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La marca de Mariana Enríquez: lo siniestro y lo monstruoso como realidades

Cuando la realidad se vuelve terrorífica no se puede apartar la mirada y Mariana Enríquez ha utilizado este recurso para jugar con los límites de la ficción. La autora argentina se ha propuesto llevar la literatura al límite de lo siniestro y en sus obras ha logrado plasmar ese terror oculto y latente que yace en lo cotidiano.

Micaela Chiliquinga

15 de noviembre de 2025 - 03:11 p. m.
La escritora Mariana Enriquez durante una entrevista en el marco del Hay Festival Segovia.
Foto: EFE - Pablo Martín
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Mariana Enríquez nació en 1973 y vivió en carne propia la violencia y los estragos causados por la dictadura argentina.

Precisamente, ese horror que surge a partir de la decadencia humana terminó empapando cada una de sus obras y su escritura empezó a desdibujar los límites del cuerpo, del deseo y de una sociedad corrompida y fragmentada, que contiene un sinfín de historias que piden ser contadas.

Los peligros de fumar en la cama (2004), su primer libro de cuentos, termina siendo un claro ejemplo de este tipo de escritura.

A partir de 12 relatos, la autora argentina aborda temas intrínsecamente humanos y les da un giro desde lo siniestro y lo monstruoso, no como un mero pretexto, sino como un medio necesario para develar y denunciar ese apocalipsis tan íntimo como colectivo que se ha ido tejiendo.

En esta compilación, se puede palpar la incomodidad que transmiten cada una de las letras de Mariana Enríquez y la ambigüedad de su narrativa, sobre todo en los finales de los cuentos, los cuales obligan al lector a emprender un ejercicio reflexivo en torno a esa crítica que lo siniestro le ha hecho a nuestra realidad.

Uno de los temas que la escritora explora de manera disruptiva es el cuerpo.

En uno de los cuentos llamado “Carne”, el cuerpo se descompone, se trastoca y se ve sometido a prácticas grotescas, cuando dos adolescentes deciden cometer canibalismo y comerse a uno de sus artistas favoritos.

También en “Ni cumpleaños ni bautismos” se habla de la corrupción de un cuerpo vulnerable, que a partir del morbo y el voyeurismo, termina siendo desprendido de su humanidad.

Como se puede observar, Enríquez aborda el cuerpo como un territorio de violencias y nos incómoda para cuestionarnos frente a esta fragmentación de lo corpóreo.

Asimismo, la autora nos habla del sometimiento de lo femenino. En cuentos como “Dónde estás corazón” nos muestra el trauma y los quiebres que se producen en el cuerpo y el deseo femenino a partir de la violencia sexual.

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Lo femenino también se ve desde otras aristas, como la influencia de la mirada masculina en “La virgen de la Tosquera” y cómo esta termina construyendo relaciones dañinas entre mujeres.

Estos relatos cuestionan otras estructuras como la familia y, a partir de protagonistas femeninas, vemos la herencia de traumas emocionales: el miedo en “El aljibe” o el duelo en “El desentierro de la angelita”.

Los personajes que construye la escritora argentina son complejos y, en muchas ocasiones, moralmente grises, por lo que se siente aún más cercano nuestro contacto con ellos.

A partir de sentimientos primarios como el deseo, la ira o la envidia, podemos reconocernos en estos individuos y luego ser llevados al límite, por las acciones monstruosas que cometen.

La lectura también nos acerca a estos personajes a partir de los sufrimientos que padecen. Temas como la depresión de Elina “En el mirador” o la soledad que sufre la protagonista de “Los peligros de fumar en la cama” nos llevan a explorar los rincones más íntimos de su mente y de la humanidad que hallamos en sus vivencias.

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Enríquez se mueve constantemente entre lo íntimo y lo colectivo, por lo que la crítica social es evidente en cada uno de sus cuentos. Además de cuestiones ya mencionadas como las reflexiones en torno al machismo, el cuerpo y la salud mental, la autora hace fuertes cuestionamientos a otras formas de fragmentación social.

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En “El carrito” todo un barrio discrimina a un hombre en claro estado de vulnerabilidad y, debido a sus prejuicios, terminan siendo víctimas de una maldición.

Por otra parte, en “Chicos que faltan”, varios jóvenes desaparecidos o declarados como muertos empiezan a regresar al pueblo, removiendo las heridas más profundas de un trauma colectivo. Todo esto demuestra una respuesta tajante a estructuras de exclusión como el clasismo y a violencias que se viven día a día en nuestro territorio, como los asesinatos o la desaparición forzada.

Por último, cada uno de estos cuentos está cargado de cierto misticismo: brujería, muertos que regresan a la vida, monstruos, pero la monstruosidad reside en el caos de lo humano y en la cotidianidad de la vida misma.

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En una entrevista realizada por Letras Libres en 2024, Mariana Enríquez dijo: “La realidad se está pareciendo mucho a mis cuentos. No tengo que hacer tanto esfuerzo, solo tengo que observar mejor.”

Lo siniestro y lo monstruoso ya no permanecen ocultos, la escritura crítica de Mariana Enríquez ha develado su escondite en la realidad.

Por Micaela Chiliquinga

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