El Magazín Cultural

El regreso del loco Lope de Aguirre

Tres profesionales del teatro decidieron unirse para revivir la historia del conquistador español que llegó a América pensando en enriquecerse y fiel a la Corona, pero terminó declarándose soberano y en contravía del rey Felipe II.

JORGE CARDONA ALZATE
24 de junio de 2019 - 01:00 a. m.
Diferentes momentos del montaje “Lope de Aguirre, la Ira de Dios: reevolución”, con el actor Juan Manuel Combariza. / Mateo Combariza
Diferentes momentos del montaje “Lope de Aguirre, la Ira de Dios: reevolución”, con el actor Juan Manuel Combariza. / Mateo Combariza

A pesar de que la historia cuenta que, en el siglo XVI, el rey Felipe II de España prohibió citar su nombre y declaró a sus hijos infames por siempre, indignos, sin honra y sin opción de recibir herencias, difícilmente hay un conquistador más estudiado a lo largo del tiempo que Lope de Aguirre. Pero no se volvió referente por ser fundador de ciudades, ganador de batallas o intrépido navegante, sino por loco. Al menos así terminó encasillado. Otros lo llamaron tirano. Él prefería definirse como peregrino. Lo cierto es que su leyenda continúa seduciendo después de cuatro siglos.

Nacido en Oñate, provincia de Guipúzcoa, hoy perteneciente a la comunidad autónoma del País Vasco, los autores que han documentado su vida señalan que, atraído por las riquezas que llevaban a España los conquistadores a su regreso del nuevo mundo, él decidió embarcarse en 1536. Lo hizo en una expedición comandada por Rodrigo Buran que llegó a Perú, en momentos en que se libraba una lucha a muerte en el Virreinato. El representante de la Corona española contra los conquistadores que se negaban a acabar con las encomiendas y a cesar las acciones de violencia contra los indígenas.

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En el tope de la confrontación, sumada a las guerras internas entre los conquistadores, Lope de Aguirre se vio forzado a huir a Nicaragua. Hacia 1551 volvió a Perú, a la región del Potosí, y allí empezó su propia aventura. Primero asesinando a un juez que lo sentenció a pena de azotes, y después inmerso en otra guerra contra un encomendero rebelde. Pero su momento cumbre llegó en 1560, cuando Pedro de Ursúa lo sumó a una expedición para buscar El Dorado. Después de navegar por el Amazonas sin hallazgo alguno, organizó un motín, asesinó a sus jefes y se puso al frente de la malograda empresa.

Sin embargo, en contravía de las órdenes recibidas, junto a sus hombres se declaró enemigo del Imperio español, envió una carta al rey Felipe II para explicarlo, y se autoproclamó “Ira de Dios, príncipe de la libertad y del reino de tierra firme”. En 1561, en Barquisimeto (Venezuela), cayó abatido por hombres del rey, pero desde entonces empezó a crecer su leyenda. Juan de Castellanos lo incluyó en su poema épico Elegías de varones ilustres de Indias, y no faltaron los libertadores de América que exaltaron su acción como un antecedente en favor de la libertad.

El escritor español Ciro Bayo lo resaltó en su obra Los marañones; su colega aragonés Ramón J. Sender lo hizo protagonista de su libro La aventura equinoccial de Lope de Aguirre; los venezolanos Arturo Uslar Pietri y Miguel Otero Silva lo revivieron en El camino de El Dorado y Lope de Aguirre, príncipe de la libertad; el colombiano William Ospina lo hizo parte de su obra La serpiente sin ojos. Los directores de cine Werner Herzog y Carlos Saura le dedicaron películas. Gonzalo Torrente y Luis Britto lo llevaron al teatro; Agustín Goenaga, al documental.

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En 1990, el director de teatro colombiano Gustavo Cañas realizó una exitosa puesta en escena sobre el personaje, que incluyó una versión para calle, con zancos y saltimbanquis, a partir del talento del actor Juan Manuel Combariza. Pero después de casi treinta años, el mismo Combariza, egresado de la Escuela Nacional de Arte Dramático de Bogotá y de la Universidad Middlesex de Londres, decidió que era hora de actualizar su propuesta. A finales de 2017, convocó a Miguel Diago y Rafael Sánchez, colegas docentes de la Facultad de Artes de la Universidad Distrital, y ahora el loco Lope de Aguirre vuelve a las tablas.

El momento no podía ser otro. En el año del bicentenario de la Independencia de Colombia, la unión del dramaturgo Miguel Diago, el director de teatro Rafael Sánchez y el actor Juan Manuel Combariza se traduce en su montaje Lope de Aguirre, la Ira de Dios: reevolución. Tras un proceso de investigación sobre el personaje y la forma de adaptarlo mediante el monólogo como espectáculo dramático, los tres lograron estructurar una obra que se estrena este martes 26 de junio en Bogotá, en la tradicional sala de teatro alternativo del Centro García Márquez El Original.

En síntesis, dos hombres del universo teatral, uno joven y el otro experimentado, discuten qué hacer con el loco Lope de Aguirre, pues el primero quiere volverlo entretenimiento y el segundo, involucrar al público en la reconstrucción del personaje. Al final, el viejo impone su lógica de hacer conciencia del pasado, pero surge lo inesperado: el espíritu familiar del conquistador español llamado Mandrágora que, como una especie de memoria atrapada, determina el viaje escénico en procura de descubrir El Dorado que ilusionó a los codiciosos. El objetivo: que actor y espectadores se reencuentren en el pasado.

Con música de Michels Manchego y dirección de arte de Mónica Bastos, los tres docentes, además de su pesquisa histórica y teatral, suman sus trayectorias. Miguel Diago, con varias adaptaciones para el Teatro Libre y diversos montajes en la última década; Juan Manuel Combariza, de amplio recorrido en espectáculos de sala, calle y títeres, y Rafael Sánchez, egresado de la Academia Superior de Artes de Bogotá, con cerca de veinte obras dirigidas, algunas de su autoría, y hoy como libretista y asesor del proyecto Libertadoras, que desarrollan El Espectador y la HJCK.

La historia divide caminos cuando el protagonista es Lope de Aguirre. Unos dicen que fue un asesino de españoles, sacerdotes y mujeres; otros que se enloqueció en la selva y que en su delirio optó por defender a los indígenas; pero al Libertador Simón Bolívar le atribuyen haber dicho que su rebelión fue la primera declaración de independencia en el nuevo continente. Entre diversas interpretaciones, lo único claro es que en la cultura hispanoamericana representa a un atractivo personaje del que ahora se apropia el actor Juan Manuel Combariza, para volver a la historia.

Por JORGE CARDONA ALZATE

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