En estado de permanencia
El teatro El Baúl es un proyecto joven y creativo que ha basado su desarrollo artístico en la investigación de lenguajes y espacios escénicos.
Moisés Ballesteros
El acto de permanecer es sencillo. En Bogotá, cada año nacen cientos de propuestas artísticas bajo nombres que, a veces, trascienden en el tiempo, pero muchas otras (más de las que quisiera reconocer) se quedan en el camino. Permanecer, perseverar y persistir son verbos cuya conjugación en Colombia parece una paradoja, una flor de andén. En medio de la cuarentena, la compañía de teatro El Baúl celebra quince años de labores artísticas sin detenerse a pesar del encierro. Si existe una fórmula para la resistencia activa en la creación no puede ser otra que la de seguir haciendo.
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El acto de permanecer es sencillo. En Bogotá, cada año nacen cientos de propuestas artísticas bajo nombres que, a veces, trascienden en el tiempo, pero muchas otras (más de las que quisiera reconocer) se quedan en el camino. Permanecer, perseverar y persistir son verbos cuya conjugación en Colombia parece una paradoja, una flor de andén. En medio de la cuarentena, la compañía de teatro El Baúl celebra quince años de labores artísticas sin detenerse a pesar del encierro. Si existe una fórmula para la resistencia activa en la creación no puede ser otra que la de seguir haciendo.
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En mayo de 2005, los actores Ariel Merchán, Diego Figueroa, Catherine Gutiérrez y Jenny Franco se reunieron en torno a la investigación para seguir desarrollando su eje principal, que en aquel entonces era la improvisación como herramienta fundamental para el ejercicio de la interpretación. Fue así como de un grupo de amigos que se apoyaban en su formación nació el primer espectáculo con el que se subirían sobre las tablas: Todos contra uno y uno contra todos.
Dado el primer paso, el camino estaba por recorrer y así lo hicieron. El Baúl es un grupo que nació sin la pretensión de nacer. Allí convergen características atípicas de organización. Se trata de una compañía de teatro de actores sin director, lo que le otorga a su trayectoria móviles heterogéneos, miradas diversas y diferentes dispositivos de desarrollo. Sus obras transitan entre la línea de investigación temática y se conjugan siempre con un reto formal. Es por esto que la exploración de espacios no convencionales siempre ha estado presente en muchos de sus espectáculos, así como la interacción con el espectador. La rotación del rol de director se ha dado de un modo espontáneo y casi democrático. “Son extensas horas de charla que van cercando el camino de cada creación. Es como una especie de comité creativo”, contó Ariel Merchán, uno de los fundadores de la compañía.
Ruinas de un cuento dormido, Con mis pies en tu tierra y Casa sin ventanas son algunas de las piezas que componen su vasto repertorio. Su ejercicio profesional ha conjugado, entre otras cosas, la posibilidad de que sus desarrollos artísticos se expandan más allá de la interpretación. Es así como algunos de ellos han trabajado en la escritura, la producción y la dirección. Pareciera una obviedad, pero no todo actor es creador. Algunos son maravillosos intérpretes de ideas ajenas y, aunque pueden llegar a grandes papeles y reconocidas actuaciones, su trabajo solo se sostiene gracias a que otro lo provoca. La madurez que le ha otorgado a cada uno de los miembros de la compañía el enfrentarse siempre al proceso creativo desde una mirada diferente ha permitido un diálogo en todas las direcciones, en cada una de las apuestas que han tenido como equipo.
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“El papel del arte es hacer memoria, pero desde la humanización de los elementos que componen la historia” dijo Merchán. El grupo ha existido en un permanente tránsito entre las ideas y sus desarrollos. Lo que en un principio pretendía jugar un papel importante de investigación entre la búsqueda poética del trabajo del actor migró a la del creador y le otorgó madurez a cada una de las latitudes de la creación colectiva.
Entre la sala del teatro y los espacios no convencionales, entre la improvisación y el texto dramático, el grupo El Baúl cumple sus primeros quince años. La compañía, hoy por hoy, trabaja desde la distancia, pero adelanta una nueva creación cuya dramaturgia es autoría de Erik Leyton. La misión es no parar, no detener la investigación y mantenerse activos. Permanecer, repito, es una tarea de todos los días. El grupo, diariamente, debe nacer; debe tomar la decisión de continuar creando y continuar produciendo. Aplaudir su constancia resulta necesario, porque en medio del confinamiento es posible olvidar que aún pasan cosas buenas que merecen ser celebradas.
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