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El realismo mágico en “Sauce ciego, mujer dormida”

El largometraje animado que adaptó la colección de cuentos homónima de Haruki Murakami, se exhibió el sábado 8 de marzo durante la segunda edición del Festival de animación Comfama. Hablamos con su escritor y director Pierre Földes sobre el realismo mágico en su película y sus decisiones creativas.

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Pablo Marín J.
16 de marzo de 2025 - 06:00 p. m.
El director de ascendencia húngara, Pierre Földes, estrenó en 2022 su largometraje "Sauce ciego, mujer dormida".
El director de ascendencia húngara, Pierre Földes, estrenó en 2022 su largometraje "Sauce ciego, mujer dormida".
Foto: Cortesía
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En la quietud posterior a un terremoto devastador, tres personas intentan continuar con su vida. Este movimiento telúrico no solo afectó los edificios, sino que removió viejas heridas dentro de sus protagonistas. Komura, un hombre que trabaja en un banco, no se halla dentro de su empleo. Su esposa, Kyoko, escasamente duerme y solo mira las noticias desde su sofá. Todo cambia en el momento en que el hombre regresa a casa y encuentra una nota de su mujer diciéndole que se marcha y nunca volverá.

En un cubículo cercano al de Komura, Katagiri, un hombre de calva incipiente y bastante temeroso con la vida, tiene la soga al cuello al no poder cobrar una deuda de un cliente. En medio de su desesperación, encuentra que en casa está esperándolo a Sapo, un anfibio gigante que le pide ayuda para combatir a Gusano, una criatura que amenaza con crear otra catástrofe en Tokio.

Este es el mundo melancólico que Pierre Földes presentó en “Sauce ciego, mujer dormida”. Estos personajes nos guían a través de sus conflictos: Komura y su duelo por su matrimonio fallido, Kyoko encontrando de nuevo su camino y Katagiri recuperando su confianza en sí mismo.

Földes utilizó un estilo de realismo mágico para exteriorizar en momentos los estados emocionales de sus personajes, los interpeló a través de estos elementos fantásticos, que, potenciados por el estilo visual de la animación, desarrollaron una narrativa no convencional, dirigida por las emociones y cuyo final parece prometer que la vida puede continuar.

Luego de esta película, ¿para usted que es el realismo mágico?

Creo que es algo que me viene de forma natural, desde mis cortometrajes hasta mis largometrajes están completamente llenos de realismo mágico. Por eso creo que orbité hacia las obras de Murakami. Lo que encuentro de maravilloso con sus escritos es la noción de que puedes tener personajes ordinarios, pero si te acercas y entras en sus mentes hay un mundo completamente loco y es fascinante. Hay un mundo de fantasía, de fantasías sexuales y de muchas otras, es mágico.

Aunque soy artista, no académico, veo una correspondencia entre Gabriel García Márquez y Haruki Murakami. Son extremadamente diferentes, pero esa misma lejanía es lo que los conecta. En el caso de García Márquez, creó un pueblo ficcional que es la representación del microcosmos de la humanidad, donde todo se exterioriza y es gigante. En cambio, a veces los personajes de Murakami no se sienten como si estuvieran vivos, tienes que acercarte a ellos para comprobarlo. Lo extraordinario está en el interior.

Muchos de sus personajes en el fondo de las locaciones son fantasmas...

En las películas de acción real, cuando estás enfocado sobre algún personaje, las personas en el fondo se ven ligeramente fuera de foco. La animación me permitió llevarlo un poco más allá. Cuando hablo con alguien, veo a esa persona, las otras son transparentes en mi mente, son figuras que repentinamente aparecen y tienen vida. También podría decirse que, al igual que Murakami, mis historias son sobre la soledad urbana, entonces estas figuras de fantasmas están ahí porque me estoy enfocando en mis protagonistas y el mundo exterior casi no está presente. Mis personajes tienen muy poca conexión con la vida y llegan a un punto en el que se dan cuenta de que sí, están vivos.

Usted conoció a Murakami en el estreno de su película en Japón, ¿qué recuerda de ese momento?

Solo lo conocí en la premier. Antes solo habíamos intercambiado algunos correos a través de sus agentes y mis agentes, pero en esas conversaciones hubo un regalo que Murakami me dio. En un punto, cuando terminé el primer borrador del guion, quise su opinión, que me dijera: “Esto está bien, pero esto no tanto”, y me preocupaba su reacción. Él solo me dijo, “Señor Földes, yo escribo mis libros, usted haga su película”.

La forma negativa de interpretarlo es que no le interesaba. Pero luego entendí que era un regalo, me dijo que no iba a interferir con mi proceso creativo, que yo estaba ejerciendo mi visión y que no me preocupara por eso. Y efectivamente lo confirmé cuando nos conocimos por primera vez. La gente preguntaba “¿qué escribió usted y qué Murakami?”, y él mismo dijo: “oh, ya no sé lo que escribí”.

¿Cómo fue su proceso de escritura?

No escogí las historias porque pensé que serían fáciles de adaptar, porque no necesariamente iban del punto A al punto B, tenían algo escondido entre líneas. Me gustaba el hecho de que estaba atraído a estas historias y a la vez no tenía una razón lógica del porqué. Era algo más profundo que me afectaba de manera intensa. Esa es mi aproximación general a la adaptación cinematográfica: sumergirme, perderme en la historia y dejarme llevar. Es una aproximación muy artística, de inspirarme de a pocos y encontrar mi camino. Las ideas vienen de la nada. Puedes despertarte una mañana y dices: “Esto podría ir aquí”, vas uniendo las piezas y ahí creas una realidad. También creo que tenía demasiada confianza en no hacer una narrativa tradicional porque tenía el respaldo de un autor de renombre, por lo que sentí que podía hacer algo muy audaz.

En la historia de Katagiri, con el personaje de Sapo, usted utiliza con mayor frecuencia los elementos oníricos y el humor, ¿cómo tomó esta decisión?

Había mucho de eso en el cuento de Murakami. La combinación entre Katagiri y Sapo es maravillosa, yo los vi como una dupla de un personaje trágico, incluso patético, y su opuesto que es gracioso, inteligente y valiente. Creo que sin estos personajes a la película le faltaría algo de locura. Le aportan a la historia algo fantástico y en el caso de Sapo, me alegró mucho poder interpretarlo, porque tenía una idea muy precisa de cómo quería que fuera.

Hay un plano en su película, un interruptor que lee “imaginación”, que se apaga. ¿Qué rol jugó su imaginación para este filme?

La imaginación está ahí todo el tiempo. Para mí, cualquier actividad artística es una extensión de la vida. Soy un artista — no muy exitoso, pero lo soy — y todo pasa a través de la inspiración. La vida es igual. Estar vivo es estar inspirado, estar atraído a muchas cosas. Quieres comer, amar, entre muchas otras. Esta es la vida y es lo que te motiva a seguir viviendo. La imaginación para mí, como para cualquier otro artista, es mi manera de expresarme. No soy una persona muy optimista en general, pero el estar inspirado por cosas es mi manera de seguir vivo.

Uno de sus personajes le pregunta a Kyoko sobre un deseo para poder cumplírselo, si usted estuviera en esa posición, ¿cuál sería el suyo?

Diría que me gustaría haber podido empezar a vivir de verdad, estar conectado a la vida más allá de estarlo a través del arte. Desearía aprender a estar más vivo desde que era un niño, en vez de solo nacer en mi mente. No es del todo cierto que no esté conectado a la vida. Tengo dos hijos y eso me cambió la visión que tengo sobre la vida. Veo algo real, algo hermoso en ellos, no solo mi inspiración. Eso lo admiro mucho.

Pablo Marín J.

Por Pablo Marín J.

Profesional en Creación Literaria. Escritor de cuentos y novelas de ciencia ficción. Apasionado del cine y guionista de varios cortometrajes.pmarin@elespectador.com
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