En 1986 llegaron hasta octavos de final y el mundo se aprendió el nombre de su número 10: Timoumi. En los campeonatos de mi barrio siempre hubo alguien, sin ninguna molestia, dispuesto a apretarse una venda en su pierna izquierda, como homenaje arrabalero a Bouderbala, su otra estrella. Después los olvidamos. En este Mundial Marruecos llegó a semifinales y refrendó la memoria con triangulaciones, juego rápido, celebraciones maternales y arrodilladas colectivas mirando hacia la Kaaba. Hoy no alcanzó. Francia dijo desde el principio que no estaba para las reverencias al sentimiento. A veces presta el balón, entusiasma al rival, pero se defiende con nervios alpinos y ataca con velocidad certeza. La final no se salió del libreto. Francia-Argentina: sin pronóstico.
(Semifinal: Francia 2 – Marruecos 0)
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