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“El pensamiento complejo” en los cien años de Edgar Morin

Vistazo al Pensamiento Complejo de Edgar Morin en la celebración de su centenario de vida en 2021, uno de los hechos culturales más destacados en todo el mundo durante el presente año.

Jorge Emilio Sierra Montoya (*)
10 de diciembre de 2021 - 09:49 p. m.
Para el filósofo francés Edgar Morin hay que humanizar la tierra.
Para el filósofo francés Edgar Morin hay que humanizar la tierra.
Foto: David.Monniaux

Humanizar la tierra

Según Edgar Morin, humanizar la tierra es una necesidad ante los enormes peligros que para el mismo hombre, para todos nosotros, representa la degradación de la naturaleza, más aún cuando aquí y allá se impone la incomprensión de las personas y los pueblos, quienes parecen alejarse entre sí, distanciarse, paradójicamente en medio del avance de las comunicaciones con los más alejados rincones del planeta.

Esa tarea de humanización llega a verse como algo utópico, imposible de lograr por el auge de la técnica, pero no lo es -según observa, con visión optimista frente a la crisis mundial- para las nuevas generaciones, aquellas que tienen o tendrán en sus manos el futuro, no el pasado, ni el presente signado aún por la incertidumbre.

Confianza, además, en que tales ideas se terminen abriendo paso en la humanidad, como sucedió con el mensaje de Jesús en el Imperio Romano, desde una perdida aldea palestina, lo cual fue suficiente para dar al traste, en apenas dos siglos, con el poder imperial, convirtiéndose en religión universal.

Todo aquello nació de un movimiento minúsculo, precisa, aclarando que otros grandes cambios en la historia de la humanidad, como el origen de la ciencia en el siglo XVIII, nacieron también de ideas simples, elementales, de las que en su época nadie imaginó cuánto poder alcanzarían con el tiempo.

“Hoy debe revivir la esperanza”, reclama al tiempo que señala cómo la tradicional idea de progreso, de progreso constante, se ha destrozado ante fenómenos como el calentamiento global y sus graves implicaciones sociales, por lo cual reina la incertidumbre sobre el mañana, cuando de pronto el mundo no será mejor sino peor al que ahora existe.

“No podemos eliminar la esperanza”, concluye.

Si desea leer más sobre Edgar Morin, por favor ingresar a: Las miradas de Morin

La reforma educativa

La reforma educativa también es necesaria, tanto como la humanización de la tierra o acercarse al mundo con el corazón y la plena conciencia de que debemos protegerla para defender la vida ante las amenazas que hay para destruirla.

En dicha reforma educativa -precisa, exhibiendo su espíritu didáctico, de viejo profesor- es indispensable, ante todo, enseñar a vivir, según plantea Rousseau, otro insigne pensador francés que orientó muchas de sus reflexiones hacia la educación, especialmente en obras como el “Emilio” e incluso en aquellas, como “El contrato social”, que sentaron las bases de la democracia moderna a la luz de la Enciclopedia o el movimiento enciplopedista que tuvo igualmente, entre sus máximos exponentes, a autores como Montesquieu, Diderot y D´Alambert.

Pero, ataca de inmediato a la educación en boga, para justificar el porqué de su propuesta: en el actual sistema educativo -dice- no se enseña nada de esto, como muchos lo pueden confirmar a partir de su experiencia personal, académica.

Y no se enseña a vivir -plantea, retomando los principios fundamentales de su doctrina- porque la educación está dedicada por entero a transmitir las diferentes disciplinas, la especialización en sus múltiples manifestaciones, que dan como resultado un conocimiento disperso, fragmentado, donde el ser humano pierde por completo su unidad, rompiéndose en pedazos.

Llamado a la solidaridad

De otra parte -añade, manteniendo su fuerte actitud crítica, demoledora-, se fueron al traste modelos políticos como el socialismo, presentados antes como solución definitiva a todos los problemas, y hasta la confianza ciega en que por fin la humanidad supere las guerras que la han marcado desde tiempos inmemoriales.

No obstante, es necesario, asimismo y a pesar de dichas dificultades, conservar la capacidad de tener ilusiones, sueños y esperanzas, a partir -subraya, como para que nadie lo olvide- de una reforma educativa cuyo primer paso es “el conocimiento del conocimiento”, proceso que nos permite entender cómo hasta las percepciones más sencillas son una traducción o reconstrucción de la realidad a través del sujeto, de la mente que conoce.

Por último -comenta, haciendo un llamado a la solidaridad-, la educación nos debe enseñar a comprender a los demás, a nuestros semejantes, a pesar de las diferencias entre unos y otros, de los aspectos negativos que nunca faltan y de los conflictos en la convivencia, tan comunes en los años de infancia y adolescencia.

No se trata -dice a sus discípulos- de echarse la culpa entre sí cuando se presenta una riña, sino de ser capaces de reconocer, por medio de la educación, que las dos partes son culpables, siendo ésta la única forma de superar los conflictos.

Si desea leer más sobre Edgar Morin, por favor ingresar a: Morin: 100 años de lucidez

Los valores morales

Morin no se cansa de hablar sobre la reforma educativa, ni mucho menos sobre los efectos negativos, perversos, de la educación actual, especializada, la cual de continuar -advierte- sólo agravará los problemas como las fallas de la globalización, lejos de hallarles la solución requerida para beneficio de todos.

La solución es lo que le interesa, sin duda. O resolver los problemas, que es igual. En el terreno práctico, claro. De ahí que aborde a continuación la importancia de la ética en la educación, en esa reforma educativa, pero no enseñarla a la manera tradicional, dogmática, que por lo visto de poco o nada sirve.

No. Hay que enseñar qué es el ser humano, cómo es un ser individual pero también social, y en tal sentido considerarnos como parte de la especie humana, más aún cuando estamos en la llamada era planetaria. Resalta, a propósito, los valores de la solidaridad y la responsabilidad como fuentes de la vida humana, esenciales para la supervivencia que tanto reclama y tanto necesitamos.

Pero, ¿cómo revivir esas fuentes de vida?, se pregunta mientras piensa, con seguridad, en que están dormidas por el individualismo reinante, donde importa apenas el bienestar personal, de cada uno, sin preocuparse siquiera por los demás, aunque demanden nuestra ayuda.

Se despiertan -responde- ante desastres naturales que afectan a cientos de familias, según nos consta a diario en las noticias que registra la prensa internacional. Hay, pues, solidaridad y responsabilidad en casos excepcionales, si bien la nueva educación debe hacer que ello no sea algo esporádico sino permanente al encarnarse esos valores morales en la conciencia de todas las personas, sin excepción.

Educar para la vida

¿Qué se debe, entonces, enseñar? Morin enuncia, como si estuviera elaborando un programa de estudios a la luz del Pensamiento Complejo, qué caracteriza a nuestra civilización, cuáles son los conflictos generacionales en nuestras familias, cuál es la cultura de los adolescentes de hoy, qué es el consumo y cuál es el papel que cumplen los medios de comunicación, cómo enfrentar la violencia callejera, etc.

“Es que no tenemos la educación sobre los problemas de la sociedad actual”, enfatiza al mostrar, como lo hace en cada una de sus presentaciones públicas, el camino a seguir si queremos una auténtica formación del ser humano.

Hay que educar, en fin, para la vida.

Si desea leer más sobre Edgar Morin, por favor ingresar a: El “humanismo regenerado” que propone Edgar Morin

Defensa de la democracia

Morin es un demócrata. Así se declara, con entusiasmo, en sus intervenciones públicas, donde imparte modernas lecciones de ética, como el debido respeto por las diferentes opiniones, por las ideas ajenas, aunque no coincidan con las nuestras, que es la suprema manifestación de las libertades individuales, especialmente de la libre expresión, en el sistema democrático.

Rechaza, por tanto, el dogmatismo que cree, en forma errada, que no hay sino un pensamiento válido, propio de los regímenes totalitarios, sean de izquierda o de derecha para recurrir a las ideologías que han dividido al mundo en las últimas décadas, llevándolo, por el fanatismo político que nos recuerda la época del oscurantismo, al borde de su destrucción.

Y como exalta la diversidad de opiniones, lo hace frente a la vida, pues la diversidad se vive en cada persona, en cada uno de nosotros, cuya identidad es como si reuniera varias personalidades a la vez, en forma simultánea.

Exalta, pues, la unidad en la diversidad, la cual no suele verse sino como fuente de conflictos, cuando lo es también de cohesión, confirmando así, hasta la saciedad, la presencia absoluta de la complejidad en la realidad, la cual sólo podremos captar a través precisamente del pensamiento complejo, cuyos cimientos él levantó desde su temprana juventud.

Solución a los problemas

“El Pensamiento Complejo ayuda a encontrar solución a los problemas”, precisa al tiempo que vuelve sobre sus famosos siete saberes que, en su opinión, son la llave para entrar por el camino correcto, no por el conocimiento especializado a pesar de los enormes beneficios que han generado los conocimientos científicos.

En definitiva, el Pensamiento Complejo es necesario para una sociedad compleja como la actual, aceptando igualmente que el pensamiento especializado aún vigente era válido antes, en una sociedad más simple que la contemporánea, y por tanto hoy es obsoleto, incapaz de resolver los problemas que nos agobian.

El hombre -explica, para terminar- es un ser complejo, lo es por naturaleza, en su conocimiento que nace en su cerebro, cuyos dos hemisferios, izquierdo y derecho, no deben separarse como lo hace la educación dominante, sino integrarse por medio de la reforma educativa que él propone, uniendo en el ser humano la mente y el corazón, la parte racional y la parte irracional, como expone en su libro “Amor, poesía y sabiduría”, donde se juntan el homo sapiens y el homo demens, la racionalidad y la locura.

(*) Filósofo y periodista. Autor del libro “Tras las huellas de Edgar Morin”

Por Jorge Emilio Sierra Montoya (*)

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Eduardo(34409)10 de diciembre de 2021 - 10:21 p. m.
La complejidad del pensamiento de Edgar Morin, en todas sus dimensiones, en su profundidad lo han hecho elocuente y así será por muchos años. Valioso legado para la ciencia y la cultura.
Sergio(u9ncc)11 de diciembre de 2021 - 10:06 p. m.
Muy deficiente artículo. Ni siquiera aclara lo que significa "Pensamiento complejo". Algo que no es tan difícil, si se explica adecuadamente.
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