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El gran Gatsby cumple 100 años: un siglo de fiestas, sueños rotos y la eterna luz

Considerada por muchos como la mejor novela estadounidense del siglo XX, “El gran Gatsby” de F. Scott Fitzgerald cumplió 100 años de su publicación el 10 de abril. La obra, publicada en 1925, sigue siendo un referente de la literatura y un retrato de la opulencia y decadencia de la era del jazz.

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Sofía Sáenz Hernández
17 de abril de 2025 - 09:00 p. m.
Portada de "El gran Gatsby", de Francis Scott Fitzgerald.
Portada de "El gran Gatsby", de Francis Scott Fitzgerald.
Foto: Cortesía Panamericana
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El apogeo de la era del jazz, fiestas recurrentes e inimaginablemente extravagantes, una luz verde apenas visible que es imposible de atrapar, aventuras amorosas que desembocan en finales destructivos, la mirada de Dios siempre presente y escrutadora durante la historia. Todo esto y más se puede encontrar dentro de las páginas de El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald. Un indiscutible clásico, con temas que aún son relevantes en la sociedad de hoy, exactamente un siglo desde su publicación.

La historia se desarrolla a través de los ojos de Nick Carraway, un hombre ingenuo y lleno de esperanza, que llega a la ciudad de Nueva York con la intención de sumergirse en el mundo de los bonos. Nick se muda a una zona ficticia de Long Island llamada West Egg, volviéndose vecino de una gran mansión que organiza enormes fiestas cada noche. ¿El anfitrión de estas fiestas descomunales? El misterioso Jay Gatsby, quien Nick ve por primera vez cuando está parado al borde de su muelle, extendiendo su mano hacia la luz esmeralda al otro lado de la bahía. Posteriormente, descubrimos que aquella luz proviene del muelle de Daisy Buchanan (la prima de Nick) y su esposo Tom Buchanan. La pareja vive en East Egg, donde residen los ricos generacionales, a diferencia de los nuevos ricos de West Egg. Aunque Daisy y Tom parezcan poseer todo lo necesario para tener un matrimonio feliz, el escándalo y la traición amenazan con desestabilizar esta fachada perfecta.

Uno de los aspectos más intrigantes de la historia es el uso de simbolismo que Fitzgerald aplica para avanzar en la trama y desarrollar los personajes. El primero, y probablemente el más notable, es la infame luz verde. A primera vista, el lector puede concluir que esta luz representa el amor inalcanzable que Gatsby tiene por Daisy. No solo están separados por el matrimonio de ella con Tom, sino que, mientras la historia avanza, se vuelve más claro que los separan las clases y estándares sociales. Daisy en sí representa todo aquello por lo que Gatsby ha trabajado tan desesperadamente. Pero, aunque ha acumulado una gran cantidad de riqueza, todavía está lejos de lograr su objetivo: su sueño americano. Esto nos genera una pregunta: ¿Gatsby realmente ama a Daisy o ama lo que significa estar con ella? ¿Es su amor lo que él desea o más bien su estatus y estilo de vida? Fitzgerald le ofrece al lector la oportunidad de profundizar en la complejidad de los personajes y su intricada historia de amor, borrando las líneas entre el idealismo y la desilusión.

Los temas recurrentes a lo largo de la historia incluyen la línea fina entre el amor y la lujuria, la codicia que la clase alta disfraza elegantemente, el colapso y la corrupción del sueño americano. Todo esto ocurre en la ciudad de Nueva York, desde las afueras del barrio Long Island, hasta el centro palpitante de Manhattan. Para poder llegar de un lugar al otro, los personajes tienen que atravesar el “valle de cenizas”, una desolada extensión de tierra donde el aire está impregnado del polvo y la ceniza proveniente de las fábricas industriales. Una representación clara de la decadencia moral de Estados Unidos, camuflada por la ostentación y el glamur de los años 20. Cada vez que los personajes viajan de Long Island a Manhattan, y viceversa, se ven obligados a cruzar por este valle, como si el recorrido los obligara mirar hacia adentro de su propia degradación moral. Algunos personajes, como Myrtle y George Wilson, incluso viven en esta zona, rodeados constantemente por la inmundicia. Una dura realidad para los que nunca tuvieron el privilegio de vivir en las zonas más agradables, pero están obligados a ver a los afortunados pasar.

Es aquí donde tiene lugar uno de los crímenes más graves, hacia el final del libro y a manos de uno de los personajes principales. Pero, como se ha demostrado durante la historia, la realidad para los que tienen riqueza es que las cenizas pueden ser fácilmente limpiadas y pueden seguir adelante con sus vidas. Sin embargo, los otros personajes, quienes se quedaron atrás con los restos de ceniza, deben enfrentarse a las consecuencias.

Ubicados en el valle de cenizas están los ojos del doctor T. J. Eckleburg, un viejo cartel que lleva lentes y vigila a los ciudadanos que van y vienen. Los lectores han interpretado esto como un símbolo que representa los omnipresentes ojos de Dios; especialmente cuando George Wilson los describe así mismo, pero Fitzgerald usa este momento para hacer al lector preguntarse si estos símbolos solo tienen sentido porque los personajes les dan significado. ¿Estos ojos en verdad representan los de un poder superior o son las acciones de los personajes las que los llevan a temer esta posible representación?

El uso que Fitzgerald hace del simbolismo a lo largo de su historia es un aspecto fundamental que la complica constantemente. Hace que el lector profundice en las capas que están escondidas cuidadosamente detrás del punto central. Es un libro que, cuanto más se lee, más se comprende lo que su autor quiere decir, y cómo lo crea majestuosamente. Y al leerlo nos obliga a observar el sueño americano bajo una luz más crítica y a cuestionar su relevancia en nuestro mundo actual. A cuestionar cómo el sistema de clases sociales e incluso las relaciones afectan esta idea de una vida digna de soñar en Estados Unidos. Si ese sueño es verdaderamente posible o si todos estamos destinados a ser como Gatsby, siempre persiguiendo, pero sin alcanzar jamás la quimera.

Durante cien años, El gran Gatsby ha inspirado y enseñado a muchas generaciones no solo el arte de la escritura y la narración, sino también la importancia del análisis crítico. Es un libro que resulta imprescindible para jóvenes y adultos, incluso adaptado magistralmente al cine. Cientas de ediciones y traducciones han sido publicadas, algunas de colección como la de Panamericana Editorial. Sin duda será una obra que se seguirá publicando. Es innegable que su legado persistirá en los próximos cien años.

Por Sofía Sáenz Hernández

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