Yusuf y su familia son palestinos. Una mañana, el sol se cuela por entre las cortinas de su cuarto, anunciando un nuevo día. Yasmine, su hija, entra corriendo, pega un salto sobre la cama y aterriza en sus brazos, mientras se le escucha decir “baba, baba” (papá, papá) entre risas. Él le responde igual: con abrazos y carcajadas. Ese día están de fiesta. Una lista de mercado hecha por Yasmine, en la que entre colores y dibujos escribe que se necesitan limones, carne molida y leche, es el papel que Yusuf guarda, mientras le dice a su esposa que se van a hacer mercado y a traer su regalo de aniversario, pues quieren llegar temprano a la cena de celebración. Este es el principio de la travesía que padre e hija emprenden juntos en la Ribera Occidental, territorio ocupado por Israel desde la segunda mitad del siglo pasado, y que es el tema central del cortometraje El Presente, dirigido por Farah Nabulsi.
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-¿Por qué quieren entrar?, pregunta un militar a Yusuf en el punto de control israelí que hay cerca de su casa, y por el cual tienen que pasar para poder hacer sus compras del día.
-Vamos a hacer mercado. Necesitamos papel higiénico y limones. Veamos –le dice al oficial, mientras saca de su bolsillo la lista que su hija le dio–. ¿Qué tenemos aquí? –agrega mientras lee el papel–. Un kilo de carne molida, leche...Compras.
-Quítese la chaqueta, el cinturón, sus botas, todo lo que tiene en el bolsillo y párese allí, responde el militar.
-Pero, ¿por qué?, pregunta Yusuf.
-Haga lo que se le dice, le responden.
-Por favor, no ahora. Tengo a mi hija conmigo.
Los militares muestran indiferencia. Dejando sus pertenencias en una canasta, como el celular, la billetera y el reloj que heredó de su padre, Yusuf es encerrado en una celda del punto de control. Caminando de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, una vez y otra vez, y otra y otra, ve a su hija del otro lado de las rejas. Ella, sentada sobre el andén, lo espera con preocupación y en silencio, siguiendo las palabras que él le dijo: “Espérame acá, mientras ellos terminan. No nos demoramos mucho. Después seguimos, ¿ok?”.
La espera fue tan larga, o por lo menos esa es la sensación que se tiene al ver el cortometraje, que Yasmine no pudo esperar más para encontrar un baño. De repente, mientras siguen su camino, tiempo después de que los militares dejan ir a su padre, la parte superior de sus jeans claros adquiere un color más oscuro. Los pantalones están mojados. “Lo siento, papá. No pude aguantar”, dice entre lágrimas, inclinándose hacia él en busca de un abrazo y de consuelo. “Mi amor, ¿por qué no dijiste nada?”, pregunta Yusuf. “Está bien, papá. No podías hacer nada”, le responde. El silencio se apodera del tiempo y del espacio. Los dos tienen los ojos cristalinos, pero con las lágrimas contenidas. Ella, tal vez, por pena. Él, seguramente, por impotencia.
En la tienda, mientras completan la lista de mercado, Yusuf le compra una corona a su hija y declara que es “la niña más hermosa de Palestina”. Al salir de allí se dirigen hacia una tienda de neveras, pues la que tienen en su casa no cierra bien y la comida se está dañando. Ese es el regalo de aniversario que Yusuf tiene para su esposa. La emoción que sienten de llevar todo a casa se opaca en el momento en el que se encuentran de nuevo con el punto de control israelí. No hay forma de esquivarlo, esa es la realidad. Entre su casa y la ciudad, inevitablemente, el puesto militar es parte del paisaje.
Después de recibir insultos, de obligarlos a sacar la comida que compraron de la nevera, que tuvieron que arrastrar en una carretilla hasta el lugar, Yusuf y Yasmine solo quieren llegar a su casa. Ya es de noche y el cansancio les está ganando, también la impotencia y el desespero. Cuando están a punto de cruzar el torniquete que los separa de su casa, la nevera se atasca. No cabe por el paso que les imponen para cada viaje, para cada salida.
-¿Puedo pasar por allá?, pregunta Yusuf, mientras mira la carretera que no tiene restricción.
-No es posible, los palestinos solo pasan por acá, le responde un oficial.
-Vamos, Shlomo, déjalo ir. No cabe. Es solo una nevera, dice otro uniformado.
-Este es el procedimiento. ¿Quieres ser responsable de esto?, replica.
-Mi casa está ahí. Solo necesito llegar a mi casa –dice Yusuf con tono de desesperación y con unos decibeles cada vez más altos–. Vamos, es solo una nevera. ¿Podemos, solo por esta vez, usar la carretera? Solo quiero ir a casa. Mi casa está ahí. ¿Qué pasa con ustedes?, agrega.
La desesperación no la puede contener más. Los gritos de un lado y del otro se hacen cada vez más fuertes. “Tenemos un sistema”, replica el militar. “Maldito sea el sistema”, responde Yusuf. Los gritos van y vienen, los militares apuntan con sus armas, mientras él grita y golpea la mesa que tiene enfrente. En medio del desorden, Yasmine toma la carretilla con la nevera y la empieza a arrastrar por la carretera. Está desafiando el sistema. Un militar amenaza con reportar el hecho, el otro le dice que es solo una niña. Yusuf cruza el torniquete y padre e hija se encuentran en su camino a casa.
El Presente “es, en esencia, un cortometraje sobre la libertad de movimiento, un derecho humano básico. Es la historia de un hombre palestino que sale en la Ribera Occidental a comprar un regalo de aniversario para su esposa, en compañía de su hija. Lo que debería ser un viaje sencillo para ti, para mí, para cualquier persona en el mundo, no es tan fácil cuando hay que enfrentarse a la ocupación militar y al apartheid”, cuenta Farah Nabulsi, directora del cortometraje, en entrevista con Canada News TV. Reconociendo que esta historia en específico es un relato de ficción, la cineasta afirma que el filme habla de “una realidad más grande y perversa que existe hoy en la Palestina ocupada. Estos puntos de control son parte de un sistema de vigilancia mucho más grande bajo el cual tienen que vivir los palestinos con la ocupación militar. Sinceramente, no creo que muchas personas en el mundo sean conscientes del tipo de humillaciones que ellos enfrentan todos los días”.