ¿cómo amaneces? Contesta el celular. Leo el mensaje de Karen, leo las noticias: Los contagios y las muertes siguen en alza, la curva nada que aplana pese al toque de queda permanente, se presentaron saqueos y disturbios en 5 municipios. La vacuna está a punto de ser aprobada, se estudian los protocolos de distribución. Anciano de 90 años sobrevive al mal. Economía no levanta pese a reactivación de sectores productivos. La Controlaría destapa nuevo caso de corrupción en manejo de ayudas alimentarias, aumentan avistamientos de objetos voladores no identificados.

Vuelvo a dejar el teléfono sobre la mesa de noche y me acerco al PC para programar otra canción, dejo que suene Disorder, la canción es una declaratoria de intenciones, una carta de presentación de una banda que supo jugar con los sonidos del punk más crudos, con melodías mucho más armónicas y letras cargadas con un lenguaje poético, Joy Division retumba entre estas 4 paredes y se diluye en mis venas como un sedante para aplacar la paranoia. El teléfono se sacude, y esta vez sí se trata de la llamada que he estado esperando.

—Bueno, mi hermanito querido, recoge todas tus cosas que te vamos sacar de aquí. No te preocupes por los papeles ni por nada, eso lo tenemos bajo control. Tenemos que sacarte de aquí a como dé lugar socio, si te quedas en la ciudad te matan mi hermano. Despídete de quien te tengas que despedirte y metete en la cabeza que vas a estar por fuera un largo tiempo. No te tienes que preocupar por dinero ni por nada de eso, solo preocúpate por salir de aquí entero. En una hora nos vemos en el Edificio Gonzáles, el de la 45, el que queda diagonal al banco, tú sabes cuál es, el que está a unos pasos del semáforo.

—Claro que ya estoy ubicado, no hay lío.

—En una hora nos vemos allá, en el apartamento 202. Te vamos a enviar un carro a recogerte. Ojo, es un Ford rojo, de placas CIS441. Cuando el vehículo esté afuera, el chofer te avisa y bajas volando sin mirar a ningún lado. Tienes esta hora para hacer las llamadas correspondientes, para arreglar lo que tengas que arreglar y ojo no lleves nada, sal con la ropa que tengas puesta y ya, lo demás lo recupero yo y te lo aseguro mi hermano. Tengo que colgar socio, nos vemos en un rato.

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Me quedo con el móvil en la mano tratando de digerir lo que acabo de escuchar. Paco no suele ser fatalista, pero hay algo en el tono de su voz, en las cosas que dijo... Siento que me encojo, que las paredes y el techo se contraen. Mi primer impulso es llamar Karen, pero lo desecho, ¿qué se supone que le voy a decir?, ¿qué es lo que tengo para decirle?, ¿qué me voy?, ¿qué tengo que salir corriendo?, ¿qué tengo que esconderme?, que al fin lo fastidié lo suficientemente bien para no poder repararlo… Enciendo un cigarrillo, me asomo al balcón en un arrebato de irresponsabilidad. —Estás frito, sapo hijueputa. Elimino el mensaje, camino en círculos por toda la habitación, me acerco a la despensa, bajo de un golpe la botella empezada de whisky que estaba guardando para mi próximo encuentro con Karen y empiezo a ordenar mis cosas pidiéndole a la mente tranquilidad. La pequeña mariposa se posa sobre mi almohada, sus alas se abren y se cierran como queriéndome comunicar un mensaje cifrado. Afuera el sol se deja caer como un globo amarillo que se desinfla y pierde las ganas de seguir elevándose, como un huevo derretido que derrapa sudoroso al borde del firmamento. La tarde se pinta de gris dándole paso a una noche cerrada y oscura, que se mete a mi habitación pisando fuerte. You float like a feather/ In a beautiful world/ I wish I was special/ You’re so special… No, no floto como una pluma, y este mundo hace mucho que dejó de ser hermoso ¿Será que alguna vez lo fue? Todos hemos querido alguna vez ser especiales, ¿tú eres especial?

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But I’m a creep/ I’m a weirdo/ What the hell am I doing here?/ I don’t belong here… Sí, hoy me siento menos que un gusano. Claro que siempre he sido un bicho raro, ¿Qué putas estoy haciendo arrinconado en esta habitación?, no, no pertenezco a este lugar, soy un extranjero en mi propia tierra…

I don’t care if it hurts/ I want to have control/ I want a perfect body/ I want a perfect soul… Claro que importa si duele. ¿Y a quién no le gustaría tener el control?, ¿y quién no querría un cuerpo perfecto?, ¿un alma perfecta? Esa sería la parte más difícil y créeme, cariño, que lo he intentado muchas veces.

—Buenas, vengo de parte de Paco, estoy abajo en la entrada. La puerta del asiento trasero está abierta, solo tiene que bajar y subir al carro, la orden es que lo espere 15 minutos máximo. Leo el mensaje, apago el PC y lo dejo acomodado en uno de los cajones del guardarropa. Me tiro el morral al hombre en donde tengo una muda de ropa completa y un par de libros, Serotonina de Houellebecq y Agosto de Fonseca, par de guantes, par de tapabocas, un tarro de alcohol, antibacterial, dos libretas de apuntes y la grabadora que cargo para todas partes. Me asomo al balcón y verifico el color, la marca y las placas del automóvil que me espera afuera y en efecto coincide con las señas que me indicó Paco hace una hora y media. Bajo las escaleras a paso firme y veloz, alcanzo la puerta trasera y entro al bonito automóvil deportivo que huele a nuevo a desinfectante a ambientador o tal vez a una combinación de las tres cosas. El conductor lleva tapabocas, guantes, un polo deportivo de color rojo ajustado al cuerpo, jean azul y zapatillas marca Adidas, usa un corte a ras peinado hacia un lado. El joven me da las buenas noches, del reproductor musical se escapa el sonido de un teclado introductorio. El conductor hunde el pie en el acelerador, suelta el embrague y el automóvil se pone en marcha. La voz de Steve Perry retumba en el vehículo. Just a small town girl/ Living in a lonely world…Tomamos la vía principal rumbo a la zona céntrica de la ciudad. El aire acondicionado está a todo full y la piel se me pone de gallina. Las calles están desiertas, sólo unos cuantos perros cruzan la avenida, la luz que emiten las viejas bombillas enganchadas como cucuyos a los postes derraman sobre la carretera su lumbre macilenta…She took the midnight train/ Going anywhere…

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—¿Cómo va todo?

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—Todo en orden, voy en camino. Le devuelvo el mensaje a Paco, un viejo Volkswagen de color rojo aparece en la mira de mi retrovisor, el conductor se toma su tiempo, se nota relajado, no lleva prisa, yo siento que un zumbido persistente me quiere reventar los oídos y una aprensión en el pecho me lleva aprisionado contra la silla. Just a city boy/ Born and raised in south Detroit/ He took the midnight train/ Going anywhere… He tomado mi propio tren de medianoche con destino a ninguna parte. Las primeras gotas que se estrellan con violencia contra el panorámico nos alertan sobre la llegada de la lluvia. Había sentido ese olor particular al salir de la habitación, pero muchas veces solo aparece y el cielo se puebla de nubes negras, pero no pasa nada. Por ahora es una llovizna anémica, débil, sin bríos. El conductor me mira de soslayo y activa el limpia brisas. Un perro aúlla a un lado de la carretera, quizás recordando a algunos amores imposibles. El aullido es profundo y doloroso como una despedida, como una herida abierta... A singer in a smoky room/ A smell of wine and cheap perfume/ For a smile they can share the night/ It goes on and on, and on, and on… La lluvia arrecia, sólo un poco. Un sujeto montado sobre una motocicleta azul pasa primero despacio a un lado de mi ventana, luego acelera y nos rebasa. La lluvia sigue aumentando de intensidad… Strangers waiting/ Up and down the boulevard/ Their shadows searching in the night/ Streetlights, people/ Living just to find emotion/ Hiding somewhere in the night… Un gato pardo y sin cola cruza la avenida con afán, parece que no ha logrado encontrar resguardo. A este lado de la ciudad los trapos rojos adornan los ventanales. Una mujer semidesnuda, sucia, se interpone en el camino y nos hace pistolas con su mano derecha. El conductor sonríe. —Loca hijueputa—. Dice… Working hard to get my fill/ Everybody wants a thrill/ Paying anything to roll the dice/ Just one more time/ Some will win, some will lose/ Some were born to sing the blues Oh, the movie never ends/ It goes on and on, and on, and on… Yo también nací para cantar este blues y estoy en medio de esta película a la que llegué cuando ya estaba comenzada y ahora parece no tener fin, sigue, sigue y sigue. Hay extraños que suben y bajan por el bulevar, gente que aprovecha la noche para perseguir y acechar sus sombras. Algo ha hecho clic en mi cabeza, mi mundo se ha puesto patas arriba. Algo ha cambiado en el mundo, yo lo sé, pude escuchar el crash, oír el crujido la noche en que se quebró, Atlas dejó caer el planeta y este se partió como un florero de porcelana. Strangers waiting/ Up and down the boulevard/ Their shadows searching in the night/… El semáforo cambia a rojo, el auto se detiene. Al otro lado de la acera está el edificio González, ahí está su extraña fachada gris, orgullosa. Una motocicleta negra que transporta a dos ocupantes, se refleja en el retrovisor. Puedo escuchar el cancaneo de su motor acercándose. El conductor voltea la cabeza hacia mí, me mira un segundo, pero no dice nada. La lluvia arrecia con más fuerza… Don’t stop believing/ Hold on to that feeling/ Streetlights, people… Yo sí que he perdido la fe, hace un tiempo que estoy aferrado a esa sensación. Simplemente no me es fácil no parar de creer y ya. La motocicleta se acomoda justo a un lado de mi ventanilla. Don’t stop believing/ Hold on/ Streetlights, people

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Reconozco los tatuajes cochambrosos del parrillero que trae puesta una camisa esqueleto negra, su brazo derecho se levanta como en slow motion. El mundo parece detenerse y la película de mi vida se proyecta en mi cabeza. Todos necesitamos algo en qué creer, todos necesitamos hacer parte de algo, todos necesitamos pertenecer, engranar en la gran máquina… Mi querida Karen, despiértame cuando pase el calor… Don’t stop believing/ Hold on to that feeling/ Streetlights, people…

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Por Carlos Polo

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