El periodismo cultural, y en general todo tipo de periodismo, trabaja con historias, pero no es solo este campo en el que se manejan relatos. Las artes, la literatura, el cine, también cuenta historias a diario. ¿Cree que la cantidad de historias que podemos llegar ver a través de diferentes fuentes puede llegar a abrumarnos?
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Mientras mejor estén diseñadas las historias, menos nos abrumamos. Creo que, al igual que cuando hablamos con otras personas, cuando estamos en redes sociales filtramos los relatos que encontramos y empezamos a cambiarlas para que se ajusten la nuestra idea de lo que una historia debería ser. Mientras más hacemos esto, más absorbemos y más recordamos, así podemos hacer sentido de lo que escuchamos. También lo que sucede es que, por ejemplo, cuando un amigo nos cuenta una historia caótica, que no tiene resolución o en la que algo no cuadra, no la recordamos. Uno de los puntos clave de una historia es a lo que me refiero como “punto final” y casi que una emoción en sí misma que resuelve la historia. Sea triste, feliz o sorprendente, es importante que dejemos ir a la historia. Una vez ha sido completada, podemos recordarla en su totalidad más fácilmente porque está completa y así no nos abrumamos tanto. Las redes sociales tienden a presentar historias sin punto final, dado que estamos en el medio de ellas, viviéndolas, y pasa lo mismo con los medios de comunicación.
¿Qué clase de historias bien diseñadas podrían ayudarnos a seguir desarrollando nuestro “cerebro narrativo”?
Lo que mejor nos puede ayudar es contarnos historias a nosotros mismos. Mientras más procesamos lo que nos ha pasado, a nuestros amigos, familia o al mundo, como una historia, nos entrenamos en maniobrar y orientarnos en la realidad que habitamos. La mejor cura para este mundo caótico y abrumador es el “storytelling”, aprender activamente a contar historias. Esto no significa que siempre tengas que publicar algo en redes, tiene más que ver con contarle a otros directamente o examinarlo en tu propia mente. A esto le llamamos los científicos “ensayar la historia”. Mi recomendación sería practicar el contar historias y hacerlo también con los niños, dejar que ellos cuenten un relato.
¿Cree que hay una crisis en el periodismo cultural?
El periodismo cultural sin duda está en crisis, pero en cierto modo, siempre lo ha estado, ya que la cultura está en constante cambio. Esto dificulta la labor periodística. Su temática cambia constantemente. Mientras que un médico siempre tratará con personas para curarlas, los periodistas no pueden prepararse para lo que viene después y llama a su puerta. Por lo tanto, es muy difícil ser periodista cultural, pero también muy emocionante. Necesitamos periodismo cultural —personas que emitan juicios, ya que la IA no será creativa frente a lo nuevo—, pero también necesitamos gobiernos e instituciones dispuestos a apoyarlo económicamente.
En una era de tanta desinformación, ¿cómo puede nuestro cerebro distinguir los hechos de la ficción?
Esa es una pregunta muy importante hoy en día, por supuesto. La respuesta es que las historias no son de mucha ayuda aquí. Este es un aspecto peligroso de las historias, porque pueden hacer que cosas que no son ciertas parezcan creíbles y cosas que sí son verdaderas suenen mal como historia. Así que tenemos que ser muy cautelosos. Yo diría, personalmente, y esto también tiene que ver con los medios, que realmente tenemos que aprender a identificar cuáles medios son confiables. A mí me gusta pagar a buenos periodistas. Estoy suscrito a muchos periódicos en los que sé que hay verificadores de hechos. Al menos, si dicen algo que realmente no es cierto, son más responsables por ello, y eso me da cierta garantía. Sé que no puedo confiar solo en mí mismo y que las historias pueden engañarnos. Por eso tengo que desarrollar mis propios sentidos para no creer todo lo que veo.
¿Cómo se informa sobre temas culturales y qué tipo de periodismo cultural consume?
Soy un firme creyente en el periodismo cultural y profesional. Diría, en general, en el periodismo profesional, donde todos pueden escribir, pero hay un editor serio o una oficina editorial detrás que se hace responsable de las cosas. Yo estoy suscrito —creo que actualmente estoy suscrito, y eso significa que pago— a cuatro periódicos diarios en tres idiomas, y también a una serie de revistas semanales y muchas mensuales. Soy alguien a quien le gusta leer. También, y esto es importante para mí, leo un espectro amplio. Consumo historias en diferentes idiomas —tuve la suerte de crecer internacionalmente— y puedo leer en otras lenguas, pero también leo un espectro político amplio. Trato de mantenerme informado en esos temas. Sigo a un par de periodistas también, porque sé que lo que escribirán me hará reflexionar. Eso no significa que tenga que estar de acuerdo con todo, pero me parece muy estimulante estar comprometido. Hay una cualidad de vida que tiene que ver con la riqueza de ver cosas distintas. Eso puede ser leer novelas maravillosas, pero también hay algo en los periodistas culturales que te abre los ojos a cosas en las que no habías pensado antes. Eso a veces es incómodo, porque es un poco más difícil. Es fácil leer cosas que ya sabes y en las que crees. Leer cosas que no sabes o puntos de vista que no habías tenido requiere un poco de esfuerzo para todos. Cuando lo haces, creo que es uno de los factores de la felicidad en la vida.
Es muy común ver que hay personas que no confían en un medio u otro por los posibles sesgos ideológicos que puedan tener, ¿cómo cree que las narrativas que se construyen desde diferente orillas políticas afectan nuestra posibilidad de ampliar nuestra comprensión del mundo?
Sigo siendo algo positivo sobre el poder de las narrativas. Las narrativas son muy poderosas para llevarnos por un camino, pero hay una tendencia interesante en ellas. En mi libro, en el capítulo siete, hablo sobre la narración multiversional. Siempre que leemos o escuchamos una historia, la seguimos, estamos inmersos en ella. Pero mientras estamos en ella, también imaginamos otras posibilidades. Incluso en una historia que apoya fuertemente, digamos, una idea política de derecha o de izquierda, las personas aún pueden pensar que algo diferente podría pasar o pueden tomar el punto de vista de otra persona. Algunas personas aún pueden cambiar de opinión. Siempre abren más de una perspectiva. No existe una narrativa con una sola perspectiva. Mientras estamos en medio de la historia, también pueden pasar cosas diferentes. Desarrollamos una capacidad de imaginación. Por eso todavía diría que, aunque estemos ideológicamente en un campo u otro, donde normalmente estamos cómodos, aún hay algo en estas historias que nos permite ver otros puntos de vista.