Entre la promesa y la realización de un amor contrariado de cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días, Florentino Ariza había compartido sábanas con seiscientas veintidós mujeres. Ninguna de ellas provocó la renuncia del amor eterno a Fermina Daza, que estuvo casada por más de medio siglo con el médico Juvenal Urbino.
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La historia de Ariza y Daza está inspirada en el amor de Luisa Santiaga Márquez Iguarán y Gabriel Eligio García Martínez, los papás de Gabriel García Márquez, el autor de “El amor en los tiempos del cólera”, obra que el mismo Nobel declaró su libro más preciado, incluso por encima de la obra que lo llevó a la historia universal, “Cien años de soledad”.
En una entrevista para la revista “Nexos”, en 1993, García Márquez hacía la aclaración del parecido de los personajes de “El amor en los tiempos del cólera” con sus papás: “De mi padre, Florentino Ariza, tiene el haber sido telegrafista, tocar el violín, escribir versos más o menos clandestinos y enamorarse locamente. Y de mi madre, Fermina Daza, tiene ese carácter fuerte, sobre todo ese sentido casi inconsciente del poder que tuvo siempre mi madre con sus doce hijos, y que siempre la hacía el centro de la autoridad”.
Son pocos los autores que no temen reflejar en los títulos de sus obras el interés por un mismo tema. En diciembre de 1985, García Márquez publicó “El amor en los tiempos del cólera”, y nueve años después, tras haber salido a la luz “El general en su laberinto” (1989) y “Doce cuentos peregrinos” (1992), publicó “Del amor y otros demonios”, otra novela que reafirmaba al amor como concepto estructural y transversal de la obra literaria del escritor colombiano. Y no hay que olvidar que “En agosto nos vemos”, novela póstuma publicada en 2024, también el amor, y de nuevo un amor que pone a prueba la moral y la vida, aparece como centro del argumento.
Previamente ya habíamos visto esa exploración del amor, y en especial de amores imposibles o contrariados, en “Cien años de soledad”. Para José Luis Díaz-Granados, poeta, familiar y conocedor de la obra de García Márquez, en la historia de los Buendía se refleja el amor edípico, que se ve, por ejemplo, en la relación que alcanzan a tener Pilar Ternera con José Arcadio.
El amor en la obra literaria de García Márquez, en especial en la historia de Florentino Ariza y Fermina Daza, tiene también un carácter estético que otorga a la intención de eternidad una belleza particular. “Fermina, le dijo: he esperado esta ocasión durante más de medio siglo, para repetirle una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y mi amor para siempre”, dice uno de los fragmentos de “El amor en los tiempos del cólera”.
Hay tanto que decir sobre la vida de dos personas que se aman… Es algo infinito“.
Gabriel García Márquez
Soren Kierkegaard, filósofo danés, escribió en “La estética del matrimonio” que: “La inmediatez del amor romántico se muestra en la necesidad natural sobre la que únicamente reposa. Fúndase en la belleza: por una parte, la belleza sensible, por otra la que, pudiendo manifestarse en lo sensible, en y con lo sensible, no se deja examinar, sino que está constantemente a punto de manifestarse, y solo se muestra por momentos. Aunque fundado esencialmente en lo sensible, este amor tiene su nobleza, porque implica cierta conciencia de la eternidad: porque es su sello de eternidad lo que distingue de la voluptuosidad al amor… el amor romántico tiene una analogía con el orden moral en la presunta eternidad que lo ennoblece y lo salva de la pura sensualidad. Lo sensual es, en efecto, cosa del momento. Busca una satisfacción instantánea y, cuanto más refinado, más sabe hacer del instante de goce una pequeña eternidad. La eternidad verdadera del amor, que es la verdadera moralidad, tiene por primer efecto, pues, salvarlo de lo sensible”.
En repetidas ocasiones García Márquez habló del amor como eje central de sus libros. Lo hizo, por ejemplo, en el artículo “El amor es mi única ideología”, publicado en marzo de 1995 en “El Tiempo”, cuando dice que el amor “es el motor de mis libros, mi único argumento, mi ideología exclusiva. Creo que el amor es el único discurso en mis libros”.
La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado“.
Gabriel García Márquez
Pero sobre Florentino Ariza y Fermina Daza dijo en una entrevista para “The New York Times” que: “Hay tanto que decir sobre la vida de dos personas que se aman… Es algo infinito. (…) Lo más maravilloso era que ambos pudiesen amarse para siempre. El lector puede consolarse al saber que el barco con los amantes continuará su viaje yendo y viniendo. No solamente por el resto de sus vidas, sino eternamente”.
Otro fragmento de “El amor en los tiempos del cólera” dice: “El amor era el amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte”. Y de aquí se desprenden dos conceptos importantes, uno en general para la obra garciamarquiana y otra para este libro en particular.
Lo primero es el tiempo, que siempre fue clave para la narrativa del Nobel colombiano. El tiempo, en este caso, que parece repetirse o arrastrarse a pesar de su inexorable avance. El segundo es la vejez, y dentro del libro se presenta la victoria de amar en una etapa que parece mal visto hacerlo, pero que en la historia de Ariza y Daza reivindica el derecho a enamorarse y, sobre todo, la posibilidad de hacerlo con la misma pasión y vigor que se creen propios de la juventud.
En la entrevista ya citada para “Nexos”, García Márquez lo dice: “A mí me sorprende que siempre se haya tratado de atribuir el amor a una cierta edad. El amor es de todas las edades, y creo que puede ser mucho más apasionado en el viejito de un pueblo. (…) Yo creo que el amor es en todo el tiempo. (…) Y siempre ha habido amores de los viejos, pero era una vergüenza que un viejo los tuviera. No, señor. ¡Viva el amor!”.
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