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El Enano (Cuentos de sábado en la tarde)

La novela del escritor sueco Pär Lagerkvist nos sitúa frente a lo maquiavélico del poder, la devastadora fisonomía del engaño y la sevicia, el desenfreno de la perversión que golpea desde la investidura del mal encarnado en “príncipe” y”enano” y el consabido lupanar de la muerte que deja la traición y la guerra.

Patricia Suárez

30 de diciembre de 2023 - 03:56 p. m.
La novela original de Pär Lagerkvist se publicó en 1944.
Foto: Diego Velázquez
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Piccolino revela venir de una raza antigua y superior; sin embargo, la odia. Voluptuoso y violento, el maltrecho y omnisciente personaje narra y registra en su diario el odio profundo hacia los otros; el desprecio a las mujeres; no omite detalle, describe acontecimientos, charlas, frases, da valor a la fisonomía de huéspedes que llegan a palacio, con su crítica mordaz señala, reconoce la hipocresía de su príncipe, la condición interesada del género humano, lo vulgar de la risa, su aversión a todo ser vivo. Su mano contrahecha consigna lo deforme de sí, el equilibrio de poder lo ejerce su crueldad al servir al único que no desprecia: su príncipe. Impenetrable, oculta tras el rugoso rostro su gélida visión de mundo y en la rutina renacentista de su tiempo la soledad lo copa y lo consuela.

Fiel canino del mal, asevera conocer lo recóndito de todo aquel que cruza en su camino y, cual supremo, nada escapa a su perspicaz y superior mirada. Misántropo, asegura no ser bufón, ¡no aceptaría jamás la condición abyecta! Lo grosero de su raza, bufones que divierten, prostituyen con la burla grotesca, suscitan la risa, nutren la obscena predilección por la deformidad y el insulto e infieren la ruptura moral de una época de guerra, conspiración y crimen. Piccolino logra que su príncipe se deshaga de todos los bufones.

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“El Enano” pule frases; exquisito, inquiere y define su odio, habla de los sabios, de los astrólogos, de los artistas y se revela seguro, sátiro y esteta en su cinismo nihilista. El odio es la medida de sus actos, en la acción privilegia a su Señor; el placer por la guerra y la tortura, cuya crueldad tiene el refinamiento gélido de las cortes, lo identifica en sus predilecciones.

Racional, explica y legitima la maldad que encarna; no conoce la risa; si algún día se enamorara, sería de un hombre, dice. Hundir su puñal y ver correr la sangre es su mayor anhelo, se asombra que nadie advierta su odio y deseo de matar, “serpiente venenosa” le llamó el príncipe.

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Lea: Despedida

“…Hoy será solemnemente firmado el tratado de paz… El príncipe me ha confiado algo tan extraordinario…Nunca me había imaginado cuánto nos parecemos… Ninguna otra guerra sangrienta y mortal… Es agradable tener un pequeño audaz de mi especie que puede prestar toda clase de servicios”.

Por Patricia Suárez

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